No hay dulce de leche en el laberinto
Sevilla FC
Diego Alonso busca el ovillo de Ariadna perdido en su decepcionante llegada a Sevilla, mientras Castro, Del Nido Carrasco y Orta rezan todo lo que saben para que empiece a ganar ya
Análisis: Una botella más vacía que llena
Como en el mito griego protagonizado por Teseo, Diego Alonso busca su identidad en un laberinto del que no halla la salida. Víctor Orta –algunos ya dicen abiertamente que en un ataque de director deportivo– le mostró el hilo de Ariadna, pero el entrenador uruguayo busca el ovillo que se le ha escurrido de las manos sin el que difícilmente podrá completar su empresa. Primero encontrar al Minotauro; después, darle muerte.
El derbi ha confirmado, posiblemente, los peores presagios. El charrúa anda perdido. Nadie niega que no pueda encontrar su camino, esa idea con la que cruzó el charco convencido de sí mismo y del Sevilla que tenía –y tiene aún– en la cabeza. “Queremos ganar, pero siendo nosotros”, decía en una de sus últimas ruedas de prensa. Pero la realidad está a menudo muy lejos de los deseos.
Aprecia el aficionado sevillista, ese raro animal vertebrado en cuyo corazón es fácil entrar pero muy difícil quedarse, que Alonso empieza a frecuentar peligrosamente por la serpenteante senda de la verborrea por la que se perdió Sampaoli, sin discusión el mejor vendedor de mantas que ha doblado la esquina de Eduardo Dato a la altura del Novotel. Lo grave es que encontró dos veces la puerta abierta dejada a conciencia por los señores de la finca.
Lo de Diego Alonso, para muchos, ya no tiene un pase más. Es una barbaridad, pero su cabeza pende ya de un hilo. Si algo bueno tenía la apuesta por el charrúa –posiblemente lo que encandiló tanto a Pepe Castro– es que su finiquito cuesta una pringá para lo que se mueve en el fútbol. ¿Y por eso se le eligió? En parte sí.
Como su admirado Enzo Francescoli, al que le tocó sufrir en sus primeras temporadas en Francia y en Italia, piensa que tarde o temprano conquistará el fútbol español. El Príncipe fue nombrado mejor extranjero en la liga gala en su segundo año y en el Calcio, donde brilló menos, también explotó tardíamente, tras dos años duros en el Cagliari. Su frialdad era a veces un problema.
Alonso, por su porte, lo recuerda un tanto. En la hierba era más caliente que el Mago de River y de la celeste. En la banda parece que es un híbrido y dicen que donde se transforma es en la intimidad del vestuario, donde su fuerte está en sus dotes para erizar la piel del futbolista.
Orta se la juega, el sevillismo espera ya escéptico el desenlace del próximo capítulo y Castro y Del Nido Carrasco, sobre todo éste, rezan todo lo que saben desde sus acolchados sillones en el palco y el mullido colchón de sus injustificados sueldazos. El club es ahora mismo un barco gobernado por una insegura tripulación aconsejada a golpe de histrión que no ha entrado aún en fase dramática, pero la bordea más de la cuenta. Cualquier triunfo, aunque sea con el colista o contra un equipo de Regional (dos de las tres victorias que alumbran esta campaña, aparte de otra ante un recién ascendido) tiene el valor de un doblón de oro.
La "idea"
El sevillismo teme que el uruguayo, como Sampaoli, se acabe pierdendo en su propia verborrea
Un refuerzo positivo como un simple partido ganado ahora mismo le vale anímicamente a la plantilla como un título. Eso quieren vender y es una prueba de cuánto de mimados están los llamados profesionales.
De domingo a domingo el crédito de Diego Alonso ha bajado en una semana lo suficiente como para estar con el agua al cuello, pero no lo bastante como para que se pierdan los nervios desde un comité de dirección que ha gastado demasiado pronto la bala del cambio de entrenador. Vigo, Londres y un derbi del que el Sevilla escapó a la carrera al encontrar Rakitic un túnel por el que huir han puesto las cosas difíciles para que el uruguayo vuelva a encontrar el ovillo perdido que le dio a Ariadna para hallar la salida.
Todos venden de cara al exterior una seguridad que no es real ni se le parece. El parón lo amortiguará todo con el paso de los días, pero no eliminará el duelo. La visita a la Real Sociedad aparece como otra amenaza (menudo calendario le tocó al sustituto de Mendilibar) y sólo un triunfo que se antoja cercano a lo milagroso puede hacer cambiar la tendencia de la opinión general sobre una apuesta que se sabía de riesgo y aun así se tomó.
Entre serie y serie inspiradora, Orta se agarra a la bombilla que se le encendió en aquella barbacoa en casa de Rabajda –al sevillista que vivió aquel despeño le sonará a chiste– mientras Alonso se pierde buscando al Minotauro. Asado y dulce de leche para ojeadores junto al Río de la Plata. No hay caramelos en el laberinto.
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