Al borde del precipicio (1-0)

Standard de Lieja-Sevilla | Crónica

El Sevilla se complica su futuro en la Liga Europa y deberá derrotar al Krasnodar en el Ramón Sánchez-Pizjuán para seguir

Decepcionante imagen del equipo de Machín en Lieja

Un lance del partido entre el Standard y el Sevilla.
Un lance del partido entre el Standard y el Sevilla. / EFE

El Sevilla juega con fuego en su competición fetiche. El equipo que presume de lucir en su sala de trofeos cinco copas de campeón de la Liga Europa deberá derrotar en la última jornada en el Ramón Sánchez-Pizjuán a un Krasnodar que tampoco tendrá seguro su pase si quiere meter su bolita en la ronda de los dieciseisavos de final. Imposible no es, por supuesto que no, pero ni el más pesimista de los seguidores nervionenses pensaría que se iba a vivir esta situación cuando se conoció la composición del Grupo J.

El problema es que un grupo de cuatro equipos exige una concentración plena en todos los encuentros y los sevillistas sólo la han tenido al calor de los suyos. Ninguno de los tres litigios fuera de casa han tenido el rendimiento mínimo exigible para una escuadra que, no se olvide, ahora mismo es la que más puntos tiene en su casillero en la Liga española. Quiere esto decir que la diferencia entre un torneo y otro es más que evidente y esto sitúa a los hombres de Machín en una situación más que incómoda para lo que tendrá lugar dentro de dos semanas en su propia casa.

Suerte para ellos que al menos sea así, pues la imagen ofrecida en Lieja tampoco invitaría mucho al optimismo de no ser porque se supone que el choque contra el Krasnodar no debe tener mucho que ver con éste disputado ante el Standard. Pero esto es fútbol y nunca se sabe qué circunstancias pueden acontecer cuando echa un balón a rodar. La cita en la fría noche belga está claro que nació de nalgas y así seguiría hasta que el alemán Siebert diera los tres pitidos finales.

La primera parte no pudo ser más insípida por parte del Sevilla. Pese a que Machín introdujo cuatro cambios en su once titular respecto a la cita con el Valladolid para confeccionar un once perfectamente reconocible, la realidad es que los suyos se sintieron incómodos en todo momento sobre el césped del estadio Maurice Dufrasne.

La razón, sin duda, estribaba en el planteamiento ordenado por Michel Preud’homme para contrarrestar a los blancos. Sabedor de que la superioridad de éstos, la mayoría de las veces, se genera en el dúo de la mediapunta, en este caso integrado por Franco Vázquez y Banega, su antídoto fue ordenar un marcaje al hombre cada vez que éstos se disponían a recibir en zonas de riesgo. Tanto Cimirot como Bastien, con la ayuda de Mpoku, tenían la misión de estar cerca de los dos argentinos para no invitar a los zagueros a pasarles la pelota.

El Sevilla se convertía de esta manera en un equipo más previsible, dado que sus dos principales generadores de peligro, tenían que retrasarse para pedir el balón mucho más cerca de los centrales y de esta manera se restaba una pieza en la zona en la que se generan los desequilibrios, algo que permitía a los belgas vivir con mucha tranquilidad en ese arranque.

Las imágenes del Standard de Lieja-Sevilla
Las imágenes del Standard de Lieja-Sevilla / EFE

Si a esto se le suma que en los tres primeros intentos de desmarque del Mudo Vázquez éste no recibió el balón de sus compañeros por temor al riesgo de una pérdida, lo que se originó fue que el zurdo se fuera desenganchando del juego y con ello el Sevilla cada vez parecía más carente de peligro, entre otras cosas porque Banega tiene tendencia a volver hacia atrás para recibir y no a buscar los espacios como suele hacer Sarabia cuando ocupa una zona similar.

El resultado fue que los minutos transcurrían sin que allí pasase apenas nada, con un Sevilla que, cierto es, controlaba la situación, pero que no llegaba hasta las cercanías de Ochoa con fuego real. Todo lo más fue un intento de Promes con un mal remate y otro, éste sí más claro, por parte de Ben Yedder en un buen centro por abajo de Arana.

El resto era un más de lo mismo, un tocar y tocar en busca de desordenar al rival sin que diera muchos frutos. Encima el Standard se limitaba a aguardar atrás con corrección y con mucho orden para no verse sorprendido. Algo que sí ocurriría poco antes de la media hora cuando Ben Yedder sí fue capaz de generar una superioridad a la contra que acabó con un trallazo de Franco Vázquez al travesaño. Fue la gran oportunidad del Sevilla, tal vez la única junto a la antes narrada de Ben Yedder en el pase de Arana, pero el balance era escaso. Sí es verdad que a los visitantes les bastaba con un punto para asegurar la clasificación para la siguiente fase, pero el fútbol no tenía nada que ver con el vértigo que le suele imprimir a la circulación de la pelota el once de Machín.

Cabía esperar que tras el intermedio todo variase para bien, pero el vaticinio de quien así pensase no podría ser más equivocado. Las circunstancias fueron empeorando conforme transcurrieron los minutos hasta concluir con dos disparos que no sería injusto calificarlos como patéticos por parte de Muriel en la prolongación.

Aunque nada más arrancar Emond ya se quedó solo delante de Vaclik, por medio la musculatura de Aleix Vidal dijo basta, Sarabia entró para ocupar la banda derecha, el Standard se adelantó en un despiste de toda la zaga sevillista al tirar un fuera de juego con Mercado descolocado después de los locales pidieran una mano suya al caerse dentro del área propia y el propio Sarabia se iba muy rápido a la caseta tras ver dos cartulinas amarillas en un breve lapso de tiempo de cinco minutos.

Aquello se había puesto realmente negro para los hombres de Machín, que apeló a Mercado en el lateral derecho y que fue acumulando hombres arriba con Andre Silva y Muriel. Pero el Sevilla sólo se acercó de verdad en un gol anulado a Ben Yedder por fuera de juego. El resto fue un querer y no poder para salir de Lieja al borde del precipicio. Esta competición, y el Sevilla tiene experiencia de sobras en ella, no perdona los fallos y el Sevilla lleva ya dos, como pudieron ser hasta tres incluso. Toca sufrir y ganar, por supuesto ganar.

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