Jesús Alba
Cuando el reloj se pare
Sevilla/La situación no tiene un arreglo sencillo porque no es un capricho. La decisión de Jesús Navas de colgar las botas cuando llegue el 31 de diciembre es firme y obedece, según él mismo no para de repetir –y no hay por qué dudar de su palabra porque ha demostrado que es un hombre de ley–, a un problema físico serio que lleva arrastrando desde hace años.
Es cierto que tiene una lesión crónica en la cadera que antes se le reflejaba cíclicamente en otras zonas en la cadena muscular (al principio el gemelo, luego los isquiotibiales, el abductor...), pero que ya le afecta a su vida diaria. Lo ha relatado él mismo: le duele al caminar y tiene miedo, literalmente, de quedarse cojo y no poder disfrutar, por ejemplo, jugando con sus hijos o, cuando le apetezca, echar una pachanga al fútbol 7 con los amigos.
Pero, ¿qué se puede hacer para convencer al futbolista, por la leyenda que es, para que intente seguir al menos hasta el mes de junio, que ayude al equipo en un año muy complicado?
¿Hay que recordar el feo episodio de su renovación en mayo? La guerra de comunicados acabó con un acuerdo, según el presidente, cerrado “en cinco minutos”, para que Jesús Navas siguiera hasta el 31 de diciembre, según explicó el futbolista, sin cobrar. Lógicamente, para que pueda seguir a partir de enero tendría que firmar un nuevo contrato y aportarlo a LaLiga, que, ojo, tendría que aprobar el control del fino límite salarial que tienen los blancos, que se han desplomado en este ranking alarmantemente en septiembre.
El Sevilla debería poner a disposición de Jesús Navas a los mejores especialistas médicos para que estudiaran bien su lesión y establecieran el mejor tratamiento y el plan de trabajo más adecuado para que el futbolista pueda alargar su actividad competitiva sin que aparezca el dolor que refiere. Un plan que, a sus cerca de 39 años, vaya mucho más allá de simples infiltraciones y que el Sevilla pague lo que haga falta para que Jesús Navas acuda a la mejores clínicas de Europa o del mundo (las grandes estrellas suelen acudir a los Países Bajos) y encuentre la confianza que necesita para seguir –por supuesto dosificándose– y que ahora no tiene.
García Pimienta, que ha dicho varias veces que quiere convencerlo para que siga, debe ser fundamental para encontrar un equilibrio. Modificar su rol en el equipo, que tenga menos desgaste defensivo, y por supuesto, que el propio Jesús Navas sea el que mande de acuerdo con sus sensaciones. Quizá el puesto de lateral sea ya mucho para el palaciego y su futuro sea volver, como ante el Getafe, a una posición más de extremo en el que explotar mejor su calidad en el desborde, el centro y el disparo. Que sea un jugador diferencial y que no dispute en ningún caso los 90 minutos de un partido.
Igualmente, el palaciego también tendría que poner de su parte. Él lo ha ganado todo y debe olvidar su idea de que tiene que entrenar como el que más o como cuando era un juvenil. El caso de Kanouté en sus últimos años debe ser su espejo. Aprender a dosificar también de lunes a viernes.
Jesús Navas necesita sentirse querido. En el Sevilla lo es, pero nadie olvida que el enfrentamiento con el consejo ejecutivo y la dirección deportiva al final de la temporada pasada erosionó de algún modo la relación de todo, y de su entorno también. Para él, el Sevilla, como entidad, es lo más grande, es su vida, y sabe que va a tener un futuro de algún modo vinculado a la casa. Pero si recibe más cariño y atisba un proyecto serio se podría comprometer a echarle un último pulso a su lesión. También debe sentirse importante. Que hasta la quinta jornada no haya sido titular en el Sevilla cuando jugó con la selección un partido de élite total en la Eurocopa se supone que ha sido por cuestiones médicas. Si no...
No será nada fácil, el dolor es muy personal y Jesús no miente, pero los que mandan están en la obligación de intentarlo. La pregunta es: ¿está el Sevilla preparado para llevarlo a cabo?
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