Análisis
Santiago Carbó
Algunas reflexiones sobre las graves consecuencias de la DANA
Rayo-Sevilla | Informe técnico
Fundamental, vital, providencial. Todo eso y más fue la victoria del Sevilla en la caja de cerillas de Vallecas, siempre incómoda. Quique Sánchez-Flores va descubriendo cosas buenas: que Nyland es mucho mejor que Dmitrovic ahora mismo, que en el repliegue, mejor defender con tres centrales para responder con cantidad a la falta de calidad, y sobre todo, que la sociedad entre En-Nesyri e Isaac Romero promete peligro y quizás goles. Y en el Ramón Sánchez-Pizjuán deben erigirse en un dúo clave para generar peligro y goles. En la segunda parte, el equipo fue respirando de forma progresiva. Le sentaron algo mejor los cambios que a un Rayo que apretó más en el inicio de la segunda parte que al final.
Cuando tocaba defender, Acuña se cerraba como tercer central en el perfil izquierdo e invitaba a Lucas Ocampos a guarecer la banda siniestra. En ataque, el primero se abría a su querencia natural y el segundo trataba de dar salida por ese flanco.
No obstante, la sensación de peligro flotó en el área de Nyland cada vez que el Rayo ganaba el balón dividido o la segunda jugada en el centro del campo. La zaga sevillista colgaba en largo, la rayista despejaba y ahí los Sow, Soumaré y Agoumé pocas veces se impusieron, y los madrileños, una vez ganado el cuero en la medular, se proyectaban con celeridad por fuera con Álvaro García por la izquierda e Isi por la derecha. Estaban los rayistas más vivos, más atentos en la distancia corta.
A Agoumé, como a Soumaré, le costó anclarse por delante de la zaga, con su ritmo diésel fue superado a veces por la intensidad del Rayo y eso generó dudas en los centrales, que dudaban si salir de su zona o no.
La entrada de Hormigo por un cansado Acuña y de Óliver por Sow le sentó bien a un equipo que sufrió demasiado en el inicio de la segunda parte. La acumulación de piezas ofensivas del Rayo le sentó peor a los madrileños, que perdieron capacidad de desequilibrio desde atrás. Ahí crecieron Marcao y Badé.
La lucha sin respiro de Isaac Romero con los centrales fue más efectiva con En-Nesyri de socio. No es lo mismo tener dos referentes que uno para incordiar y ensuciar los ataques del Rayo Vallecano desde atrás y al mismo tiempo, estar atentos a lo balones sueltos, como en el caso del marroquí con ese rebote de Aridane en el 0-1.
Ocampos estuvo incómodo en la izquierda y curiosamente tuvo que aparecer puntualmente por la derecha, en el gran saque de Nyland, para prolongar de cabeza y que Isaac, con su control orientado, asistiera a En-Nesyri.
Ese nuevo dúo de vanguardia mezclaron bien, cada uno con sus virtudes.
El equipo sigue sintiéndose frágil. La confianza radica arriba y la clave será que se extienda atrás con goles y resultados positivos.
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