El amateurismo ya provoca sonrojo (3-0)
Barcelona-Sevilla FC · La crónica
El Sevilla de Sampaoli hace el ridículo ante el Barcelona en un partido horrible.
Sin delantero y con 10 en su campo, los blancos ni defendieron.
El primer balón tocado en el campo del rival fue en el minuto 6:15.
El Sevilla ha pasado de pelear la punta, en el argot de su máximo responsable deportivo, a provocar el sonrojo de todos los suyos. Ésa es la única conclusión posible después de ver el ridículo protagonizado por la tropa de Jorge Sampaoli en su visita al Camp Nou, que no su comparecencia porque sencillamente en el césped estuvieron once amateurs que transmitieron la sensación de tener horchata en lugar de sangre por sus venas. Sí, no es una exageración, tampoco una falta de respeto hacia los profesionales, nada más lejos de la intención de quien suscribe esta crónica, pero es que los futbolistas que salieron vestidos de blanco, también los integrantes del cuerpo técnico que los dirigían, sólo ejercieron de profesionales porque seguramente no dejarán de percibir sus emolumentos ni al final de mes ni cuando concluya el ejercicio. Fueron muy malos profesionales en esta ocasión.
Con un equipo integrado por cinco defensas, sobre todo porque los laterales esta vez casi siempre jugaban en línea con los tres centrales, y cinco centrocampistas, en el que Correa trataba de recibir de espaldas para desahogar el juego, no fue de recibo la manera de defender del Sevilla de Sampaoli. No había llegado el cronómetro ni a los cuatro minutos de juego cuando Messi, el mejor del rival y del mundo, se encontraba con un balón en el mismo borde del área sin tener ningún adversario cerca. ¿De qué servía, por tanto, tanta acumulación de elementos defensivos si los conceptos más elementales no habían sido trabajados para nada? Lógicamente, Messi mandó el balón a la escuadra con una rosca perfecta, y cómoda. Ahí se salvó el Sevilla de un escarnio aún mucho mayor.
Es el primer dato, pero existen más. Sampaoli, en ese amateurismo cargado de falsedades, no se cansa de pregonar que sus equipos tratan de someter al adversario a través del toque y de jugar en la cancha del rival. ¿Es así? Pues basta con repasar el vídeo del partido para comprobar que hasta el minuto 6 y 15 segundos no tuvo el balón un jugador de los suyos en el campo del Barcelona, nada más y nada menos que seis minutos y 15 segundos sin salir de su propio terreno de juego siquiera con la pelota en su poder. Y no es que se produjera una acción de peligro en esa jugada, fue una más de las muchísimas que tienen lugar en el transcurso de un litigio balompédico. Cero trascendencia, en definitiva.
Pero como el fútbol tiene cierto punto caprichoso, hasta se pudieron adelantar los sevillistas a través de una ocasión clarísima de N’Zonzi, que se anticipó al despeje de Mascherano y que se plantó en solitario delante de Ter Stegen, pero su remate, sin fe, fue desviado por el guardameta alemán sin mayores problemas. Más tarde, en el preámbulo del chaparrón que comenzaría a caer sobre el Camp Nou, Vitolo también tuvo otra opción clarísima en una falta sacada por Nasri y que no fue defendida por ningún azulgrana. El cabezazo del canario, con todo a favor, fue un canto a la inocencia.
Corría el minuto 24 en ese instante y a partir de ahí ya todo fue sonrojo para quien pueda sentir mínimamente en sevillista. Los goles comenzaron a caer por pura inercia por la sencilla razón de que allí nadie tenía el menor concepto defensivo por mucho que Sampaoli hubiera tratado de poblar todo su propio terreno con los diez futbolistas que sacó. Ya el primer gol es una demostración de ello. Lenglet no le entra a Messi en la confianza de que Nasri lo va a hacer, el franco-argelino se desentiende del todo y el mejor futbolista del mundo se interna para centrar con comodidad. Y, para colmo, Luis Suárez se quita de encima a Mercado como si se enfrentara un peso pesado con un peso pluma. Empujón suficiente para rematar con comodidad de chilena y de espaldas.
El Barcelona había abierto la lata y a partir de ahí hasta se iba a lucir ante esa tropa deSampaoli que parece haber perdido el amor propio que la había caracterizado durante el trienio triunfal que habían disfrutado los sevillistas con anterioridad. El segundo tanto es otro ejemplo clarísimo. Correa pierde un balón absurdo cerca del área del Barcelona, se lo regala a Rakitic a pesar de que no coincidieron como sevillistas... Tanto él como sus compañeros, particularmente vistosos los casos de Iborra y del pasivo Nasri, se quedan parados mientras el rival sale en estampida. Después continúa la cadena de fallos hasta que Messi remata con comodidad dentro del área el pase atrás de Luis Suárez.
Apenas tres minutos entre ambos goles y ya era más que diáfano que los sevillistas iban a padecer una vergüenza ante el carácter blandengue de quienes defendía, por utilizar una palabra tópica en el fútbol, su escudo. El tercer gol lo firmaba Messi de nuevo, quién si no, el futbolista que ha totalizado ya 29 tantos en sus 30 enfrentamientos con el Sevilla. Llegaba en un saque de esquina otra vez horriblemente defendido por los blancos y que acaba con un mal despeje de Pareja para que Messi, otra vez, esté completamente en solitario dentro del área para empalma a la red.
Aquello se convertía ya en un entrenamiento insoportable para el que tenga un mínimo orgullo. Luis Enrique pudo perfectamente pedir las gafas de sol que utiliza cada vez que sigue los ronditos de preparación de los suyos en la ciudad deportiva. Por respeto, no lo hizo, pero dio igual, el Sevilla había dimitido completamente de todo. Se jugó, sí, una segunda parte después de señalar Sampaoli a Nasri, sobre todo, y Mercado. Hasta pudo marcar un gol Sarabia, que estrelló el disparo en Ter Stegen, Vitolo le puso el colofón al horrible partido con su irresponsable segunda amarilla... Pero sólo queda una conclusión posible, que ese amateurismo que había llevado al Sevilla a pelear la punta, Sampaoli dixit, ya sólo provoca sonrojo.
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