1+8-9+0, la calculadora arroja un cero de castigo (1-1)

El Sevilla recibe un durísimo castigo a su especulación durante todo el segundo tiempo con el marcador a favor

El equipo de Lopetegui se fue por primera vez en la Liga por delante en el descanso en el Ramón Sánchez-Pizjuán y después se dedicó a que pasara el tiempo sin tratar de rematar al Valladolid

El vídeo del empate del Sevilla con el Valladolid

Bono no puede llegar al disparo de Raúl García que supuso el 1-1-
Bono no puede llegar al disparo de Raúl García que supuso el 1-1-

Merecedísimo castigo para el Sevilla de Julen Lopetegui. La volea a la escuadra que enganchó Raúl García Carnero con dirección a la escuadra de la portería defendida por Bono fue un rejón certero contra la especulación que mana del banquillo que dirige el entrenador vasco. No se puede racanear tanto, jugar siempre pendiente de la calculadora, de no correr el mínimo riesgo para sacar los tres puntos. Porque con tantos cálculos, en un deporte que acapara tantas circunstancias incontrolables lo que ocurre es eso, que 1+8-9-0 es cero y en este caso, al menos, se quedó en uno.

Es el resumen precipitado del discurrir de un Sevilla que provocó la decepción de todos los suyos en una noche de perros, con lluvia constante durante la mayor parte de la cita. Pero Lopetegui ha acumulado méritos para ser elevado a los altares por el sevillismo, y de eso nadie tiene la menor duda, pero no se le puede echar el freno de mano a un equipo para que después ocurra lo que sucedió.

Porque si Raúl Carnero no hubiera estado en ese sitio justo para meter ese zambombazo perfecto a la cruceta probablemente este relato de los hechos hubiera sido otro bien diferente. Pero, claro, se trata, ni más ni menos, que si mi abuela fuera mi abuelo… No, no y mil veces no, el Sevilla jugó con fuego durante gran parte del segundo periodo y finalmente se quemó.

El Sevilla jugó una primera media hora mucho más dinámica que en otras comparecencias en el Sánchez-Pizjuán

¿La culpa es de sus futbolistas por dar un paso atrás o sencillamente en una filosofía de vida que mana del cuerpo técnico que tan bien los entrena durante el laboratorio semanal? Debe ser un poco de las dos cosas, está claro, pero no es la primera vez que los blancos dan un paso atrás cuando ya tienen encauzado el triunfo en un partido y otras veces se han librado de la tragedia por las circunstancias que tiene el fútbol, porque el cabezazo del delantero se estrella en el guardameta, porque el ejecutor material estaba en ligero fuera de juego o porque Koundé comparecía de forma milagrosa entre los tres palos.

En esta ocasión, no fue así, Koundé despejó un córner hacia atrás y el conjunto de las piezas del mecano sevillista estaban tan hundidas casi en el área pequeña que Raúl Carnero apareció por allí sin nadie que lo estorbase lo más mínimo. Y el castigo no pudo ser más cruel, dos puntos menos en el casillero de los blancos. Es muy pronto, queda mucha Liga dictaminan tanto la realidad como el libro de los tópicos, pero, ojo, estos dos puntos ya no vendrán más, igual y consigue un pleno de aquí al final del campeonato, pero estos ya han volado y lo peor es que lo hicieron por la especulación tanto del banquillo como de todos los futbolistas.

La metamorfosis después del uno a cero fue realmente increíble, ya nadie quisiera arriesgar

Anótese con prontitud una circunstancia relevante. Era la primera vez que el Sevilla se iba por delante en el marcador en un partido liguero disputado este curso en el Ramón Sánchez-Pizjuán y en esas circunstancias tan inéditas no hay más que ver el juego que desarrolló con posterioridad para explicar algunas cosas.

