Jesús Alba
Cuando el reloj se pare
Hace dos años, a estas alturas del incipiente otoño, Julen Lopetegui aún era el entrenador del Sevilla. La herida cerrada en falso la primavera de 2022, con aquella reunión entre Monchi y el guipuzcoano para continuar unidos por otra temporada, comenzó a supurar con los resultados negativos. El 5 de octubre, tras el Sevilla-Borussia Dortmund de Champions, se hizo efectiva una destitución acordada el día antes. Dos años después, García Pimienta es el sexto entrenador en Nervión en ese escaso margen de tiempo. Sin este contexto, no se puede entender la renovación del catalán anunciada por José María del Nido Carrasco tras el triunfo sobre el Valladolid.
Hay otro factor determinante para esta decisión a todas luces precipitada en un contexto normal: el Sevilla está en un contexto completamente anormal. El clima prebélico de cada partido en casa, la presión de José María del Nido Benavente por cambiar después de muchos intentos el consejo de administración, la contestación casi unánime del sevillismo a la gestión del actual comité de dirección, la petición de firmas por parte de la Federación de Peñas Sevillistas San Fernando para el cese del consejo... Esto, obviamente, influye muchísimo.
En esta situación, Del Nido Carrasco ha decidido realizar una huida hacia delante ampliando el contrato de García Pimienta. Un hecho que erosiona aún más su capacidad de gestión, entendida por muchos como temeraria en medio de la locura actual. El contrato que firmó la pasada primavera fue por dos años en la práctica, porque las cláusulas para su continuidad eran de fácil acceso. ¿Entonces, a qué viene revisar y ampliar ese contrato por otro año más, hasta 2027?
La decisión, según anunció el dirigente blanquirrojo, fue adoptada antes del partido del Getafe y así fue comunicada al entrenador, sin saber aún qué pasaría en los dos últimos partidos en casa, con el Sánchez-Pizjuán en pie de guerra.
En ese periodo de tiempo, desde el sábado 14 de septiembre hasta este martes 24, el club ha perfilado la revisión ofrecida a García Pimienta y éste se ve reforzado con un laberinto de cláusulas por objetivos, que serán más ambiciosos ya para el tercer año. Unas cláusulas que, por otra parte, conllevan penalizaciones poco lesivas en caso de rescisión, en consonancia con la crítica situación actual. García Pimienta, hombre muy de club, la ha aceptado, claro.
No fue casual el modo en que fue anunciada la renovación, en el vestuario. El principal receptor de este mensaje de confianza absoluta en el entrenador es pretendidamente la plantilla, mientras los otros receptores -oposición, prensa, sevillismo- la han acogido con estupor.
La dirección deportiva y el comité de dirección, o lo que es lo mismo, Víctor Orta y Del Nido Carrasco fundamentalmente, quieren trasladar a los futbolistas que García Pimienta no va a ser otra víctima de la ruleta de entrenadores que ha habido en los dos últimos años. Recuerden, seis caras distintas han visto los jugadores desde septiembre de 2022 a septiembre de 2024: Lopetegui, Sampaoli, Mendilibar, Diego Alonso, Quique y García Pimienta.
Los rectores del Sevilla no dudan del compromiso de la plantilla, pero no quieren deserciones ante la sospecha de una cercana destitución del técnico. De hecho las lesiones y las expulsiones -tres en siete jornadas- son un síntoma indirecto, y negativo, del compromiso de los jugadores y de la tensión que están viviendo por la falta de resultados y por el clima bélico en torno al equipo, aunque es cierto que la afición, al margen de las recurrentes protestas contra la directiva, ha ayudado empujando en las dos victorias: el sevillismo sabe que este equipo, por permeabilidad con la directiva, está enfermo y necesita de todos los cuidados.
La decisión es más que controvertida, porque hasta ahora García Pimienta no ha demostrado gran cosa. Apenas ha mejorado en un punto el inicio de la pasada temporada con Mendilibar y en tres a Lopetegui en la anterior. Los ocho puntos en siete jornadas, fruto de dos empates a domicilio y dos victorias en casa, mejoran cinco clasificaciones en este periodo durante este siglo: las de las temporadas 23-24 con Mendilibar (7), 22-23 con Lopetegui (5), 13-14 con Unai Emery (6), 07-08 con Juande Ramos (7) y 02-03 con Joaquín Caparrós (7). E igualan la de la 15-16 (8), con Emery también. No hubo ampliación de contrato en ningún caso, sólo algún mensaje de refuerzo. Todo responde a este contexto anormal.
El técnico, trabajador, honesto y convencido de su ideario, está tratando de adaptar su sistema a una plantilla con evidentes carencias en todas sus líneas. El trabajadísimo triunfo sobre el Valladolid deja dos nuevas bajas: Marcao por expulsión y la preocupante lesión de Saúl. Frente al Getafe, también hubo daños colaterales: la expulsión de Juanlu. Y en Vitoria llegó la lesión menor de Isaac.
Mal que bien y con dosis de infortunio -ocasiones falladas, fallos defensivos, expulsiones, lesiones...-, el catalán intenta buscar soluciones, hallar la fórmula con la que sacar fruto de un grupo de jugadores muy rejuvenecido, carente de futbolistas de jerarquía y con una falta de calidad consecuente de la drástica rebaja de su coste.
Y, en medio de la tormenta, Del Nido Carrasco ha querido blindarlo frente a los rayos y centellas que caen por doquier. Y, de paso, decirle a la plantilla que debe seguir sacrificándose por este entrenador. Pero el blindaje es el propio Del Nido Carrasco, y su coraza cada vez es más fina.
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