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Las distancias estructurales entre Sevilla y Atlético, más allá de Lopetegui y Simeone

Sevilla FC

El Sevilla, instalado en este siglo como cuarto de la Liga según la clasificación histórica, no logra alcanzar al Atlético, que sí consiguió en este lapso dos campeonatos ligueros

Charla de Monchi con Lopetegui con el crucial Sevilla-Atlético de Madrid en el horizonte

Simeone, menos ogro para Lopetegui

Koundé, flotador financiero del Sevilla, ante Mario Hermoso en el último Sevilla-Atlético de Madrid. / Antonio Pizarro

El Sevilla recibirá el sábado al Atlético de Madrid en el Ramón Sánchez-Pizjuán. Se trata de un clásico de la Liga que en este siglo XXI ha tomado más reciedumbre en cuanto a su competitividad, por el tremendo salto de nivel que ha dado el club de Nervión, que inició el siglo como séptimo clasificado histórico de la Liga, por detrás del Espanyol, y ahora, si se toman sólo los datos de los últimos 20 campeonatos ligueros, está asentado como cuarto de España, sólo por detrás de Barcelona, Real Madrid... y Atlético de Madrid.

En este siglo, el Sevilla es el cuarto de la clasificación histórica de la Liga, con 18 presencias en competiciones continentales en 19 temporadas, toda una mayoría de edad deportiva, con nueve clasificaciones para la Champions, –aunque una, la de la temporada 2010-11, no la jugó al caer en la previa ante el Sporting de Braga y pasó a la UEFA– y otras nueve clasificaciones para la UEFA Europa League. Además, es el segundo equipo español en títulos europeos, con siete, sólo superado por el Real Madrid en esta centuria.

Clasificación histórica entre 2002-03 y 2022-23

Tal es el crecimiento nervionense, que en cambio no ha sido capaz de superar todavía al Atlético en la persecución de los dos gigantes, el Madrid y Barcelona. Ahí, entre el tercero y el cuarto, sigue habiendo un escalón insalvable. Ahí, entre el Atlético, dos veces subcampeón de la Champions y tres campeón de la Europa League, y el Sevilla, seis veces campeón de la mencionada UEL, hay el mismo escalón estructural que entre los dos tiranos de la Liga y el resto, una cima imposible.

No parece que esta temporada sea la que el Sevilla logre ser tercero de la Liga, desbancando así a su rival de este sábado en el Ramón Sánchez-Pizjuán. Aunque el problema no es de ahora, no es fruto de una coyuntura en la que si el equipo del Cholo Simeone trata de solventar sus dudas, el de Julen Lopetegui está inmerso en una continua incertidumbre desde que empezó el año 2022 que ha devenido en desconfianza de gran parte del sevillismo, incluso dentro del club, sobre la continuidad del técnico.

Esa diferencia estructural entre el Sevilla y el Atlético es endémica y no sólo responde a la preponderancia competitiva que ha tomado el equipo colchonero desde el desembarco de Simeone en diciembre de 2012, cuando sustituyó a Gregorio Manzano, que una temporada antes había salvado la crisis del Sevilla en el inicio de la campaña 2010-11. La identificación club-técnico en el caso del Cholo es absoluta, además. En el caso del guipuzcoano, no. Y eso suma, por supuesto.

Pese a este evidente escalón, Lopetegui tiene buenas estadísticas frente a Simeone. Pero el sábado parece que de nuevo el foco está puesto en él cuando la diferencia es clara entre ambas entidades. Hay otros muchos factores al carisma del argentino en el Metropolitano, intacto aun en los momentos bajos, empezando por lo presupuestario, por supuesto.

De hecho, el Atlético sí ha logrado salvar ese escalón dos veces este siglo, al conseguir ganar la Liga en 2014 y en 2021. Mientras que el Sevilla apenas amagó con luchar por el título en 2007 –con aquel famoso Mallorca-Sevilla que habría dibujado una última jornada de intereses cruzados con Real Madrid y Barcelona–, en 2021, año en que fallaron los dos gigantes y en el que los de Lopetegui casi ganan al Real Madrid en el silencio pandémico del estadio Alfredo Di Stéfano, y en la primera vuelta de la 21-22, cuando fue el único perseguidor del Real Madrid hasta que empezó su previsible declive en 2022. Un declive que dejó el escenario de un fin de ciclo no cerrado y cuyas consecuencias son patentes actualmente.

Aquel Atlético de 2014 ganó la Liga con el tercer presupuesto, 125 millones de euros frente a los 521 del Madrid, los 509 del Barcelona y los 80 del Sevilla. Pero las distancias económicas se acrecentaron en apenas siete años, en una progresión más geométrica que aritmética que desdice el presunto equilibrio que busca el sistema de repartos televisivos de LaLiga, por ejemplo.

En 2021, el Atlético volvió a ganar la Liga con 325 millones presupuestados -el Barça, 828 millones y el Madrid, 616-, 100 más que un Sevilla que lo cifró en 226 pero que finalmente, pandemia por medio, tuvo una cifra de negocios de 190 millones, lo que provocó un déficit de 41 millones que ha tenido consecuencias en la planificación y en la continuidad del técnico.

Porque a diferencia de un Atlético que ha tirado de importantes créditos y apoyo financiero incluso extranjero, incluso para levantar el Metropolitano –de dos arquitectos sevillanos y sevillistas, por cierto, Antonio Cruz y Antonio Ortiz–, el club de Nervión no halla las vías para dar un giro brusco al proyecto o cimentar la reforma de su estadio en una ciudad con menos de un quinto de la población de Madrid y mucho menos apoyo mediático y financiero. Tanto es así que el Sevilla casi no puede permitirse equivocarse ningún año de forma grave, y eso tensiona las relaciones internas del club. También por la autoexigencia de seguir en la zona noble, en ese cuarto escalón.

El Sevilla, con un estadio de 43.883 espectadores, no puede pasar de un tope de 39.000 abonados pese a tener casi 45.000 socios. Las cifras de seguimiento también marcan esa tremenda diferencia: 67.829 espectadores puede acoger el Metropolitano, con 57.000 abonados con asientos y 130.000 socios totales. Con esa distancia estructural se comprende que el Atlético fichara en 2016, con el Sevilla recién proclamado campeón de la Europa League por tercer año consecutivo, a Gameiro por 32 millones, o que pagara la cláusula de Vitolo de 35,8. Al revés es imposible.

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