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Cambió casi toda la defensa Diego Alonso con respecto al partido de San Sebastián y en ese baile, no desentonó Tanguy Nianzou, que elevó mucho sus prestaciones con respecto al los pocos minutos que jugó el miércoles pasado ante el PSV Eindhoven en la Liga de Campeones. Peor estuvo ante el Villarreal su compañero en el eje de la zaga, Nemanja Gudelj, que parece cada vez más desgastado en su papel de central reconvertido.
Entre lesiones y sanciones, Nianzou encontró la titularidad en esta Liga y lo aprovechó para cuajar una actuación al fin convincente, sin ninguna desconexión mental de esas que le ha solido costar goles a su equipo. Anduvo muy atento en los contragolpes que ensayó el Villarreal en la primera parte, rectificó algún fallo de sus compañeros de línea y con la pelota estuvo seguro en el pase. Una pena que de nuevo le protestara un músculo y tuviera que irse a la ducha antes de tiempo.
Está claro que el marroquí es un buen delantero cuando de rematar a la primera se trata, sea con la cabeza, sobre todo, o con su pie izquierdo, pero una vez más mostró su dificultad para interpretar hacia dónde puede ir el centro lateral, sobre todo cuando la jugada pide el primer palo. De ahí que apenas rematara.
El defensa moronense tuvo que entrar por el contratiempo físico de Nianzou y otra vez evidenció su peligro en el juego aéreo. La pelota que centró Pedrosa desde la izquierda cogió una parábola imprevista porque rozó en un defensor y Kike Salas supo darle fuerza y efecto al balón para que Jorgensen lo tuviera imposible.
Pasan los partidos y no hay manera de que el serbio retorne a su demarcación natutal, como cierre en el centro del campo. Por hache o por be, debe permanecer atrás. Y cada vez caen con más asiduidad los errores. El más clamoroso ayer le costó al Sevilla el gol del empate al envenenar ese balón en su desvío.
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