Ignacio Valduérteles
¡Ya pasó!
Siempre se podrá decir que toda esta reflexión "no suma" en puertas de poder meterse en una final. Tocarles la pandereta puede sonar a forofismo antes de un Sevilla-Leganés que puede hacer historia igual que a apocalíptico y catastrofista irse a la otra punta del barco después de un 5-1 en contra ante el Eibar. Esto es como lo de la botella o del vaso. Lo puedes ver medio lleno, lo puedes ver medio vacío... pero también hay quien prefiere coger el vaso y llenarlo él mismo.
Y como los que tienen que sumar son los que están dentro y cobran por ello -y muy bien, además-, al resto de los mortales nos queda analizar lo que vemos o lo que nos enseñan. Y si el equipo ahora de Montella juega a salvar la temporada en un partido ante el Leganés por el hecho de meterse en una final, aquí se van a explicar algunas de las claves de por qué el sevillismo hasta duda de que su equipo sea capaz de hacer frente a eso después de hacer el enésimo ridículo de la temporada que los gestores vendieron como la del proyecto más caro de la historia.
El Sevilla tiene el cuarto mayor de la Liga, por encima incluso del Valencia
El Sevilla, el de los más de 200 millones de presupuesto, recibió el sábado la quinta goleada del curso, esta vez una manita en el estadio que hasta hace nada era el paradigma del fútbol de Segunda División. El 5-1 en Ipurua, por mucho que Montella introdujera muchos cambios y tres debutantes, desnuda otra vez una desastrosa planificación que probablemente haya dilapidado (habrá curiosidad por ver cómo se maquillan las cuentas en la próxima Junta de Accionistas) millones y millones de beneficios en concepto de traspasos generados en los últimos años.
El volumen de negocio y la exigencia económica del Sevilla es tal que, a efectos contables, una final de la Copa del Rey no salva la temporada. Podrá hacerlo si nos quedamos en el romanticismo de la ilusión y el desplazamiento masivo de una afición ávida de volver a vivir momentos irrepetibles (con amigos, con familiares...) que ofrece poder disputar un título.
Pero jugar una final de Copa no garantiza disputar una competición europea, mucho menos una presencia en la Champions League, que es lo único que financieramente podría salvar la temporada en virtud de la inversión realizada y los compromisos de pago que ha adquirido el Sevilla, con jugadores con una ficha muy, muy alta y costes sin precedentes en materia de fichajes. Ya ha habido accionistas de cierto peso (y no sólo del bando que está pensando todo el mundo) que han encendido el piloto rojo y han avisado del riesgo asumido con el dispendio porque la sociedad no tiene la capacidad de un grande para generar recursos si no es a través de una macroventa o -el meollo de toda esta cuestión- entrar de nuevo en la fase de grupos de la Champions.
La viabilidad del proyecto, que ya se salvó por un pelo en aquel tiro al poste de Emre ante el Basaksehir, sólo se sustenta en que los de Montella puedan meterse entre los cuatro primeros. Todo lo demás será deficitario y llevará a pedir cuentas y responsabilidades a los gestores que lo han hecho posible.
Hoy día, el Sevilla está a siete puntos del tercer clasificado, que es el Valencia y a seis del cuarto, que, siendo el Real Madrid, se antoja inalcanzable, si bien este año entrar entre los cuatro primeros ya ofrece el billete directo a la fase de grupos y los millones que eso reporta, con su reintegro añadido de derechos televisivos y market pool.
Esto no es de ahora, sino de una decisión que viene de bastante atrás. Montella está tratando de reconducir sobre la marcha el rumbo de una nave que ha dado volantazos difíciles de entender en muy poco espacio de tiempo. Óscar Arias recibe críticas a diario, pero estas críticas se centran quizá exclusivamente en el acierto o no acierto de los fichajes cuando el responsable de una dirección deportiva, como el propio nombre del cargo indica, lo que debe hacer es marcar con sus decisiones la dirección por la que debe caminar una entidad en lo deportivo.
