Opinión
Eduardo Florido
El estancamiento retórico de García Pimienta
Barcelona - Sevilla
Decisión. Firmeza. Arrojo. Y valor. Si el Sevilla no juega con ese cóctel de virtudes esta noche, tiene un serio riesgo de volverse bajo un lacerante dolor que puede afectarle incluso para el resto de una temporada tan sugerente como la que se está labrando. Un 2-0 en la ida, mientras siga vigente ese anacronismo de que valgan doble los goles a domicilio en caso de empate global, es un tesoro enorme si el que lo custodia posee un potencial menor, pero no mucho menor, que el llamado a remontar. Y es lo que le ocurre a este Sevilla de Julen Lopetegui. El Barcelona es mejor. Pero no mucho más. Y está en los sevillistas no sentirse más inferiores de lo que realmente son.
Si no hubiera mediado el 0-2 del pasado sábado en Nervión, las apuestas serían claramente favorables a los de blanco. Lógico si se repara en que el bloque de Lopetegui sólo suma cuatro puntos menos en la tabla de Primera que el coloso azulgrana y además con un partido menos. Pero la demostración de superioridad del mejorado Barça de Koeman ha atenuado la condición de favoritos de los sevillistas para jugar esa final sevillana.
Julen Lopetegui reincidió el sábado en su propensión a convertir los partidos ante grandes rivales en partidas de ajedrez, despojó al duelo de todo componente visceral y como Ronald Koeman le ganó el pulso táctico con su inopinada defensa de tres centrales, hoy comparecerá un Barça crecido, convencido de que es factible remontar ese 2-0 a pesar de que la defensa esta temporada no es su mejor línea y que un solo gol del Sevilla multiplicaría la dificultad de la empresa, al necesitar ya cuatro tantos.
Para compensar en el plano anímico el serio revés del pasado sábado, Julen Lopetegui, aunque diga con razón a la prensa que cada partido es distinto, puede recordar a sus pupilos el buen encuentro que cuajaron ya en el Camp Nou esta temporada, en la primera vuelta. Un empate a uno (De Jong y Coutinho) entre dos equipos que exhibieron un potencial similar, lo que vienen describiendo todo el curso.
El buen partido de la primera vuelta y el malo del sábado poco se parecerán a lo de hoy, pero conviene aprender de ellos
Entonces, el Sevilla se cuidó de guarecerse atrás, le discutió la pelota al Barcelona, se la quitó en dilatadas fases del pleito. Y hasta estuvo más cerca de ganar que de perder. Hoy, no le hará falta ni empatar. Le vale con perder por un solo gol o por dos en caso de marcarle a Ter Stegen. Pero en este tesoro reposa el gran peligro: el de defender y sólo defender. Porque en el Camp Nou, como en el Bernabéu, en el tiempo que la defensa aún rumia el fallo del primer gol encajado, ya debe sacar el delantero otra vez desde el centro. Y con Messi enfrente, ese riesgo se dispara.
Todo el sevillismo clama desde el 0-2 por lo mismo: fuera miedos, fuera complejos, dentro el arrojo. El valor. Está por ver si el académico, cartesiano y competitivo equipo de Lopetegui le pone esta vez el corazón que precisan los duelos de este pelaje, ante enemigos mejores en el plano técnico.
Por lo pronto, se subieron al avión Acuña, que levanta el dedo para volver al carril izquierdo, y Ocampos, quien aguardará seguramente en la grada por si pintan bastos y hay que agotar un desesperado recurso ofensivo.
El Sevilla, como tantos, ya ha sufrido varias veces lo que es arbitrar con Messi de por medio
El once de hace cuatro días entregó la cuchara en la zona ancha, inerme, por la tibieza de Jordán, Rakitic y el Papu en las pequeñas disputas individuales ante Busquets, Frenkie de Jong o Pedri –parece que hoy estará disponible–, que además contaron con la superioridad numérica que crearon desde los carriles Dest y Jordi Alba.
Los sevillistas mejoraron en la segunda parte con el cambio a zaga de tres –Fernando entre Koundé y Rekik– y la chispa arriba de Suso y En-Nesyri. Hoy, es casi seguro que el gaditano y el marroquí serán titulares en busca de ese gol de oro puro y está por ver si Lopetegui cambia a defensa de tres o no.
Sea con un dibujo u otro, con Rekik o Acuña en la izquierda, con Fernando detrás o en el medio, con Suso por Munir, con Óliver Torres por el Papu, no le queda otra al Sevilla que dar el paso adelante. Ir de tú a tú. Con corazón. Y por supuesto, con cabeza para evitar jugadas en las que entre la interpretación de De Burgos en el VAR: está muy fresco lo de Hernández Hernández con Messi y casi tan peligroso como el argentino o Dembélé hoy será que encare portería Frame, las capturas seleccionadas de vídeo, tan decisivas en el fútbol de la hora. La Pulga es un factor intimidatorio para los árbitros españoles, hasta el punto de que el VAR no rectifique un penalti al argentino por pegarle una patada al suelo. Ocurrió aquella noche del 6-1 que tanto se recuerda y pitaba el mismo de hoy. Corazón. Cabeza. Y valor.
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