No le compraron el mensaje a Julen (1-1)

El Sevilla le juega de igual a igual al Barcelona y se gana un punto de ley, pero sus futbolistas no tuvieron la osadía que le transmitió el técnico vasco con sus cambios ofensivos

La ventaja inicial no duró ni un minuto

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De Jong dispara con fuerza para anotar el gol sevillista en el Camp Nou.
De Jong dispara con fuerza para anotar el gol sevillista en el Camp Nou. / Alberto Estévez / Efe

El Sevilla demostró en el Camp Nou que es capaz de jugarle al Barcelona de igual y igual, con lo cual ya ha dado un paso de gigante, otro más, y no le tiemblan las piernas a la hora de pelearle un partido, o lo que sea, al gigante en el que aún juega Leo Messi. Sin embargo, los sevillistas abandonaron el Camp Nou con una sensación extraña, incluso agridulce a pesar del empate final, algo que no es tampoco demasiado habitual en semejante recinto deportivo, sólo cuando están las gradas vacías y silentes.

Los sevillistas no fueron capaces, tal vez por falta de energías, de seguir el mensaje valiente que le enviaba Julen Lopetegui desde esa grada en la que seguía el litigio por su partido de sanción. Al técnico vasco le faltó meter en el juego al delantero del filial, si lo hubiera tenido, para que los suyos dieran un paso más si cabe y fueran capaces de volver con las tres puntos hasta Sevilla, pero en esa fase la sensación que transmitieron los futbolistas fue que no creían del todo en semejante propuesta ofensiva.

Fueron entrando en el segundo periodo sucesivamente En-Nesyri y Munir por Suso y Ocampos en las bandas, después lo haría Carlos Fernández por De Jong y hasta Óliver Torres por Joan Jordán. Todas eran decisiones que transmitían espíritu osado, ganas de conquistar la cima del 'ochomil' por parte de quien toma las decisiones a la hora de manejar los peones, pero a los futbolistas, salvo el siempre osado Koundé, les faltó ese espíritu aventurero necesario para creer a pies juntillas en lo que manaba desde el banquillo.

Incluso, por qué no decirlo, semejante indefinición estuvo a punto de costarle hasta ese punto de ley que se habían ganado los sevillistas no siendo en ningún momento inferiores a este Barcelona. Se acababa de entrar en el tiempo de prolongación cuando la tuvo Trincao y se tuvo que lucir Bono al taparle toda la portería al portugués con su salida.

Hubiera sido demasiado cruel que el Sevilla hubiera tenido que abandonar el Camp Nou sin ningún rédito en su saca, pero así es el fútbol, depende de los goles que anota cada equipo para luego establecer quién es mejor y quién es peor. Pero, claro, los guardametas forman parte de los equipos y el marroquí volvió a estar espléndido en esa acción para que todo finalizara en las tablas que figuraban desde el minuto 10.

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Porque los dos goles no tardarían mucho en subir al electrónico del Camp Nou. La puesta en escena del Sevilla no pudo ser más valiente. Julen Lopetegui no se guardaba absolutamente nada, apostaba por todos los titulares, los once que ahora mismo figuran en todas las apuestas para cada alineación y hasta ahí todo era más o menos lo previsto. Lo que tal vez fuera menos pensado por todos es que el cuadro nervionense se fuera a presionar al Barcelona hasta su área pequeña, hasta el saque de Neto hacia uno de sus dos centrales.

Los visitantes lo hicieron durante todo el litigio, hasta el mismo minuto 90 sin importarles los riesgos que tomaban tanto al desproteger sus espaldas como en el desgaste físico que eso conlleva durante 96 minutos en un campo tan grande como el Camp Nou. ¿Quién dijo miedo? La tropa de Lopetegui se iba arriba con decisión y le pegaba un buen baño táctico al Barcelona, al que lo desactivo por completo hasta el punto de provocar que Messi no fuera esa trituradora habitual cada vez que se cruza con los nervionenses.

Fruto de ello, ya llegó el primer aviso en el primer córner ensayado. Era el minuto 4 y a Rakitic se le fue el cabezazo alto, pero el Sevilla había dejado su tarjeta de visita sobre el plan de salida. Y siguió sacando de esquina metiéndole el susto a Neto, Piqué y Busquets hasta que halló el premio bien prontito. Koundé va al salto, el balón se queda muerto y Luuk de Jong conecta un zurdazo inapelable.

El Sevilla, pues, había conseguido lo más complicado, que es ponerse por delante en un Camp Nou que había sido su tumba durante no sé cuántas temporadas seguidas, dicen que desde que Ansu Fati tenía un mes de vida. Mucho antes pues del pillaje de sacarlo de la cantera sevillista. Pero esa cuestión no es de la que se trata en el análisis de este encuentro.

Los blancos podían sacar aún más rédito de su osado plan inicial si eran capaces de añadirle una pizca de nervios a este Barcelona de Koeman en pleno proceso de gestación. Nada, el empate llegó en un plis plas por un error puntual de Jesús Navas. El palaciego fue al límite a una pelota que Messi dirigió hacia su lugar preferido, es decir, Jordi Alba y el balón se le quedó en bandeja a Coutinho para marcar casi a puerta vacía.

Todo volvía a estar como al principio, salvo que se producía por un regalo del propio Sevilla. Pero este equipo es fuerte en lo anímico y no dio ni el más mínimo paso atrás. Los blancos fueron siempre valientes en su planteamiento y no permitieron al Barcelona asustar en exceso a Bono. Fernando, incluso, pudo poner el 1-2 en una contra, pero el pase de Jesús Navas, con todo a favor, no fue propio de ese gran servidor de los demás que es el palaciego.

Todo transcurrió con normalidad en el primer acto hasta que el Sevilla se dio cuenta de las deficiencias físicas del Barcelona y fue capaz de dar un paso adelante. Después de que Araújo estrellara en su larguero una buena internada de En-Nesyri, Rakitic la tuvo al borde del área, Koundé remataba todos los córners del mundo, siempre fuera, y otra vez el delantero marroquí tuvo un nuevo cabezazo franco.

Pero el Sevilla no llegó a adelantarse de nuevo pese a los mensajes que le lanzaba su entrenador y ya en la recta final, cuando el Barcelona parecía más fatigado, con Frenkie de Jong de mediapunta, fue cuando sufrió más Bono. Al final, todos se repartieron el premio como buenos hermanos y, eso sí, el Sevilla dejó la sensación de poder pelear de igual a igual con este Barcelona, al menos en esta cita, que otra cosa será a más largo plazo.

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