Jesús Alba
Cuando el reloj se pare
Montar un buen sistema ofensivo es quizá la tarea más complicada para un cuerpo técnico. Defender bien también tiene su mérito, por supuestísimo que sí, pero el gol requiere más confianza, más determinación sobre el trabajo realizado, con los famosos automatismos que se ensayan en el laboratorio de las ciudades deportivas.
En el Sevilla se viene achacando a la calidad de sus delanteros la renuente falta de gol, para el volumen de ataques que produce el equipo, ya sea con uno u otro técnico. Y la duda surge: ¿es un mal estructural precisamente por el cambio continuo de técnicos, sin tiempo para implementar hasta el juego de memoria a sus jugadores, o es por falta de calidad de los delanteros?
Diego Alonso probó con los tres delanteros de la plantilla en Cádiz, donde el equipo sevillista, como ante el Real Madrid, produjo muchas más llegadas que el contrario. Mariano fue el titular por primera vez, En-Nesyri jugó desde el minuto 58 y Rafa Mir, desde el 81.
Su volumen ofensivo fue muy superior al de su rival, hasta que logró conseguir el empate. Luego llegó la habitual perseverancia estéril, con un sinfín de centros e intentos inocuos, no se sabe bien si por impericia de los delanteros para situarse ante el remate o por precipitación o mala elección en el último pase. De todo un poco.
En el Nuevo Mirandilla, y según las estadísticas de Flashcore, el Sevilla realizó el doble de remates que el Cádiz: 20 a 10. De ellos, 10 nada menos fueron a puerta, aunque es difícil recordar alguno tan limpio como para hablar de ocasión clarísima desperdiciada: el gol anulado a Sergio Ramos y varios cabezazos claros, uno de Mariano al final de la primera parte en que remató con el hombro, otro otros dos de Ocampos -autor de un golazo de cabeza- y de Rafa Mir en la segunda parte, blanditos, ninguno de En-Nesyri...
El juego interior por abajo también provocó algún desequilibrio, como la ocasión clarísima de Óliver Torres al final. Pero no culminó la remontada, pese a su 65% de posesión. Y tampoco es que Ledesma, con ocho paradas, hiciera ningún milagro. Casi todo era blando, salvo el de Óliver, fuerte y escorado.
El Arsenal sí tuvo más remates que el Sevilla, 11 a 15, y además fueron mucho más productivos: 5 a puerta, dos goles. Pero ante el Real Madrid, de nuevo remató más el Sevilla: 17 a 15, con siete a puerta nada menos. Kepa, con seis paradas, sí tuvo trabajo aquel día del debut de Diego Alonso.
El contraste entre la producción ofensiva del Sevilla y su resultado en el marcador es obvio. Y puede que de trasfondo esté la realidad de esos continuos cambios de sistema, de idea de juego, pues Mendilibar y Alonso no tienen nada que ver. Y no hay que descartar el estado de ansiedad que, asimismo, provocan esas destituciones constantes, y que precipitan los ataques y a los atacantes, como si en cada cita se jugase un título.
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