Jesús Alba
Cuando el reloj se pare
Sevilla-Barcelona | Nombres propios
Cuarta derrota consecutiva de los sevillistas para cerrar la temporada de la peor forma posible. Los hombres de Quique Flores, entre las protestas de su público contra los dirigentes, tuvieron un ratito de buen fútbol, pero no sacaron provecho de él y volvieron a caer, esta vez contra el Barcelona.
El marroquí nunca se ganó del todo el favor de los suyos debido a que carece de un fútbol estéticamente bonito, pero ha sido fundamental en la salvación del Sevilla en las dos últimas temporadas tanto al regresar del Mundial de Qatar como de la Copa de África. El aplauso de los aficionados, cuando puede ser su despedida, era el fiel reconocimiento de éstos a su espíritu de lucha y, por supuesto, a su gran cantidad de goles. Ayer hizo otro de calidad.
Volvió a demostrar en este Sevilla-Barcelona que está muy por encima del resto de sus compañeros en las tareas defensivas y estuvo providencial en algunas situaciones de cruce para que el peligro no fuera mayor. Sin embargo, no se entiende su empeño en lanzar todas las faltas cuando ni siquiera está cerca de provocar peligro. La que tiró fue inocua.
Es un futbolista que tiene muchísimo más potencial del que ha demostrado durante su cesión en el Sevilla, pero necesita estar al doscientos por ciento de concentración para acercarse siquiera a su nivel óptimo. La prueba fue el gol del Barcelona y el pase a En-Nesyri en el empate. En el 0-1 se quedó atrás para romper todos los fueras de juego posibles.
Es un futbolista muy particular. Tiene zancada, velocidad, calidad en la conducción y en los golpeos, cualidades que podrían conducirlo al Olimpo en cualquier club de fútbol. Pero le falta un factor que es fundamental para dar ese salto al nivel de máxima estrella y es la sangre, el orgullo, las ganas en definitiva. Él juega su partido, trata de hacerlo bonito, pero transmite la sensación de que le da igual ocho que ochenta. Ese pase a En-Nesyri que no le dio...
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