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El funeral de Reyes
"No sé si el mejor de la cantera del Sevilla, hay campeones del mundo y de Europa, pero sí el de más talento innato". Así se refería Monchi a José Antonio Reyes Calderón (Utrera, 01-09-1983; Utrera, 01-06-2019), un icono inigualable, por su genio natural, por ese brillo de sus ojos, el duende que le venía por vía sanguínea, esa gitanería de Utrera... por esa sonrisa tan profundamente andaluza, sin doblez, con la sencillez y la verdad de un niño travieso... Reyes dejó ya para la memoria eterna del Sevilla, de Sevilla, de Andalucía, esa naturaleza tan auténtica y tan rápida de ingenio como su esquivo regate de zurda, inconsciente de su talento innato, de su velocidad. Los que lo conocieron se quedarán para siempre con esa sonrisa pícara. Su memoria es ya imborrable, como el dolor que produjo su precoz muerte de rebelde sin causa.
Ese dolor se hizo presente en la tórrida tarde hispalense, de la forma más cruda. El mosaico del Ramón Sánchez-Pizjuán, con la efigie gigantesca de Reyes a su izquierda, blanco sobre fondo rojo, refulgía escupiendo los inclementes rayos del sol mientras cientos de aficionados se agolpaban en espera de que llegara el féretro que portaba el cuerpo sin vida, allí donde hubo tanta, de Reyes. La muchedumbre combatía el calor con el dolor y aplaudía a todas las personalidades del fútbol que iban llegando para el tributo a la persona. El mito sigue vivo eternamente, en un paralelismo fatal con otro zurdo icónico, Antonio Puerta.
En los rostros de los amigos, compañeros, directivos y ex directivos y otras personalidades que tuvieron la fortuna de convivir con la alegría de Reyes se iba dibujando el terrible retrato de la realidad de su desenlace fatal, que compartió con su primo Jonathan Reyes. Su otro primo Juan Manuel Calderón tendrá que superar el trauma del accidente y de sobrevivirlo, de recordarlo en el último trance letal. Venía de entrenar de Almendralejo, antes de tiempo, porque abandonó la sesión por una lesión muscular que lo soliviantó.
Como una Guardia de Corps del luto, José Castro, Monchi, Gabriel Ramos y José María Cruz esperaron en la puerta de cristales la llegada de los visitantes ilustres y del cuerpo sin vida del canterano. Cuando llegó su féretro, los aplausos se multiplicaron por mil. "Reeeyes, Reeeeyes". Las gargantas rotas. Y Paco Reyes, su padre, hundido, sin consuelo. Así estuvo, roto, hasta que el féretro volvió al coche camino de Utrera, con Monchi llorando al lado y la gente cantando el Himno del Centenario.
La muchedumbre iba haciendo su particular recepción de solidaridad y dolor compartido con ovaciones y gritos de ánimos: al Extremadura, que llegó en autobús, con Diego Capel abatido, a Joaquín Caparrós, a Pablo Blanco, a José María del Nido, a El Arrebato, a la expedición del Real Madrid –Florentino Pérez, Butragueño, Sergio Ramos, Raúl, Dani Ceballos, utrerano como él–, a su ex compañero Antoñito, con el que hizo diabluras desde que se unieron en Tercera hasta apabullar al mismísimo Real Madrid en Primera... Más aplausos a la expedición del Betis: Ángel Haro, Lorenzo Serra, Gordillo, Joaquín y Juanito.
Camisetas del Sevilla, la mayoría, también del Arsenal, del Betis, del Córdoba, que envió una representación institucional con su presidente, Jesús León, a la cabeza, del Extremadura... La universalidad de Reyes quedó reflejada en los tributos de recuerdo junto a su féretro en la capilla ardiente, escoltada por cuatro candeleros de la Virgen de los Dolores de Gines: una camiseta firmada del Benfica entre una bufanda del Sevilla y las estampas del Señor de la Sentencia y la Esperanza Macarena.
El señorío del Benfica, que envió a su vicepresidente Varandas Fernandes y al ídolo Luisao, del Madrid, del Betis... El dolor como herida común en los rostros. De la familia sevillista particularmente. Rakitic y Fernando Navarro, los capitanes que escoltaron a Reyes en los tres títulos de Emery (Turín, Varsovia y Basilea) no podían ocultar sus ojos llorosos. Jesús Navas convirtió su azul claro en el rojo del llanto. Muchísimos ex compañeros, ex técnicos de Reyes, de distintas épocas: Carriço, Vitolo, Javi Varas, Iborra, Aleix Vidal, Jesuli, Tevenet, David Castedo, Prieto, Loren, Borja Lasso, Pablo Ruiz, Luis Alberto, Paco Gallardo, Marchena, Luis Gil, Kepa, Cala, Lolo, Luis Alberto, Juan Muñoz, Paco Leal, Manolo Jiménez, Martagón, Óscar Arias, Rafa Paz, Pintinho, Francisco Lama; ex del filial como Álvaro Jurado, Marco, Andrés, Redondo, Marcos Gallego, Dani Bautista, Marco Navas, Alfaro, Campano... También Unai Emery. Todos compartieron su sonrisa alguna vez y todos se unieron en su dolor, como otros 11.000 aficionados. Hoy Utrera lo despedirá para siempre.
Al llegar el féretro de Reyes al estadio, también arribaron sus padres. Tuvieron que ser ayudados a entrar en el antepalco, rotos completamente por el dolor como estaban. Antes había llegado su hijo mayor, fruto de su relación con su primera mujer. Todos fueron recibidos con aplausos y gritos de ánimo en recuerdo de Reyes.
Hubo distintas señales de luto en la capilla ardiente. El féretro fue cubierto con una camiseta y una bandera del Sevilla y otra bandera del Extremadura, el club en el que militaba. De fondo, las tres copas de la UEFA Europa League que ganó en el Sevilla con sendos crespones negros, como en la bandera institucional del club.
El féretro fue iluminado por cuatro grandes candeleros cedidos por la Cofradía Sacramental de la Vera Cruz y la Virgen de los Dolores, de la localidad de Gines. Las camisetas del Arsenal, del Benfica, del Córdoba... contrastaban con estampas de muchas sagradas imágenes y bufandas del Sevilla junto al féretro.
A las 22:00 se cerró la capilla ardiente y el cuerpo de Reyes fue trasladado a Utrera. La gente del club fue la encargada de portar el féretro hasta el coche fúnebre: José Castro, Monchi, Carriço, Pablo Blanco, Marcos Gallego, Agustín López, Campano, Antoñito, Jesús Gómez y Paco Gallardo. La ovación fue tremenda. La afición cantó el Himno del Centenario y Paco Reyes rompió de nuevo a llorar junto a Monchi.
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