Jesús Alba
Cuando el reloj se pare
Es hora de saber qué va a ser este Sevilla de García Pimienta, adónde se dispone a colocarse. Salvó el examen el día más complicado, cuando había mucho ruido alrededor de la visita del Getafe y el Sánchez-Pizjuán era un avispero. Ahí, sin hacer un gran fútbol –no entremos en paranoia tampoco– dio la cara ante un hueso duro de roer, un producto con la firma de Bordalás por poco material que tenga este año, como casi todos ya en esta Liga de la regla del 1:1 y los límites salariales.
Mendizorroza es otra prueba clarificadora. Una plaza sin enfermería y con el hospital más cercano a 200 kilómetros. El sábado emergió la figura alada de Jesús Navas, quien mandó por así decirlo las muletas al suelo para sacar a los suyos del atolladero. Porque este Sevilla no tiene mucho más, no se equivoquen. Hoy probablemente no esté el palaciego. Con lo que cuenta, y con lo que ha jugado hasta ahora en la Liga (un partido de titular en cinco jornadas), no está la leyenda para dos partidos en menos de una semana. O puede que sí, nunca se sabe porque su capacidad de sacrificio desafía todas las leyes de la medicina.
Pero sí estará con seguridad Saúl, ese líder cazado al vuelo que debe empezar a marcar el paso de este Sevilla cándido en las áreas. Una bomba contra sus propios intereses en defensa e inofensivo como una dieta blanda cerca de la portería rival. Debe ponerse las pilas Isaac, debe Iheanacho demostrar que tiene algo de amor propio y que no ha venido de paseo, pero, sobre todo, debe tocar García Pimienta las teclas que sean para que el Sevilla empiece a ser un equipo respetado y no un chiquichanca en esta Liga en la que se le permite a su presidente decir públicamente que lo que debe hacer la entidad nervionense es preocuparse de “meter goles”.
El Sevilla no es respetado en ninguno de los niveles en esta fútbol español y eso se nota a diario. Con los árbitros, en los comités, en los sillones de LaLiga..., donde lo han puesto a la altura del Huesca.
La cita en Vitoria supone para el equipo de García Pimienta un examen de la verdad. Habla el técnico de competir, pero sólo a ratos ante el Getafe ha dejado este grupo la sensación de que puede hacerlo. Por lo que sea, porque por la puerta han salido todos los futbolistas con un mínimo de personalidad, porque no hay calidad, porque son un flan en medio de un terremoto...
Ganar en una plaza en la que el balón a la espalda va a ser la moneda de cambio supondría una inyección de credibilidad a un proyecto ciertamente tocado. Pero esto es fútbol y nada es matemática ni cientificamente cuantificable.
Para añadir más morbo, la presencia de Joan Jordán es una amenaza a las conciencias. Es como ese martillito pilón en que se convierte cada golazo de Carlos Álvarez o Luismi Cruz, regalados por esta dirección deportiva, ojo, con la firma de los consejeros delegados.
Nadie echará de menos a Marcao en la defensa; puede que mucho más a Juanlu y, sobre todo, a Jesús Navas si no se levanta muy católico.
El Sevilla debe dar ese esperado golpe en la mesa, esa expresión que toda la afición entiende pero que al pobre Badé no le explicaron cuando le fue referida en una pregunta ante los medios.
El sevillismo anda expectante, pues no sabe hacia dónde apunta su equipo en mitad de la guerra institucional que amenaza con cambiar una sociedad de cabeza embocada a un ineludible cambio de ciclo. Pero todo eso será en los meses venideros y ya veremos qué rumbo toma.
Mientras tanto, a lo que hay dentro del vestuario lo único que le importa es construir con lo poquito que hay un equipo. ¿Será posible?
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