No se acerca ni a una caricatura (1-0)

laliga santander

El Sevilla vuelve a caer en Vitoria víctima de su fútbol ramplón y de la manifiesta incapacidad de muchos de sus futbolistas.

Al Alavés le bastó con un remate de gol de verdad ante la mentira que son los sevillistas.

Jesús Navas protege el balón de un rival.
Jesús Navas protege el balón de un rival. / EFE
Francisco José Ortega

14 de enero 2018 - 19:02

El Sevilla se cae a plomo. El equipo entrenado ahora por Vincenzo Montella no fue capaz de acercarse siquiera a una caricatura de sí mismo en la visita al Alavés y, lógicamente, cayó derrotado por la simple razón de que el rival acertó con el único acercamiento de verdadero peligro que tuvo a la portería de Sergio Rico. Bastó con eso, con tan poquito, pero es que este equipo que defiende el escudo del Sevilla Fútbol Club es ahora mismo un grupo de futbolistas sin alma, incapaz de rebelarse contra cualquier circunstancia contraria a sus intereses.

El papel recitado por el cuadro nervionense en su visita a Mendizorroza no pudo ser más decepcionante para quienes aún piensan que este Sevilla mal pergeñado desde el pasado verano aún tiene posibilidades de redención. Futbolistas estáticos, preocupados únicamente por no perder la pelota, sin arriesgarla jamás, y, por supuesto, sin la velocidad mínima exigible para sobrevivir en la máxima categoría del fútbol español.

Con semejantes argumentos no es extraño que el Sevilla esté 94 minutos sobre el césped del estadio vitoriano y sea incapaz de crear ni una sola ocasión de gol más allá de un remate errado de Nolito en un centro por abajo de Mercado. Eso sucedió en el minuto 81 y fue la única vez que de verdad pudo peligrar la integridad de Pacheco en la meta del cuadro de Abelardo. Bueno, si alguien quiere añadir la falta directa ejecutada por Ben Yedder, pues se podría aceptar la propuesta, pero no dejaría de ser tremendamente pobre el balance ofensivo de la escuadra visitante.

El planteamiento inicial de Vincenzo Montella sólo cabe entenderlo pensando en la eliminatoria de la Copa del Rey, aunque no está nada claro que ésa deba ser la prioridad actual de un Sevilla que cada vez ve más lejos el objetivo de la Liga, el que realmente lo debería colocar en la pelea por los puestos que dan derecho a repetir en la Liga de Campeones. Pero el italiano prefirió pensar en el futuro y no tanto en el presente de la tarde vitoriana. No se puede entender de otra manera que no fuera así cuando dejó fuera del equipo a N’Zonzi, Sarabia y Correa, además de Corchia, respecto al choque copero contra el Cádiz.

El resultado fue el previsible, que el Sevilla se quedó sin opciones por las bandas, donde tanto Jesús Navas como Nolito evidenciaron que están muy lejos del nivel mínimo exigible para jugar en la máxima categoría del fútbol español. Ni un solo desborde, ni una sola elección correcta, mucha apariencia y poca realidad. Por no ser, Jesús Navas no fue capaz ni de aprovechar la tarjeta amarilla de Rubén Duarte para buscarle las cosquillas y trabajar para que viera la segunda, algo que pudo hacerlo en el epílogo de primer periodo en el que una entrada durísima pudo ser castigada como tal y en lugar de reclamarla el palaciego cayó en el engaño de su rival, que se quejaba de un golpe en el suelo para disimular, y lo que hizo fue pedirle disculpas.

Las imágenes del Alavés-Sevilla
Las imágenes del Alavés-Sevilla / EFE

Cosas veredes del fútbol de mentira en el que se ha instalado este Sevilla en el curso 2017-18. El planteamiento de Montella, de cualquier manera, parecía correcto en su concepción. Geis y Pizarro formaban la pareja de medios centro para que Banega la mayoría de las veces partiera mucho más cerca de Ben Yedder que de su mediocampo. Y con ello, el Sevilla apenas sufrió durante el primer periodo, salvo en una galopada de Pedraza que partía en un lanzamiento de esquina por parte de los sevillistas y que finalmente acabó con el balón en las manos de Sergio Rico sin mayores problemas.

Pero era un espejismo, porque para conquistar los tres puntos no basta con eso, con sentirse satisfecho con tener el balón, cosa que tampoco sucedió siempre, pues las pérdidas también fueron numerosas en el momento en el que los hombres vestidos de rojo trataban de dar un paso adelante para acercarse hasta Pacheco.

Cabía esperar que en el intermedio se produjera algún cambio en el estilo, no tanto en el planteamiento, que el Sevilla fuera capaz de dar un paso adelante para buscar el triunfo, pero no, fue justo lo contrario. Era el necesitado Alavés quien se iba arriba con más voluntad que otra cosa y al menos vivía en las cercanías de Sergio Rico gracias a las faltas laterales y a los saques de esquina que comenzaban a incrementarse. En uno de ellos se veía la nula intensidad defensiva de la escuadra de Montella. Un balón rebotado, una segunda jugada horriblemente defendida y Manu García sólo tuvo que colocar el balón, sin más.

El Sevilla había sido golpeado, su entrenador quitaba a Geis, sí a Geis, el menos malo hasta entonces, y dejaba a Jesús Navas y Nolito para que la inoperancia no acabara nunca. El Sevilla se fue arriba, faltaría más, pero fue todo un quiero y no puedo, o ni siquiera eso. El uno a cero se mantuvo hasta el final igual que si se hubiera jugado media hora más. Con esta caricatura del Sevilla era imposible que sucediera una cosa distinta.

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