Paradójicamente, el fútbol del Sevilla había tenido infinitamente más dinamismo desde el comienzo. Guiados por un Rakitic que esta vez sí adquiría protagonismo en la construcción del fútbol, los sevillistas eran capaces de llegar hasta el área de Masip e incluso de crear alguna ocasión clarísima para marcar.

Porque si los tres primeros disparos de Rakitic, dos de ellos en sendas faltas cerradas a las manos de Masip, era simples acercamientos, no se puede decir lo mismo de la oportunidad que se le presentó a Ocampos en el minuto 11. Rakitic aprovechaba un defectuoso saque de Masip para colocar un balón profundo prácticamente a la primera por el centro de la zaga. No suele ser muy habitual esta acción en un Sevilla mucho más acostumbrado a asegurar los pases, por mucho que lo ejecuten sus hombres con celeridad.

Pero, como sucediera en el segundo gol de En-Nesyri en Rennes, un futbolista vestido de blanco se plantaba en solitario delante del guardameta del adversario. Lo vio tan fácil Ocampos, cabe suponer, que optó por una exquisitez en lugar de asegurar. Balón picadito por encima de la salida de Masip y el esférico se iba de lleno al larguero para que el Sevilla dejara escapar una de esas oportunidades que son casi mirlos blancos en su discurrir.

En la segunda mitad la hoja de notas dictamina que sólo es reseñable un disparo de Ocampos cruzado

Sin embargo, esa constancia en las llegadas permitía aventurar un litigio diferente, un choque contra un Valladolid que sí permitía más las incorporaciones desde la segunda línea, aunque todo esto no tiene ningún valor si el balón no acaba alguna vez dentro de las redes de la portería del contrincante y al Sevilla, como siempre, le costaba materializar ese dominio, ese fútbol con muchas permutas y también profundo incluso.

Este deporte, sin embargo, tiene sus chispazos inesperados. Uno de ellos tuvo lugar en un mal despeje de Jesús Navas, que la dejó en la corona del área con todo a favor de Óscar Plano. El disparo de éste iba a ser bastante defectuoso, nada que ver con el postrero de Raúl Carnero en circunstancias más o menos parecidas, y poco después llegaría una de esas jugadas que se han impuesto en el balompié de la contemporaneidad. Un penalti, según los rigores que se llevan, pero que no deja de ser doloroso cuando tiene lugar en contra de los intereses propios. Una falta lateral, un toque de Ocampos de cabeza y el lógico impulso con los brazos de Fede San Emeterio interrumpe la trayectoria del esférico.

Bueno, Gil Manzano lo considera penalti, su colaborador en la sala VOR no lo desmiente para nada y ahí, como suele ser habitual, sí aparece la sutileza de un Ocampos que tiene dos caras diferentes como finalizador según esté la acción en movimiento o se dilucide desde los once metros. El Sevilla, por primera vez en el curso en el Ramón Sánchez-Pizjuán, se iba a ir al intermedio por delante en el marcador.

El Valladolid ya pudo igualar con un taconazo de Marcos André al poste, pero ni siquiera ese aviso sirvió

Era algo inédito que así fuera y en buena lógica bastaba con seguir con la misma dinámica para buscar la sangre del Valladolid en alguna contra, tratar de aprovechar que los pucelanos iban a dejar más espacios a sus espaldas. Permítanme una sonrisa al repasar la hoja con las anotaciones. Sólo figura una buena jugada de Ocampos en el minuto 56 con un disparo que salió fuera por poco. Antes, en cambio, Marcos André ya avisó de lo que podía suceder en cualquier momento con un taconazo al poste.

No le sirvió la advertencia a Lopetegui y los suyos, el único plan era dejar pasar los minutos sin que allí sucediera nada, controlar siempre la situación con la propiedad casi absoluta del balón con la exclusiva intención de que allí no sucediera nada. Pero no, en el fútbol, como en la vida, no se puede controlar todo sin el más mínimo riesgo. Volea a la escuadra y 1+8-9+0 es un cero rotundo para la dirección técnica del Sevilla. Así lo dictamina la calculadora.

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