Una búsqueda a ciegas

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El Sevilla, en el estreno de Caparrós, se obliga a tirar de raza para salvar la campaña en brazos de un modelo opuesto al inicial

Europa, y mucho más, está en juego

Una búsqueda a ciegas
Una búsqueda a ciegas
Jesús Alba

04 de mayo 2018 - 09:02

Acorralado por las circunstancias, el Sevilla inicia hoy una nueva era. Una etapa impredecible, llena de incógnitas, pero sobre todo un nuevo camino que llega como fruto -y como remate de los tomates- de una búsqueda imposible, una búsqueda a ciegas en la que la dirección del club ha estado presidida por volantazos sin sentido, por impulsos movidos por el temor, pánico incluso, a la crítica feroz de un sevillismo que mientras ha estado ilusionado con una final y con un histórico camino en la Champions, no se ha parado a emitir un juicio.

En el momento en el que Unai Emery puso un pie en la calle, el Sevilla decidió dar un giro futbolístico, emprender un camino diferente, buscar el Santo Grial del fútbol de posesión, clonar el mejor Barcelona de Guardiola y que el sevillismo saliera cada tarde del Sánchez-Pizjuán como hacía el público de la Maestranza después de un cartel con Romero y Paula, toreando a las farolas.

Joaquín Caparrós, junto a sus jugadores en la sesión de ayer en el estadio
Joaquín Caparrós, junto a sus jugadores en la sesión de ayer en el estadio / antonio pizarro

Contrató al mayor gurú para lograrlo, el maestro del gran Pep, un Juanma Lillo que lideraba el núcleo duro de un cuerpo técnico en el que Sampaoli era, simplemente, una figura decorativa. Luego vendió que Berizzo era la continuación del modelo que parecía implantado ya y, sobre todo, que condicionó la elaboración de la plantilla. Pero rápidamente la realidad se encargó de poner las cosas en su sitio. Los nervios empezaron a hacerse paso, las prisas, también. En la elección de Montella ya hubo otro giro, más próximo a Emery con su considerable distancia, para acabar en Joaquín Caparrós como trazo final a un círculo que, la verdad, ha salido de todo menos redondo.

Es cierto que la última medida es un parche han dicho que de carácter interino y absolutamente con fecha de caducidad forzada por las circunstancias y las urgencias, pero que nadie podrá dudar que está en las antípodas y más allá de lo que el Sevilla un día buscó con Lillo y Sampaoli.

Todo eso exigirá un análisis concienzudo con depuración de responsabilidades cuando competa, pero de momento tenemos que el diagnóstico de los médicos ha sido que la plantilla más costosa de la historia lo que necesita es un tratamiento de choque, una terapia de motivación con infiltraciones de sevillismo, corazón, sangre, puños apretados y defensa a muerte del escudo.

Ciertamente, mucho de eso, en sus dosis justas, ha faltado durante todo el año y por eso se ha llegado a la situación a la que se ha llegado, pero quizá haya que echar la vista atrás y analizar si no fue ése el producto que se fue a buscar al mercado en dirección contraria al modelo que triunfaba y que había dado nada menos que tres títulos europeos que ahora reposan en las vitrinas de un estadio Ramón Sánchez-Pizjuán abrumado por el debate que ya suscitó Roberto Alés hace muchos años: traslado a La Cartuja sí o traslado a La Cartuja no.

Desde la última vez que el Sevilla se presentó en su estadio han sido serradas dos patas de la mesa, Arias y Montella, y ahora lo único que interesa es volver a saborear la victoria para evitar que el fracaso se convierta en algo más grave y que los escalofríos de pánico empiecen a recorrer la espalda de los mentores de un proyecto que, sobre la marcha, ya ha tomado demasiados caminos alternativos.

La Real Sociedad, ejemplo de cómo un cambio de entrenador puede sacudir el árbol (es el segundo mejor equipo de la Liga desde entonces), llega como una amenaza para un objetivo deportivo que empezó a principios de temporada con la clasificación para la Champions y que ahora mismo se daría con un canto en los dientes si tiene que jugar eliminatorias de la Europa League.

Que no se enfade Pepe Castro si el sevillismo le dedica hoy una pitada como la que tuvo que escuchar en el Wanda, pero el fútbol es lo que tiene. Tanto ganas, tanto vales; tanto pierdes, tanto te repudian... Y el Sevilla en el último mes y medio ha perdido bastante más que ha ganado.

En las manos de Caparrós está el futuro del Sevilla. Sólo pronunciar su nombre suena a historia de este club. Sólo queda animar y rezar para que la suerte lo acompañe bastante más de lo que lo ha hecho en sus últimos trabajos en la Liga española.

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