El fútbol y la ojana del sevillano

Pisando área

Seriedad, señores, que ya llegará la Feria para pasar en un momento de buscar un taxi a pedir otra media bien fría

Jorge Sampaoli, pensativo en el Sánchez-Pizjuán.
Jorge Sampaoli, pensativo en el Sánchez-Pizjuán. / AFP7

TODO el que viene del norte en nuestro fútbol no acaba nunca de adaptarse a nuestros vaivenes. De la euforia a la depresión, de los brotes verdes al desierto y otra vez al masoquismo psicológico de regodearnos en la propia mierda. Ejercicio de autodestrucción en semanas alternas con otras de autoestima falsamente disparada.

Se ha vivido en las últimas dos semanas en el Sevilla. Sacos de arena, bochorno absoluto y depresión en Gerona y en Pamplona, aire a favor tras ganarle cómodamente a un Elche con diez que llegaba como colista, vuelta al infierno con Sampaoli en la hoguera por la imagen del Camp Nou y de nuevo las castañuelas y el traje de brillo para la Gala de los Goya.

Monchi ya es otra vez el Monchi que quieren los sevillistas, Gueye es la reencarnación de Maradona (igual que Augustinsson era Maldini el día que se presentó en Nervión) y a Bryan Gil, que se tuvo que ir de aquí aburrido, se le recibe como un héroe, como a Ocampos.

Muchos lo llaman acertadamente la ojana del sevillanito, esa facilidad de magnificarlo todo que lo mismo vale para el buenismo que para hacerte la cruz a las primeras de cambio. Para hablar con la misma alegría de ganar la Liga que de dar un segundazo.

El Sevilla ha demostrado desde que acabó el Mundial que como local va por el buen camino, pero de ahí a ver la selva amazónica en unos simples brotes verdes va un trecho. Fuera de casa queda mucho por mejorar y el propio entrenador se encarga de recordarlo cuando puede. En Vallecas se verá porque el colchón de puntos con el descenso ahora mismo todavía está entre un saco de dormir y una esterilla para hacer pilates.

Seriedad, señores, que al barbas de Casilda ni había que crucificarlo hace una semana ni ahora invitarlo a los palcos. Que aún no estamos en Feria, en la que la ojana puede llegar a su máxima expresión y donde en un momento pasamos de buscar taxi para volver a casa a pedir otra media bien fría.

stats