El abrigo de Sampaoli
Sevilla FC
La imagen del argentino es un contraste puro: de la mera observación en los entrenamientos a la hiperactividad en el banquillo en los partidos
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Quizá por añoranza del verano austral de su Argentina natal, quizá por ser una persona de mayor sensibilidad al frio, o por simples manías... esa imagen de Jorge Sampaoli abrigado hasta las cejas y las pestañas y que tanto sorprende a veces al aficionado sevillista esconde una personalidad muy reservada, pero también una gran capacidad de análisis, que en este caso es una facultad muy apreciada en el mundo del fútbol. Es una de las claves que atrapa al sevillista que quiere ver en el de Casilda el salvador que necesitaba el equipo. Cuando gana, claro.
Anorak abrochado hasta arriba, guantes y gorro de lana, a veces también la capucha encima de éste, manos en los bolsillos, cabeza gacha... es una imagen que se repite del técnico sevillista en los entrenamientos, en los que suele dejar el protagonismo a sus colaboradores. Es verdad que la parte de las sesiones a las que tienen acceso los medios de comunicación coincide con el calentamiento y los ejercicios de activación, habitualmente rondos, en los que el trabajo de dirección recae en otros miembros del cuerpo técnico, pero no es el argentino un entrenador activo en el día a día. Deja Sampaoli esa hiperactividad para el momento de los partidos, cuando su sangre se calienta y sale a relucir la fiera en la banda. Cada entrenador tiene su estilo y durante la semana no es el técnico que gesticula, anima y acapara constantemente la atención de los futbolistas. Es éste el perfil más extendido en la actualidad, entrenadores que llevan todo el peso de la sesión y que difícilmente salen quietos y reflexivos en una foto. Unai Emery es el ejemplo más cercano, mientras en el Sevilla también los ha habido de este corte: Joaquiín Caparros, Manolo Jiménez...
Perfil Juande Ramos
Otros llevan la sesión preparada en una carpeta o archivador que no sueltan. Sampaoli, a no ser que lleve en un papelito en el bolsillo aquellas tareas eminentemente tácticas o analíticas que le interesen, se limita simplemente a observar. Por no llevar, no se le ve colgado al cuello ni un silbato para parar el entrenamiento en el momento que haga falta y dar las explicaciones oportunas. Su perfil es más cercano a un entrenador que hizo historia en el Sevilla, Juande Ramos. El manchego dejaba a su gente, fundamentalmente a Marcos Álvarez, llevar el peso de los entrenamientos para, con una gorra y siempre muy atento pero como si no estuviera, seguir todo el trabajo de sus jugadores con un talante puramente observador y reflexivo.
No hay reglas en esto. Es verdad que el entrenador actual es más intervencionista, pero todo se mide en resultados. Sampaolo siempre dejó en Jorge Desio esta labor. En su anterior etapa en su faceta de preparador físico, ahora como segundo entrenador. Claramente el rosarino se ha alejado de la influencia que entonces ejercía Juanma Lillo en su concepción del juego, sobre todo en su relación con el balón. Entonces podía decirse que al Sevilla lo entrenaba un tándem, puesto que muchas de las decisiones tácticas y el protagonismo en las sesiones las tomaba el tolosarra, que incluso se trajo a su segundo al Sevilla.
Delegar
El peso de las sesiones recae sobre sus hombres de confianza mientras él se dedica a observar y analizar
Un volcán
En los partidos el argentino se hiperactiva y no para de recorrer de una punta a otra el largo del área técnica
En esta segunda etapa en Nervión, Sampaoli cuenta con un cuerpo técnico que también se ha adaptado a los tiempos. Aparte de los analistas del club, capitanados por Ramón Vázquez, tiene uno propio, la periodización es más globalizada y la introducción del físico dentro de las tareas ha eliminado viejas imágenes de su etapa en la campaña 2016-17 del grupo haciendo carrera continua.
un verbo que atrapa
En ese sentido, Sampaoli ha dado un paso al frente, aunque claramente deja el protagonismo a sus colaboradores, de ahí que sea habitual esa imagen que llama la atención, bien resguardado del frío en los días más duros del invierno sevillano, con las manos en los bolsillos y, como mucho, jugueteando con un balón.
Y ello, junto con su verbo fácil, es lo que ha atrapado de alguna manera al sevillista. Dicen los que lo conocen que, con su manías, Sampaoli es un buen conversador. Los futbolistas destacan que explica bien lo que desea transmitir en las charlas y las ruedas de prensa en general gustan al aficionado medio, quizá por su palabrería argentina y esos giros lingüísticos típicos del fútbol de su país. Aunque esto es como con todo, la semana que hay triunfo su verbo es música para los oídos del sevillista, mientras que en días como el del Camp Nou sus rebuscadas elecciones etimológicas saben a cuerno quemado.
Buen orador
Los futbolistas destacan que explica bien lo que desea transmitir y es capaz de atraparlos para su idea
Todo es, probablemente, el envolvorio, al que a menudo le damos más importancia que al contenido. El abrigo de Sampaoli, sus manos en los bolsillos y sus gorros de lana son la pose de un entrenador que trata de entender lo que tiene entre manos y que tendrá que conformarse con lo poco que Monchi ha puesto en sus manos en este mercado de invierno para sacar al Sevilla del atolladero. Que, no olvidemos, aún no lo está, pues todavía se encuentra en zona de riesgo en una Liga en la que se sube con un triunfo y se baja a los sótanos con una derrota. Hoy su imagen de abuelito abrigado cae simpática por ganar al Mallorca. Mañana ya se verá.
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