La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¿Que yo pago la luz en dólares?
Sevilla/La estancia de Jorge Sampaoli en Sevilla, y en el Sevilla, no ha llegado ni siquiera a un año de duración, apenas diez meses y pico en los que el argentino ha dejado tanto respeto por los resultados obtenidos como indiferencia por su falta de apego o por su particular trato personal. Ni siquiera el respeto se lo ganó por su trabajo, fue más bien por los resultados, puesto que en determinados aspectos se plantearon dudas sobre que su dedicación fuese en cuerpo y alma. En el sentido de horas de trabajo, una simple comparación con su antecesor, Unai Emery, lo dejaba mal parado en cualquier debate.
Antes bien, el pequeñito entrenador de Casilda fue especialmente minucioso en sus sesiones diarias de gimnasio, así como sus aficiones a la música -en sus ruedas de prensa mencionó sus letras y bandas preferidas- y a los tatuajes -en su estancia aquí se decoró íntegramente ambos brazos-. No tuvo ningún apego a la ciudad, apenas acudió a un balcón en Semana Santa como acto público, y en cuanto a la afición no le caló ni el espectacular recibimiento que tuvo en el hotel de concentración tras la remontada del derbi en Heliópolis. Cogió un avión sin decir abiertamente a la afición que tanto alabó que su ciclo en el Sevilla había terminado. No se despidió oficialmente de la hinchada que, eso sí, le dedicó una sonora pitada en el último partido, y su última comparencia fue culpando a los medios de ello, reconocer lo que antes había negado y no dar nada por hecho pese a lo evidente.
En Argentina se escondió a su llegada, dicen que vivirá en Canning (Ezeize) a lo Bielsa, al lado de los campos de entrenamiento y que irá el domingo a dos partidos: Racing-San Lorenzo y River-Rosario.
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