Sueños esféricos
Juan Antonio Solís
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Desde mi córner
SIEMPRE, siempre, ganar es de obligado cumplimiento aunque haya formas y formas de lograrlo, pero hay días en que ganar es necesario como siempre y obligado como nunca. Y anoche tenía el Sevilla la tarea de romper esa racha que se eterniza desde aquel 26 de septiembre con goleada al Almería. Ni en Liga ni en Champions sabe el Sevilla a qué sabe ganar de local y anoche hasta hubo un momento en que parecía que iba a conseguirlo.
Y resulta que los de Quique entraron en escena con sensaciones muy prometedoras que arrancaron con aquel misil de Navas al larguero. Era un Sevilla fresco que apabullaba a un Alavés acoquinado que se quitaba de encima el vendaval como buenamente podía, pero esas sensaciones fueron diluyéndose a la vez que el rival le cogía el pulso a la pelea. Y como a perro flaco todo son pulgas, el Alavés encontraba un filón en ese caladero que es el centro de la defensa sevillista.
No se había llegado a la media hora y los nervios reaparecieron en Nervión para solaz de un Alavés definitivamente venido arriba que repetía la faena mediante Kike García y que no se va al descanso 0-3 porque Dmitrovic evita que el testarazo de García vaya a la red. Tras el descanso, más de lo mismo, Rioja perdona y Quique apela a la épica poniendo un doble ariete en escena mediante Mir y Mariano, que serán determinantes para recobrar la ilusión con un 2-2.
El empate llegó vía VAR al convertir en penalti un simple penaltito. Y ahí, con más de diez minutos por delante, Nervión acarició un triunfo que sabía a gloria, pero hay rachas interminables y a ésta del Sevilla no se le ve el fin. Otro agujero en el corazón de la defensa sevillista y Duarte fusila de cabeza para el definitivo jarro de agua helada tras una noche rica en jarras frías. Y ahora, de lleno en primera fila de cara a la zona innombrable. Era necesario ganar y tampoco pudo ser.
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