Visto y Oído
Francisco Andrés Gallardo
Emperatriz
Barcelona-Sevilla | Crónica
Sensaciones contradictorias para el Sevilla en su pobre defensa del liderato ante el Barcelona. El conjunto de Pablo Machín tal vez se pueda quedar con lo acontecido en el tramo final del litigio, en el que estuvo cerca de meterse en la pelea, pero mal haría en simplificar tanto el análisis. Eso no basta, este juego exige un nivel mínimo durante noventa minutos y pico y los nervionenses naufragaron por completo en el arranque y después tardaron demasiado en meterse en la pelea. Ni siquiera lo hicieron cuando el dios Messi se fue lesionado, algo que sucedió muy prontito, con casi 70 minutos por delante para haber tratado de enderezar la situación.
El Sevilla, por tanto, pese al maquillaje final, eligió la peor manera para caer en su visita al Camp Nou. Los blanquirrojos, que alardeaban de su condición de líderes en su afán por plantearles un pulso en lo más alto al gigante azulgrana, hicieron precisamente lo contrario, pues se retrasaron en exceso a la hora de comparecer en un recinto tan reputado. Comenzaron perdiendo desde el mismo vestuario por culpa de su laxitud en una basculación y se excedieron en el retraso para meterle el ritmo que requiere el fútbol a estos niveles.
Fue una pena, pues, para un Sevilla que, pese a las apariencias, jamás llegó a creerse de verdad que tuviera un mínimo de opciones de darle la vuelta a aquello. El equipo de Machín estuvo excesivamente fallón en los pases, cuestión en la que se origina el segundo tanto, que ya fue definitivo, antes del cuarto de hora. Y, sobre todo, fue incapaz de cambiar de marcha, de meterle una velocidad más al fútbol para haber inquietado siquiera con tiempo por delante a un Barcelona que se había quedado helado con la lesión, sobre todo por cómo fue, de su faro futbolístico.
Aunque todo estaba ya en ese momento en dos a cero había tiempo más que de sobras para haber intentado otras cosas, para haber inquietado a un Barcelona atolondrado sin Messi, algo que quedó corroborado con las alternativas en el tramo final. Pero no, el Sevilla siguió jugando al mismo ritmo, sin ninguna voluntad de alterar el desarrollo de los acontecimientos, de rebelarse contra esa situación con la que se había encontrado y, dicho sea de paso, a la que había contribuido con su pobrísimo desempeño.
Era un Sevilla que Machín había confeccionado de la misma manera que tan buenos resultados le había proporcionado en las últimas jornadas para conseguir cuatro triunfos consecutivos y sumar 12 puntos que lo habían llevado a lo más alto de la tabla clasificatoria. El entrenador soriano partió con ese planteamiento valiente con tres centrales, otra línea de tres por delante con Banega en el eje y los carrileros en los costados para después escalonarlo todo con Franco Vázquez y Sarabia antes de llegar a Andre Silva y Ben Yedder.
Hasta ahí, por tanto, todo normal, como en otras tardes triunfales, pero lo que no tuvo nada que ver fue el desarrollo. Porque el Sevilla partió sin chispa, sin capacidad de pelear los balones y así permitió el uno a cero, en una circulación barcelonista que fue terriblemente mal defendida en la basculación. Messi se encargó del resto al aprovechar un rebote para ponerle la pelota con todo a favor a Coutinho ante la nula cobertura de Jesús Navas.
Mala forma de partir en un recinto con tantos inconvenientes. Y peor aún se pondría la cosa cuando Arana estrelló un disparo durísimo en el poste en un contragolpe en la única opción de verdad para haber metido a los suyos en el partido. Porque poco después llegaría la indecisión entre Jesús Navas y Banega para que entre Luis Suárez y Messi la castigaran con crudeza. El dos a cero, sin haber roto a sudar los protagonistas, ya era una losa demasiado pesada.
Pero el fútbol depara muchas posibilidades de que las cosas puedan voltearse y el Sevilla se iba a topar con una circunstancia que pudo devolverlo a la senda de creer cuanto menos. Messi padeció una circunstancia idéntica a la que han venido sufriendo los blancos a través de las lesiones de Escudero, Mercado y Amadou. Por ahí, por el problema del argentino en el brazo, se entreabrió una puerta a la esperanza sevillista, pero para abrirla del todo era necesario que los futbolistas vestidos de blanco se lo creyeran y no fue así casi nunca.
El arranque del segundo periodo sí fue más aparente, sobre todo por las llegadas de Jesús Navas por el costado derecho, pero eso no le bastaba a un Sevilla que no le metió más maldad hasta que Andre Silva cabeceó para que Ter Stegen se luciera por primera vez y Franco Vázquez desperdiciara la opción del dos a uno. Ahí, sobre la hora más o menos, todo varió. Pero el castigo con el penalti transformado por Luis Suárez sería cruel.
Entonces, con tres a cero y las sustituciones que se iban produciendo, el Sevilla sí dio, más vale tarde que nunca, un paso al frente y pudo pelear de no lucirse de nuevo Ter Stegen ante Sarabia cuando el marcador registraba un 3-1. Pero no, por mucho maquillaje que dejara el final y pese a los piropos del exterior que pueda recibir por ese tramo, el Sevilla no había sido capaz de comportarse como el equipo de verdad que hasta ahora viene siendo con Machín. Y así es imposible, incluso con Messi en la enfermería.
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