Un adiós que refuerza la ilusión
Copa del Rey | El otro partido
El buen juego del Sevilla, las oportunidades de gol creadas, el gran debut del joven Lenglet y el estreno goleador de Jovetic disipan la frustración copera.
Sevilla/El milagro se hizo imposible y el Sevilla dijo adiós de forma anticipada a uno de los tres frentes competitivos. Se reduce así el abanico de esfuerzos, lo cual debe redundar positivamente en la concentración de energía para el inmediato torneo que llama a su puerta, la Liga, con un partido estelar. El no hay billetes anunciado en las taquillas del Ramón Sánchez-Pizjuán desde antes del día de la Lotería de Navidad ya hacía presagiar un partido grande en Nervión. La trayectoria del equipo desde entonces, pese a la decepción frente al Real Madrid, inocula aún más ilusión ante una cita que llega cargada de electricidad. Por si le faltara un perejil, la vuelta copera ofreció más condimentos al guiso. Nervión es una olla en ebullición.
El empate final de Benzema fue un chorrito de agua fría, por lo que supuso de quitarle la honrilla a un Sevilla que mereció el triunfo. Pero sólo un chorrito. En contraste, el equipo y la afición se llevaron un jarro de agua cálida y esperanzadora, como para reconfortar los cuerpos ateridos y agotados por el esfuerzo en la noche fría. En primer lugar, por el buen juego desarrollado por un once en el que faltaron hombres clave. Salieron durante el partido Vitolo y Nasri, ya en la segunda parte, pero descansaron en su casa Mariano, ese puñal en la derecha, N'Zonzi, la piedra angular del edificio, y Franco Vázquez, que ya demostró en Anoeta que estando fresco y centrado le da otro aire punzante a este Sevilla. El silogismo es fácil: si el Sevilla de los suplentes puso contra las cuerdas al Madrid (también de suplentes), ¿qué no hará el Sevilla de los titulares?
Pero hay más. Por primera vez, por segunda si se mete la Supercopa de Europa, el Sevilla de Sampaoli tuteó a uno de los dos tiranos de la Liga. Bueno, también lo hizo en la primera parte de su partido liguero con el Barcelona, antes de que el entrenador no corrigiera el agujero en el centro por la falta de físico de un Nasri aún renqueante. El Sevilla se mostró al Madrid con fútbol, con el que ofrecieron actores secundarios convertidos ya en principales como Escudero, Sarabia o Iborra. Ben Yedder mantuvo el listón del buen juego: aun sin marcar dio un gol; Vietto volvió y se echó el equipo a la espalda, lanzando numerosos ataques; y Lenglet debutó a lo grande.
El primer refuerzo de enero tuvo un estreno muy esperanzador. Desde el inicio participó en la salida limpia de la pelota desde atrás, incluso cuando Rami lo ahogó alguna vez dándole algún regalito con dos madridistas presionándolo. El joven central formó en el flanco izquierdo de la zaga de tres y desde ahí rompió más de una vez la presión del Madrid. Es más, el 1-0 llegó a raíz de un centro suyo hasta los tres cuartos a Correa. Más de una vez lanzó en largo con precisión o raseó el balón entre un mar de piernas. Y en defensa, estuvo seguro, contundente. Para redondear su gran debut, sólo le faltó un gol: un cabezazo suyo se estrelló en el poste en el minuto 86.
Quien sí marcó fue Jovetic, en uno de los primeros balones que tocó. Sustituyó a Correa, lastimado de forma fortuita, justo antes del descanso y abrió la espita de la esperanza con un gran gol, un empalme de volea a centro de Escudero en el minuto 54. Su tanto qudó en nada, pero alimenta esa ilusión que se encenderá de aquí al domingo. Ya no cabe lamentar el planteamiento tímido en Madrid. Adiós a la Copa, hola a la Liga.
Undiano, puntillero como Mateu
El Real Madrid no necesitó ayuda arbitral para eliminar al Sevilla, la ventaja de 6-3 en el cómputo global ilustra sobre la diferencia entre los dos equipos. Sin embargo, no debe pasarse por alto que el equipo de Sampaoli no ha recibido ningún favorcito arbitral en ninguno de los dos partidos. Mateu Lahoz ya pitó un extrañísimo penalti en la ida por empujón de James a Modric. Y ayer, cuando el Sevilla soñaba con la remontada aún, con 3-1 en el marcador, Undiano Mallenco sancionó con otro penalti una absurda carga de Kranevitter que Casemiro, mucho más corpulento, exageró. Dio la puntilla, como Mateu en la ida. Antes, el navarro había tenido un criterio dispar al sancionar faltas, obviando alguna muy clara al Sevilla, y pitó al menos tres fueras de juego que no eran.
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