Todo está mal en el Sevilla: del descontento lógico al fatalismo cronificado

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Del Nido vuelve a atizar fuerte a la directiva por la reducción del acto Fieles de Nervión: "Llevan la cobardía por bandera"

Hasta la salida de José Luis Silva por una suculenta oferta extranjera es interpretada en las redes como grave error del Sevilla

Jesús Navas sigue a lo suyo: titular con España y asistencia en el segundo gol a Irlanda del Norte

José María del Nido Carrasco busca alivio tras ofrecer el contrato vitalicio a Jesús Navas.
José María del Nido Carrasco busca alivio tras ofrecer el contrato vitalicio a Jesús Navas. / Julio Muñoz / Efe

El sevillismo está vivo, coleando... y protestando. Cualquier encuentro tiene el mismo hilo conductor en las conversaciones sobre la actualidad del Sevilla: todo está mal. La salida del colegio de los infantes es otro momento para analizar esa sensación, entre los más críticos y los más mesurados. "¿Qué pretendíamos, que nos bajaran los carnés?", replicaba un padre a otro en una de esas tertulias improvisadas. La frase contenía una consciente crítica al cronificado "todo está mal".

Mientras ese mismo sevillismo descorazonado y crítico responde a la campaña de abonos, tras la peor temporada de este siglo, superando expectativas incluso del año anterior en el inicio de las renovaciones, la oposición más feroz sigue atizando a la directiva, con cualquier excusa.

Seis entrenadores en dos años

Evidentemente, para ese todo está mal influyen muchos factores entre los que pesan sobremanera las continuas decisiones erróneas, desde que no se cerrara en tiempo y forma el ciclo de Julen Lopetegui. Los consecutivos despidos o ceses de entrenadores cayeron en cascada desde entonces: Lopetegui, Sampaoli, Mendilibar, Diego Alonso, Quique Flores... hasta llegar a la apuesta por García Pimienta. Seis técnicos de junio de 2022 a junio de 2024. Sobradísimas razones para el descontento y la crítica objetiva.

A ese primer factor se unió en junio de 2023 el abandono de Monchi, otro acto administrativo mal llevado porque el mejor gestor técnico en la historia del club se fue de una manera, convengamos, poco diplomática, mediante el pago de su cláusula de rescisión y con una rueda de prensa reivindicativa frente a los dos consejeros delegados, José María del Nido Carrasco, ya con mucho mando en ese momento, y Pepe Castro, que ya se batía en retirada a su puesto de edecán del nuevo presidente.

La oposición feroz de Del Nido

De trasfondo está otro factor de muchísimo peso: la oposición, unas veces justificadísima y otras desleal, de José María del Nido Benavente. El ex presidente lleva cuatro años, desde el inicio del ciclo exitoso de Monchi y Lopetegui, minando la credibilidad de los actuales gestores, en paralelo a la lucha accionarial judicializada. Y el resultado es que cualquier acto administrativo del Sevilla no es que esté mal, es que está fatal. Fatal en su acepción más descarnada.

Lo último ha sido la lógica reducción por la economía de guerra de la deriva deficitaria del evento Fieles de Nervión, que vuelve a un formato mucho más reducido, como en sus orígenes cuando lo creó Del Nido Benavente. Un acto que fue creciendo, ya de la mano de Castro, hasta las grandes concentraciones de socios de los años fértiles. De los 6.500 sevillistas en la alquilada Plaza de España hace un año a la cena de 500 socios antiguos en el restaurante de un patrocinador fiel desde los años de mohína con Roberto Alés, Robles.

"Llevan la cobardía por bandera", soltó Del Nido Benavente en una nueva invectiva hacia lo que él llama la directiva okupa. Otra diatriba durísima sin margen alguno para la condescendencia en una situación tan precaria como la de este Sevilla depauperado que ha visto rebajado en tres años el valor de su plantilla ostensiblemente.

Orta y la pesada herencia de Monchi

La herencia que dejó Monchi a Víctor Orta también es un factor de trasfondo que el director deportivo madrileño debe reconducir, sin que sus primeros movimientos en su primera temporada hayan dado pie a un respiro esperanzador. El asado en el que conoció a Diego Alonso siempre pesará en su currículum como un baldón, por mucho que su soberbia impidiera reconocer el error en la presentación de García Pimienta.

En este contexto, hasta la salida del club de forma natural de José Luis Silva, entrenador de porteros durante la última década, por una oferta exótica con la que no puede competir el actual Sevilla, es leída por los atizadores más crudos de forma fatal. No hay respiro, no hay resquicio a la esperanza, como si el destino tuviera deparado un inevitable final negativo.

Ahí está el peligrosísimo fatalismo que debe combatir Del Nido Carrasco en su incipiente mandato. Un fatalismo con muchos padres y un solo hijo: el sevillismo. La regeneración no debe ser sólo económica y deportiva, también social. Entretanto, el único faro en la tempestad es Jesús Navas. El ídolo que incluso anunció un adiós que el actual presidente supo reconducir a tiempo. Menos mal, no todo es fatal.

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