La ventana
Luis Carlos Peris
El día que portamos a la Macarena
Sevilla FC
Como una pesadilla que acompaña a cada título nacional que el Sevilla tiene la suerte de disputar, el asunto de las fechas y el escenario de la final se convierte en un galimatías en el que casi siempre acaba siendo la parte más débil del pulso. Pasó en aquella final de la Copa del Rey ante el Atlético que –decidiendo en una reunión en Valladolid a la que no pudo asistir Del Nido– se la llevaron al Camp Nou mientras el Sevilla prefería Valencia para que hubiera la misma distancia y la afición del rival no tuviera ventajas. Ocurrió la pasada campaña con las fechas que había que mover para encajar la final ante el Barcelona en el Wanda con la Liga aún en juego y en un fin de semana con jornada fijada...
Ahora un nuevo capítulo se escribe con la Supercopa de España, el título que enfrenta al campeón de Liga con el de Copa (en este caso el subcampeón) y que, a día de hoy, no tiene ni fecha, ni se sabe si será a doble partido o a uno solo y, en ese caso, dónde se disputaría.
Todo comenzó con una reclamación del Barcelona sobre las fechas iniciales, 5 y 12 de agosto, que al final también acabó chocando con los intereses del Sevilla. Que los de Caparrós acabaran séptimos se convirtió en un aliado para el Barça en su idea de modificar las fechas al confrontar con sus millonarios compromisos de pretemporada en EEUU (juega el día 4). Para el Sevilla, al tener que disputar rondas previas en la Liga Europa, era inviable jugar el 5 de agosto.
Buscar fechas alternativas con un calendario tan cargado es una tarea complicada y en el fútbol actual cada vez que hay un cambio surgen de debajo de las piedras clubes que se sienten afectados por el simple hecho de que un determinado rival tenga unas horas más de descanso en un partido.
LaLiga, con Javier Tebas a la cabeza, se lavaba las manos arguyendo que es un título competencia de la Federación y limintándose a dar su opinión en actos institucionales tras la que casi siempre subía el pan.
Luis Rubiales, nuevo presidente de la RFEF, se encontró con otra patata caliente y propuso de manera excepcional el partido único siempre y cuando los clubes fueran compensados y el contrato de televisión revisado, tras lo que el Barcelona se apresuró a proponer su estadio alegando la magnitud de su aforo (98.600 espectadores) para las dos aficiones. Por razones de todos conocidas, el otro gran estadio de España está descartado por la rivalidad deportiva y ya hasta con tintes políticos entre Barcelona y Real Madrid. Otra propuesta fue retrasar las fechas una semana y jugar el 12 y el 19, aplazando la primera jornada de Liga de Sevilla y Barça y hasta con la posibilidad de hacerlos coincidir para no afectar a otros equipos. En este interín (la semana pasada), el Sevilla anunció un amistoso en Estocolmo el día 4 de agosto ante el Arsenal, aunque aclarando que “siempre y cuando la Supercopa no se juegue el día 5”.
Rubiales llegó a decir la madrugada de ayer en El Larguero que es “muy probable” que el título se juegue a partido único el día 12 y en un campo neutral (por descartes, la vía más factible vuelve a ser el Wanda). Reveló que los presidentes están de acuerdo y que para ello tiene que haber “una compensación económica tanto a la propia Federación, que pierde un partido televisado y parte de la taquilla, como también a los clubes”, que pierden la taquilla y obligan a sus aficiones a desplazarse. Estas declaraciones de Rubiales tuvieron su efecto inmediatamente en las redes sociales, donde sevillistas le recordaban a su club que la Supercopa se había vendido como parte del abono total de la temporada 18-19. Seguidamente, fuentes del Sevilla anunciaban a Efe que sólo accedería a la vía del partido único si el encuentro se disputaba en el Sánchez-Pizjuán para no molestar a sus aficionados.
El caso sigue abierto, no hay fechas, los equipos no pueden ni planificar bien el trabajo y cada cual se mueve por sus propios intereses.
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