Las Ciencias del abuelo, las Letras del padre
calle rioja
Machado y Núñez fue alcalde y rector, el hombre de Prim en Sevilla
El interés por los Machado no deja de crecer. La exposición Los Machado. Retrato de familia hubo que prorrogarla en la Real Fábrica de Artillería. Una muestra que han comisariado Alfonso Guerra y Eva Díaz Pérez, ambos de la Academia Sevillana de Buenas Letras. Las modas pasan, caducan o se transforman. No es el caso de estos dos hermanos cuya estela no deja de agigantarse. El frío castellano, campos de Soria en el parque de María Luisa, obligó a cambiar el escenario de la conferencia de Eva Díaz Pérez en la Biblioteca Rector Antonio Machado y Núñez titulada Los Machado. Una estirpe intelectual.
Machado y Núñez fue alcalde y rector, el hombre de Prim en Sevilla
Esta Biblioteca está situada entre el Pabellón de México de la Exposición del 29, muy en consonancia con el americanismo del abuelo y el padre de los Machado, con motivaciones bien diferentes, y el cuartel de Eritaña de la Guardia Civil. Un edificio que nació como hotel para las visitas de la Exposición Iberoamericana de 1929 y acoge al cuerpo creado por el duque de Ahumada en 1844. El año que Antonio Machado y Núñez (1815-1896) llega a Santiago de Compostela para ocupar en esa ciudad la cátedra de Física y Química. En la capital de Galicia, la ciudad donde debutará con el Betis el futbolista Joaquín Sánchez, nace dos años después Antonio Machado Álvarez, Demófilo (1846-1893).
“La familia ha sido el gran descubrimiento de los Machado”, dice Eva Díaz Pérez. Sin esos antecedentes no se entienden muchas de las inquietudes de estos dos hermanos, uña y carne del teatro, del regeneracionismo. La exposición ha servido para desmontar “el mito de las dos Españas en las que continuamente nos quieren colocar”.
El jueves 23 de enero se inaugura la exposición en Burgos, segunda escala de una gira que terminará en la Academia de la Lengua en la que ingresó Manuel el 1938, con un discurso leído en San Sebastián, y en la que nunca lo hizo su hermano Antonio. Santiago Muñoz Machado, cordobés de los Pedroches, director de la Academia, será el anfitrión de ese momento tan esperado.
La exposición de Sevilla coincidió con el 150 aniversario del nacimiento de Manuel Machado (1874-1947), vida capicúa. La muestra en Burgos tendrá lugar en este año que conmemora el 150 aniversario del nacimiento de su hermano Antonio (1875-1939). Como buenos hermanos, el destino ha querido que se intercambien las ciudades de referencia.
Siempre están volviendo al Sur. Con 9 y 8 años, Manuel y Antonio, respectivamente, viajan con su familia a Madrid. Su abuelo, gaditano de cuna y de convicciones (nace tres años después de la Pepa) quiere que se eduquen en la Institución Libre de Enseñanza. Antonio se estrenará como catedrático en Soria y volverá a Baeza destrozado por la muerte de su jovencísima esposa, Leonor Izquierdo. Con la fatalidad de las fechas. La Semana Trágica de Barcelona les fastidia la luna de miel y la fiesta nacional de Francia se convierte en una pesadilla cuando intentan buscar un médico en París. Y Manuel regresa a Sevilla para terminar su bachiller en el instituto San Isidoro y convivir con la rama trianera de su familia materna.
En Burgos o en Colliure siempre tienen a Sevilla, una ciudad, en palabras de Antonio Machado, “fuera del mapa y del calendario”. La Biblioteca Rector Antonio Machado y Núñez es un hervidero de jóvenes estudiantes que leían o repasaban. Junto al lugar de la conferencia, colocaron unos expositores con materiales de la exposición que viajarán a Burgos. Por ejemplo, los Catálogos de peces y de aves del abuelo de los Machado, que fue “uno de los primeros ecologistas”, en palabras de Eva Díaz, uno de los primeros en destacar la importancia de Doñana, donde ubicó la presencia de linces y hasta de camellos en Almonte.