Cuando, aún con Monchi, el Sevilla decide cambiar el modelo de Emery a otra historia totalmente distinta con Sampaoli y Lillo, el club opta por cambiar totalmente el perfil del futbolista, eliminando velocidad y físico a cambio de toque y posesión de balón. La apuesta por Berizzo, ya responsabilidad de Arias, demostró un desconocimiento peligroso del verdadero modelo de juego característico del argentino, el marcaje hombre a hombre que negaron todos (empezando por el protagonista) y que acabó reconociendo el propio Arias en la presentación de Montella. "El patrón de juego de Berizzo, con unas señas muy marcadas, ha impedido que la plantilla desarrolle el fútbol que queremos", o algo así dijo el onubense. Berizzo se vendió como "una continuidad" del modelo Sampaoli sin serlo y el propio técnico, quizá viéndose ante la oportunidad de su vida, entró al trapo y aceptó el rol, pero claro, con futbolistas sin físico y, por supuesto, en ningún caso dispuestos a ir detrás de un tío todo el partido (origen del conflicto con N'Zonzi).
Según desveló Arias, en sus primeras conversaciones con Berizzo, éste negó que su intención fuera marcar al hombre en el Sevilla, argumentando que en el Celta eran los jugadores los que se lo pedían en vez de hacerlo en zona por encontrarse más cómodos a la hora del repliegue. Ahora, pese a que Paco Jémez ha desvelado estos días que "si hubiera esperado más habría ido al Sevilla", con Montella vuelve a un modelo más cercano a Emery que a los argentinos. Pero con futbolistas en la plantilla que se ajustan al perfil de posesión (Ganso, Franco Vázquez...) más que de velocidad, primer toque y físico para recuperar el balón, uno de los primeros problemas detectados por el italiano, el déficit para el robo. La llegada de Roque Mesa, aún por ver, también pone dudas con esto, ya que no es un jugador que destaque por su físico y sí por el juego en corto y la posesión. ¿Recuperador? En Las Palmas lo hizo bastantes metros atrás, donde juega N'Zonzi, y en un modelo muy específico, con muchos compañeros a su alrededor, ya que por su fisonomía corporal no es hombre de desplazamientos largos.
Óscar Arias ha negado dos veces -una menos que San Pedro- que haya cometido errores en su planificación. Estamos hablando de perfiles de jugadores. Llamémoslos decisiones discutibles contabilizar a Mercado como lateral derecho, renovar a Carriço, creer que Pareja con 34 años puede superar una lesión grave más y competir, pensar que un pivote de la liga mexicana puede tener ritmo de Champions o pasar de no tener nada más que un lateral izquierdo a juntarse con cuatro y tener que dejar a uno (Carole) sin utilizar y pagándole hasta final de temporada.
El descomunal gasto por Muriel para un modelo en el que no encajaba (con los espacios de ahora, sí) puede considerarse otra decisión discutible, todas las que han necesitado de los consiguientes retoques en el mercado de enero, que ha supuesto un gasto añadido al margen del finiquito desembolsado a Berizzo, que tenía dos años de contrato.
El Sevilla, tanto con el argentino como con Montella, ha recibido en cuatro partidos cinco goles (en Mestalla, cuatro) y las dos últimas veces ante Betis y Eibar. Suficiente para que el sevillismo tenga una duda razonable y tenga claro que meterse en una final, por mucho que lo celebre, no significa salvar la temporada.
Es una tontería pero no lo es. A ver, cada entrenador maneja su cuerpo técnico como desea, pero sin duda Montella querría tener a su primer ayudante a su lado en los partidos, pero las prisas en su contratación (hay que recordar que el Sevilla estuvo varios días sin entrenador entre la destitución de Berizzo y la elección del italiano) llevaron a no caer quizá en la cuenta de que su segundo técnico, Daniele Russo, no tiene el título que lo acredita para sentarse en el banquillo en España. Lo mismo ocurre con Enzo Maresca, figura que eligió el consejo por su conocimiento del club, y que no dispone del UEFA Pro exigible en LaLiga. Ambos se sientan en la grada.
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