Un rosario de emociones como tributo a Jesús Navas

El derbi sevillano: El ambiente

Cada derbi tiene un apelativo y el último que jugó el mito sevillista queda señalado por la mano de Diego Llorente: debate abierto

Jesús Navas, con el peto de suplente aún, se abraza a Lukébakio tras el 1-0.
Jesús Navas, con el peto de suplente aún, se abraza a Lukébakio tras el 1-0. / Juan Carlos Muñoz

Tal día como este lunes, en 1571, y con la protección de la Virgen del Rosario, la Liga Santa católica derrotó a la flota turca de Alí Baja en la Batalla de Lepanto, donde Miguel de Cervantes fue herido en la mano izquierda. La advocación de origen dominico celebra así su onomástica tras aquel triunfo clave del cristianismo. Tras la batalla del derbi, lo que quedará en ese día rosarino será un rosario de emociones dispares –¡qué volcán fue Nervión!– y un áspero debate sobre las manos en el área. Ya quisiera Diego Llorente que su mano izquierda, la misma que la del ínclito escritor castellano –ahora dicen que cordobés–, hubiera quedado inmovilizada cuando Agoumé bajó de las nubes un centro que determinaría el último derbi de Jesús Navas.

El tributo al mito sevillista no quedará empañado por esa acción tan polémica, un penalti de la era moderna y tecnologizada en la que se han desnaturalizado los movimientos naturales de los futbolistas. Esto importará poco en las huestes blanquirrojas y mucho en las verdiblancas.

Camisetas hasta en el Cementerio San Fernando

El rosario de emociones inherente a todo derbi dejó imágenes pintorescas por toda la ciudad desde bien temprano. Convivencia y piques sanos en las peñas sevillistas y béticas, en Tomares, en Los Pajaritos, en el Barrio de la Feria... Hasta en el Cementerio de San Fernando se vieron camisetas sevillistas y béticas. Ahí ganaron las blanquirrojas, como en un anticipo del partido. Tan imbricado está el derbi en la vida cotidiana, hasta en sus rutinas más luctuosas.  

El último derbi de Jesús Navas llegó señalado por el fallecimiento de dos aficionados reconocidísimos de parte y parte. Una doble trágica realidad vital en su última expresión. Francisco Javier Pérez Julio, hijo del ex jugador del Betis Espejín –que recibió años atrás un homenaje tras su muerte– era enterrado poco antes de que Ramón Gallardo Velarde, patriarca de una saga de conocidos sevillistas, recibiera el último responso y su cremación en San Jerónimo.

Otro registro inalcanzable: 28 derbis de Jesús Navas

En las pompas fúnebres del sevillista participaron José María del Nido Benavente y Diego Rodríguez, el cuarto futbolista con más derbis, 23 entre los 17 que jugó como verdiblanco y los 6 que disputó como blanquirrojo. La lista la encabeza, ya posiblemente para la eternidad, Jesús Navas con 28.

Minuto 72: Sale por Jesús Navas por Isaac y el Sánchez-Pizjuán entra en erupción.
Minuto 72: Sale por Jesús Navas por Isaac y el Sánchez-Pizjuán entra en erupción. / Juan Carlos Muñoz

El palaciego hizo rugir más Nervión con su aparición. Jugó y ganó su último derbi y lo hizo arropadísimo por un sevillismo volcado. Superó en esta víspera luctuosa del Rosario a Joaquín, que se retiró con 27. Esnaola (24) y el susodicho Diego más Álvarez (22), Blanco 22), Cardeñosa (21), Francisco (20), Sanjosé (20) y Gordillo (19) completan la nómina de los diez futbolistas históricos con más derbis disputados... y sufridos.

A todos ellos los vieron jugar los finados Pérez Julio y Gallardo Velarde, que faltaron por primera vez desde que comenzaron a apasionarse con el partido de la pasión según Sevilla. El derbi, sin incidentes que reseñar, fue también un tributo póstumo para ambos.

Espectacular pancarta exhibida en Gol Norte con las santas Justa y Rufina.
Espectacular pancarta exhibida en Gol Norte con las santas Justa y Rufina. / Juan Carlos Muñoz

Justa y Rufina, 'protectoras' sevillistas

Los sevillistas, tan sabedores como los béticos de que el derbi es una parábola de la vida, con sus sufrimientos, sus decepciones, sus alegrías y sus penas, se encomendaron para el tributo a Jesús Navas a dos santas patronas que poco tienen que ver con la Virgen del Rosario. “Protectoras de nuestra fe”, rezaba la gran pancarta desplegada en Gol Norte, desde la grada alta hasta la baja, con las efigies de las Santas Justa y Rufina. Dos cristianas romanas que fueron sacrificadas precisamente por abominar de las procesiones. Paradojas de una ciudad en pleno debate sobre el exceso de cultos externos. Muchos no se han dado cuenta aún de que una sociedad en crisis como la actual requiere de esa comunión colectiva que es cada procesión, aunque hay quien prefiere las carreras populares...

Jesús Navas dio sus últimas carreras sobre el verde césped del Ramón Sánchez-Pizjuán, un verde con el que a veces se confundió el de las camisetas del Betis. ¿Dónde quedaron las trece barras y las calzonas negras que soliviantaban a los sevillistas y alegraban las pajarillas de los béticos? Otro síntoma de esta crisis digitalizada de una sociedad que se empeña en perder sus referencias identificativas. Aunque contra esto lucha enconadamante una ciudad que no renuncia de las suyas. Y el derbi es una de ellas, claro.

La mano de Diego Llorente estará en todos los debates futboleros de este día del Rosario. Y el rosario de emociones dictará la dialéctica en las discusiones que los derbis igualados dejan tras de sí. Que se quede todo en retórica, como la del propio derbi, un sufrimiento rutinario como el de la propia vida, entre alegrías y penas. 

Un alivio para Del Nido Carrasco ante 42.500 sevillistas

Llegó el triunfo del Sevilla sobre el Betis justo antes del segundo parón de selecciones y precediendo inmediatamente la Junta Extraordinaria de Accionistas solicitada por José María del Nido Benavente, que se celebrará este miércoles. José María del Nido Carrasco respiró con la victoria por muchos aspectos. Primero porque confirma el acierto en la arriesgada apuesta por García Pimienta. Y segundo porque todo lo que son parabienes después del triunfo con el polémico penalti que marcó Lukébakio podrían ser armas arrojadizas durante el parón y en la Junta. El estadio se volcó con el Sevilla con un llenazo vociferante: 42.571 espectadores, de ellos, más de 500 béticos. Las lanzas se volvieron cañas...

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