La ciencia y la naturaleza le llegan por el abuelo: zoólogo, antropólogo, histólogo, médico, aunque la medicina la abandonó por una traumática experiencia. Fue rector de la Universidad. Políticamente, fue “el hombre de Prim en Sevilla”, fue gobernador civil y durante cinco días, del 5 al 10 de enero de 1874, en la Primera República, alcalde de Sevilla, el año que nace su nieto Manuel en la calle San Pedro Mártir.
Manuel Machado aprendió a distinguir los palos del flamenco gracias a Antonio Machado Álvarez, introductor del Folklore en España. En su caso, no era una ciencia infusa. La espita la abrió la madre de Demófilo, Cipriana Álvarez Durán, la abuela de los Machado, que todas las noches les contaba a sus nietos “cuentos de abencerrajes, damas enamoradas y crímenes olvidados”. Compartió las inquietudes por lo popular de Emilia Pardo Bazán y Cecilia Böhl de Faber (Fernán Caballero) y llegó a estar seis meses viviendo en Llerena para recoger “cuentos, refranes y trabalenguas”. Además, pintaba. Retrató a sus nietos. El retrato de Manuel Machado ha estado en la exposición. El de Antonio acabó en la Hispanic Society de Nueva York.
Los libros de Antonio Machado fueron editados en Argentina en los primeros años del franquismo. Su abuelo y su padre cruzaron el Océano Atlántico. Antonio Machado y Núñez, para hacer exploraciones científicas en Guatemala, en Nicaragua, donde fue testigo de la erupción del volcán Cosigüina. En el caso de Antonio Machado Álvarez, fueron razones más alimenticias, un trabajo en Puerto Rico, donde empeoró su salud para morir en su casa de la calle Pureza tres años antes que su padre, el abuelo de los poetas.
En el jardín que rodea la Biblioteca Rector Antonio Machado y Núñez campan a sus anchas un grupo de pavos reales. Parece un complemento del Gabinete de Historia Natural del titular de esta biblioteca. El gaditano que tuvo en Galicia a su único hijo. El folclorista que conoció a Ana Ruiz, trianera de la calle Betis, en un avistamiento de delfines en el río Guadalquivir que recogió entre otros el cronista de la ciudad Manuel Chaves Rey, padre de Manuel Chaves Nogales.
La primera imagen que aparece en la conferencia de Eva Díaz Pérez es el palacio de Dueñas. “… Y un huerto claro donde madura el limonero”. Cuando nace Antonio, Manuel está a punto de cumplir un año. Los niños del palacio. Después nacerían José, Joaquín, Francisco y Cipriana. Gregorio Marañón llamará al siglo XIX “el siglo liberal de los Machado”. Un siglo en el que nacen las tres generaciones: el abuelo que introduce a Darwin en España, que es discípulo en París de Mateo Orfila (titular de la calle del Ateneo), padre de la toxicología; el padre que difunde una ciencia que hace furor en Europa, el Folklore; y los hijos, que triunfan en los escenarios con obras como La Lola se va a los puertos, que muchos años después llevó al cine Josefina Molina con Rocío Jurado poniéndonos la piel de gallina cuando canta el himno de Andalucía. La Arcadia de Manuel y de Antonio, miembros de una estirpe fértil en el afecto y en el intelecto. Los Machado, comparables según Eva Díaz Pérez a los Mann, las Brönte o los Goncourt.
Este viaje de Sevilla a Burgos con el legado de los Machado va a ser mucho más gozoso que el que hizo Manuel Machado con su esposa y prima Eulalia Cáceres para visitar a su cuñada monja, Carmen Cáceres, en el día de su santo, patrona de los marineros. Allí empezó la leyenda, hoy diríamos bulo, de los dos Machado. Una ratonera involuntaria. Para desmontarla no hay más que remitirse a sus comunes referencias: las ciencias del abuelo sabio, el amigo de Francisco Giner de los Ríos; las letras del padre que deshizo el camino de Santiago; y las pinturas y las leyendas de la abuela cuentacuentos. Campos de Castilla, palacios de Sevilla.
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