Treinta años de la llegada de Maradona al Sevilla
Sevilla FC | Efeméride
El club recuerda la efeméride del aterrizaje del astro argentino de la mano de Luis Cuervas y Carlos Salvador Bilardo, con el que se había proclamado campeón del mundo en 1986
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El argentino Diego Armando Maradona, considerado el mejor futbolista de todos los tiempos al entender de muchos especialistas y aficionados, aterrizó tal día como hoy hace 30 años en el aeropuerto de San Pablo para firmar por el Sevilla. Fue el 13 de septiembre de 1992, con la ciudad inmersa en los fastos de la Expo y en la que el mito fallecido hace casi dos años, el 25 de noviembre de 2020, hizo historia para lo bueno y para lo malo.
La web del Sevilla recuerda la efeméride de la llegada del mito bonaerense con una doble fotografía, bajando las escalerillas del avión con un traje de los suyos y gafas oscuras y vestido con la camiseta del equipo, bajo la que destaca que "hace 30 años, Diego Armando Maradona aterrizaba en Sevilla y pasaba a formar parte de la historia" del club.
Era un Sevilla comandado por su compatriota Carlos Salvador Bilardo y en él, Maradona tuvo una estancia procelosa de un año que comenzó el 4 de octubre de 1992, cuando el astro argentino disputó en Bilbao su primer partido oficial con la camiseta sevillista: aquella tarde su equipo perdió por 2-1 frente al Athletic Club en el antiguo San Mamés.
Después de más un año suspendido por dopaje por la FIFA, era el regreso a la Liga española de Maradona, que de inmediato se convirtió en el centro de todas las miradas, una década después de su estancia de dos años en el Barcelona (1982-84) y tras su paso triunfal por Italia, donde estuvo siete años y fue el líder indiscutible de un Nápoles (1984-1991) al que hizo campeón del Calcio.
El 22 de septiembre, el Sevilla había cerrado el fichaje del excapitán de la Albiceleste, por quien pagó al Nápoles 750 millones de pesetas de la época -algo más de 4,5 millones de euros- al cabo de unas largas negociaciones que necesitaron incluso la mediación de la FIFA.
Desde ese septiembre, Maradona residía junto a su mujer e hijas, y acompañado por un séquito de una veintena de personas, en un hotel situado en la localidad de Benacazón, a unos 25 kilómetros de Sevilla, a la espera de que el entonces presidente napolitano, Corrado Ferlaino, diera su plácet al traspaso.
Nada más concretarse su fichaje, la compañía mercantil que dirigía su agente, Marcos Franchi, organizó un amistoso en el Ramón Sánchez-Pizjuán frente al Bayern de Múnich y el plantel sevillista también aprovecharía los parones durante la temporada para realizar lucrativas giras por Turquía y Argentina.
El debut oficial, sin embargo, fue en aquella quinta jornada liguera en La Catedral, donde Maradona participó en el gol sevillista al lanzar un libre directo repelido dificultosamente por el portero Valencia, cuyo rechace aprovechó Marcos Martín de la Fuente para marcar el 0-1.
El astro argentino, que fue vigilado en San Mamés mediante contundentes marcajes individuales primero de Tabuenka y luego de Lakabeg, fue suplido por Cortijo en el minuto 71, cuando el Sevilla aún conservaba un resultado favorable al que dieron la vuelta los tantos de Luke y Ziganda.
Diego Armando Maradona, que pocos días después cumplió 32 años, permaneció una sola campaña en el Sevilla, a las órdenes de su compatriota Carlos Salvador Bilardo, el entrenador que lo condujo hasta el título mundial en 1986, y en ella dejó detalles de su gran calidad sobre el césped, aunque de forma muy intermitente.
Disputó 29 partidos oficiales y marcó 8 goles en una temporada en la que alternó luces y sombras, unos altibajos deportivos que eran reflejo de su vida fuera del campo.
El Sevilla concluyó aquella campaña en una decepcionante séptima plaza, que ni siquiera lo clasificó para una competición europea, y fue eliminado en los octavos de final de la Copa del Rey, a pesar de contar con un plantel plagado de internacionales como el argentino Diego Pablo Simeone, el croata Davor Suker o los mundialistas con España Manolo Jiménez y Rafa Paz.
El rendimiento de Maradona fue mediocre: se negó a disputar la última jornada tras un desencuentro con Bilardo, su gran valedor, la semana anterior y no participó ni en la mitad de los entrenamientos del plantel; y además, el club logró dejar de abonarle gran parte de sus emolumentos gracias a los informes sobre su agitada vida nocturna.
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