Caso Acuña: El Sevilla, al pairo del mercado
La falta de ofertas formales por Badé o Montiel pone sobre la mesa la cruda realidad de un Sevilla obligado a deshacerse de Acuña a precio de saldo y a buscar un relevo contra reloj
El club quería darle salida al lateral por distintos motivos, pero la primera oferta ha sido tardía y muy a la baja
El Stuttgart se cansa de esperar a Badé y ya busca otras opciones
Las cifras de Acuña: el ahorro y los bonus por rendimiento
La economía de guerra era esto: el Sevilla traspasando a uno de sus mejores jugadores a precio de saldo. La necesidad acucia al club de Nervión, que se ha propuesto hacer tabla rasa y empezar de cero reduciendo a toda costa el coste de la plantilla a la mitad. Por pura supervivencia y para iniciar una nueva etapa que recuerda muchísimo a los tiempos de arcas vacías de principios de este siglo, cuando Augusto Lahore, que en paz descanse, metía miedo con las telarañas de la caja de caudales. Esto es difícil de asimilar y la salida de Acuña, por cómo se ha producido, ha levantado muchas ampollas.
El comité de dirección del Sevilla lo tiene claro: la obligatoria prioridad es dejar el coste de la primera plantilla profesional en la mitad de lo que costó la pasada temporada, que se fue más allá de los 160 millones de euros. Si está el coste más cerca de los 70 que de los 80, mejor.
Una plantilla al 50% y el límite salarial
Pero es que además LaLiga no hace distingos y el heptacampeón de la Europa League, el club que disfrutó cuatro años seguidos de la Champions, se tiene que adaptar a la realidad de un límite salarial superado por una plantilla que ya no respondía a su elevado coste. El primero, Acuña, que cumplía contrato además. Era incierto que este club tuviera estructuras tan fuertes como para codearse con la élite europea. La Champions eleva los costes de los profesionales enormemente y en cuanto no hay competición europea, tragedia.
Así las cosas, el Sevilla se ve entre la espada del límite salarial que impone LaLiga y la pared de un mercado inclemente en el que el débil, en este caso el muy debilitado Sevilla Fútbol Club, está al pairo de la oferta y la demanda.
Sin oferta por Montiel, citado por Scaloni
Por Badé llegó un interés del Stuttgart que se quedó en nada por la negativa del jugador a ir a Alemania. Está a gusto en el Sevilla. Y por Montiel no se sabe nada del Nottingham Forest, el club en el que estuvo cedido y que presuntamente volvería por él a la carga. El lateral derecho tiene cartel en otras ligas y, de hecho, ha sido citado por Lionel Scaloni de nuevo para los próximos partidos oficiales de Argentina, no así Acuña. Pero oferta formal no llega...
El comité de dirección esperaba encontrar una solución a Acuña en forma de salida desde tiempo atrás, porque el futbolista ya hacía un año que entendía que su ciclo en Nervión había terminado. Pero hasta el pasado fin de semana, a falta de 13 ó 14 días para el cierre del mercado, no ha habido ninguna oferta firme por el futbolista de 32 años.
Javi Galán no es la primera opción
Y esta primera oferta, procedente de River Plate, ha resultado irrisoria, por mucho que los que hacen las cuentas y miran los balances entiendan que es una operación positiva porque alivia muchísimo la masa salarial, en unos 7 millones de euros, y dejará ingresos en forma de bonus por rendimiento hasta 2027. Hay que ver qué relevo llega y en qué condiciones económicas. Javi Galán, que cobra muchísimo en el Atlético, es sólo una opción, no la única.
La pregunta es por qué no atendió el Sevilla hace un año la oferta del Aston Villa por Acuña, si ya su actitud -lo que rodeó al Mundial de Catar hizo daño-, su edad y su predisposición a las lesiones invitaban a un traspaso en su penúltimo año de contrato. ¿Porque no superaba los 7 millones de euros, con variables? ¿O porque el director deportivo del equipo comprador era Monchi?
En los negocios hay que apartar el honor y mirar el realismo y la necesidad. Y a eso se ha visto obligado el Sevilla un año después, a la fuerza, sin ingresar casi nada, por mucho que financieramente el club lo agradezca. Es la realidad de lo que eufemísticamente se llama economía de guerra y lo que más crudamente debería llamarse miseria.
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