Jesús Alba
Cuando el reloj se pare
La gran crisis del Sevilla
Según el pacto de gobernabilidad que firmaron en noviembre de 2019 José Castro, en representación de Sevillistas de Nervión (familias Alés y Guijarro) y José María del Nido Carrasco, en representación de su padre, es ahora a final de 2023 cuando debe producirse el turno pacífico en la dirección del club. Es decir, que Del Nido Carrasco pasará a ostentar la presidencia en enero de 2024 mientras que Sevillistas de Nervión debe nombrar un vicepresidente. Así, Castro pudo presenciar en el palco de un crispadísimo Ramón Sánchez-Pizjuán su último partido como presidente. El próximo, Sevilla-Athletic, 4 de enero, ya debería haber otro presidente.
Aún será presidente de iure, aunque de facto ya casi ejerce su sustituto, cada vez con más fuerza en las decisiones del club, en los partidos Granada-Sevilla y Atlético de Madrid Sevilla. Dos partidos clave, sobre todo el primero, frente a un rival directo por evitar el descenso.
No pudo tener un peor adiós el hombre que tomó el testigo de la presidencia hace 10 años, primero de forma interina, desde el 9 de diciembre de 2013, tras la obligada dimisión José María del Nido tras la notificación de la sentencia del Tribunal Supremo. Una década, así pues, habrá durado el mandato del dirigente utrerano, que en enero de 2014 ya fue confirmado de forma oficial como presidente.
Al final de esta década, Castro ha visto cómo se ha ido apagando su estrella pese a haber disfrutado durante su mandato de un periodo feraz en lo deportivo y lo económico, con un abrupto y pésimo final. El Sevilla durante su mandato siempre se clasificó para jugar competiciones europeas, casi siempre para la Champions además: hubo tres clasificaciones para la UEFA Europa League (tras las Ligas 13-14, 17-18 y 18-19) y siete siete clasificaciones para disputar el máximo torneo de clubes: tres por ganar la UEFA Europa League (títulos de 2015, 2016 y 2023) y cuatro por la vía de la Liga (2016-17, 19-20, 20-21 y 21-22).
Las últimas cuatro clasificaciones a Champions fueron de forma consecutiva, tres con Julen Lopetegui –en su primer año, el de la pandemia, quedó cuarto el Sevilla antes de levantar el trofeo de la UEL en agosto– y una con José Luis Mendilibar. Además, Castro afrontó la reforma del aspecto del estadio y la ampliación de la grada de Fondo, mejoras que se han quedado pequeñas, y la reestructuración y reurbanización de la ciudad deportiva, incluido el estadio Jesús Navas y la nueva área exclusiva del primer equipo.
Pero aun con esos logros y sobre todo esos cinco títulos de la Europa League, y las correspondientes finales de la Supercopa de Europa (perdió tres en la prórroga y una en los penaltis) más un par de finales de la Copa del Rey que el Sevilla perdió ante el Barcelona (2016 y 2018), Castro protagonizó el triste epílogo de escribir la página inédita de dos sustituciones de entrenador (Mendilibar y Diego Alonso) antes de Navidad -con el equipo decimoséptimo, igualado a puntos con el Celta, decimoctavo y primer puesto de descenso- y de presidir una Junta de Accionistas tremendamente convulsa, como reflejo de la guerra civil accionarial, en la que presentó por tercer año consecutivo un déficit (19,3 millones este año) que se suma los de 2021 (41,4) y 2022 (24,8) para un total de 85 millones de euros en negativo.
El contraste entre el hito de los cinco trofeos de la UEL y el déficit y la deriva de la entidad, en la que hace meses que ya va cediendo el testigo a Del Nido Carrasco, se vivió con la enorme bronca que escuchó en Nervión la última vez que se sentó en su sillón principal.
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