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El Sevilla naufraga en una crisis deportiva, económica e institucional amasada en decisiones de autor erróneas

Castro, Del Nido Carrasco, Monchi, Víctor Orta, Diego Alonso... todos han puesto su granito para llegar a la situación actual

El Sevilla condena la intimidación a Carolina Alés tras el partido ante el PSV

José María del Nido Carrasco y José Castro, en un entrenamiento. / Raúl Caro / Efe

La manera en que, en sólo 20 minutos, el equipo de Diego Alonso perdió un partido decisivo para su futuro en el que dominaba por 2-0 fue la mecha de una nueva explosión en el Sevilla, que se encuentra en un abismo que promete ser más profundo por no zanjar a tiempo una crisis que no sólo es deportiva, sino que parte de una viciada situación institucional que puede tener graves consecuencias en lo económico.

El fracaso del proyecto deportivo es la parte del iceberg que está fuera de la superficie, pero que esconde mucho más, sobre todo una guerra encarnizada por dos facciones en la propiedad que deriva en una parada técnica de la sociedad, pues el lunes de nuevo la Junta de Accionistas no aprobará las cuentas, ni las del presente ejercicio ni las del 21-22 que el consejo no sacó adelante.

Para entender toda esta situación, un breve recorrido por los protagonistas que más directamente han influido para que el Sevilla llegue a estas circunstancias puede arrojar alguna luz. No toda.

José Castro

Tiene fecha de caducidad y la sensación es que él la espera tanto o más que los que piden su paso atrás. Ha agotado totalmente el discurso, si es que lo tuvo alguna vez. No tiene sentido aguantar en el palco y escuchar en cada partido que le pidan a gritos la dimisión y desde el mismo club se palpa ya que ni pincha ni corta, que las decisiones importantes no pasan por él aunque dé la imagen de que sigue siendo –le quedan a lo sumo un mes y pico– el presidente.

Se ampara en el pacto para agarrarse al sillón, lo que cada vez más estamentos explican por no renunciar a un generoso sueldo que los pequeños accionistas propusieron limitar, como a todos los miembros del consejo de administración. Siempre le faltó el carisma que se necesita para ser quien es en el fútbol, aunque en contraprestación a ello tiene nada menos que 5 títulos de Europa League.

Del Nido Carrasco

Presidente in pectore desde hace meses, está próximo a su nombramiento oficial por parte del consejo. El enfrentamiento con su padre parece sacado de una novela televisiva al estilo Falcon Crest, difícil de entender, pero cierta. Ese distanciamiento ahora mismo insalvable que el tiempo –es de esperar– curará llegó entre otras cosas por los tributos de la transmisión de acciones necesaria en la familia en 2013. Es verdad que es el único de la alianza que está limpio, pues todos los demás tenían pactada una venta cuando metieron en el club a 777 Partners, pero se ha alineado claramente con un equipo de gestión quemado y en contra de quien tiene más acciones que nadie, que además es su padre. Muchos en el club (y fuera de él) creen que uno de sus grandes problemas es que está mal aconsejado.

Del Nido Benavente

El mazo incansable. Su ansia de recuperar el club le hace pasar por encima de todo y ni los reveses judiciales lo detienen. Más bien parecen darle más fuerza para seguir intentándolo y recurriendo. Ha ganado adeptos en la afición en los últimos meses aprovechando el descrédito de sus rivales y también más apoyos (en la Junta del 27 de julio ya controlaba la mayoría más uno). Juega en su contra el pacto con los americanos y su arrogante seguridad, que, eso sí, produce tensión en el consejo y llega a condicionar decisiones.

Monchi

Ya no está, pero para bien o para mal, su figura permanece en trazos que aún viven en el proyecto. Tiene derecho a equivocarse y se equivocó mucho, más de la cuenta, pero era la argamasa que evitaba que el edificio se cayera y que a veces milagrosamente brillara lo que brilló. Se fue –eso dijo– al ver limitado su radio de acción y pese a que perdió adeptos era una figura clave. Pararrayos, con entidad para tomar decisiones..., el vacío que dejó se nota.

Victor Orta y Diego Alonso. / Julio Muñoz / Efe

Víctor Orta

Llegó, hay que recordarlo, tras un casting comprometedor para sus autores. Braulio, Cobeño... fueron directores deportivos que sin haber empatado con nadie dijeron que no. Llegó con mucha ilusión e hizo aceptablemente el trabajo que se le encomendó en verano, reducir y abaratar la plantilla y tratar de rejuvenecerla, pero la primera ola de la presión contra Castro ya le hizo tragar agua. Se comió primero el sapo de Sergio Ramos (contrario a la fórmula elegida) y cuando le dieron el volante del autobús tiró por un atajo desconocido, Diego Alonso, que ha metido a la entidad en otro bosque del que no sabe salir. Sus historias (series sobre Magic Johnson, barbacoa en casa de Rabajda...) le restan crédito.

Diego Alonso

Fue el único que aceptó las condiciones que el Sevilla –sabiendo lo arriesgada de la apuesta– impuso. Sólo la temporada en marcha y un finiquito barato (así era la confianza). Quedó marcado el día que pillaron a Castro dudando de él aunque luego lo negara. Lógico. A cambio, la oportunidad de darse a conocer en Europa, un fútbol que nunca estuvo tan lejos de lo que se vive en Sudamérica, algo que debieron tener en cuenta.

No gana nunca y así es imposible. El domingo ya sí se la juega ante el Villarreal. Su gestión ante el PSV y sus explicaciones dan qué pensar. El miércoles dijo aquello de “no siempre se puede ganar”. Tela. El Sevilla gastó muy pronto la bala del cambio de entrenador. Sólo eso lo mantiene a día de hoy en el cargo, pero está muy, muy, muy tocado.

Sergio Ramos

Tras negarse hasta el desprecio a la prensa su fichaje –el detalle de Castro con el avión sobraba–, se salió con la suya en un arrebato en Madrid renunciando a mucho dinero en Arabia Saudí. Se le perdonó todo lo de su pasado y ya es un gallo en el corral, muy pronto, la verdad, pero no puede decirse que esté ayudando lo que se esperaba. Ha aparecido en demasiadas derrotas.

La afición

Todo lo mueve y todo lo puede. La inseguridad del consejo ha condicionado demasiadas decisiones erróneas: presión para destituir a Lopetegui, para renovar a Mendilibar, luego para echarlo...

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