La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
Sevilla FC
El sevillismo se debate en la resaca de la derrota en el Estadio de la Cerámica entre dos datos objetivos. El primero atañe a la cantidad de llegadas que generó el Villarreal y que no supo frenar el Sevilla: 25 remates recibidos es un registro para no presumir. Y el segundo está referido a la clara falta de Sorloth al empujar con los dos brazos a Kike Salas en su remate a gol. Fue la jugada decisiva, el 3-2 en el minuto 97.
El equipo de Quique Sánchez Flores vio rota su racha de cinco partidos consecutivos sin perder, con cuatro triunfos y el empate en el derbi de Heliópolis. Llegaba de sumar 13 puntos de los últimos 15 y a pesar de ponerse dos veces por delante en el marcador, gracias al doblete de un En-Nesyri en estado de gracia, no supo guardar su renta.
Bien es cierto que el Villarreal de Marcelino, en su escalada por intentar meterse en Europa y en su estadio, apretó mucho y bien. Es uno de los equipos que tiene mejor sistema ofensivo con permutas y combinaciones de dentro afuera y de fuera adentro. Así desarboló a un Sevilla demasiado contemplativo en los continuos centros en busca del poderoso Sorloth.
Pero los registros no dejan en buen lugar a un Sevilla que en otras ocasiones sí ha sabido defender su guarida además de salir. Si En-Nesyri hubiera logrado su tercer gol en el postrero cabezazo al poste, en el minuto 85 y justo después del 2-2, otro gallo habría cantado. Pero el Sevilla vio cómo el VAR ya anuló un gol al Villarreal por fuera de juego, que lo fue. Y cómo finalmente no intervino en la acción decisiva. Díaz de Mera no quiso ver el empujón y Pizarro Gómez desde la sala VOR no lo mandó revisar la jugada pese a las airadas y justificadas protestas sevillistas.
Sí intervino el VAR justo antes en un penalti que pitó Díaz de Mera por presuntas manos en el área del Villarreal. Se confundió el manchego, pues al que dio en la mano el balón fue a Agoumé. Lo revisó y lo anuló. En la tercera ocasión que debió entrar el VAR no lo hizo y el resultado fue una derrota que castigó el excesivo absentismo de un Sevilla al que le faltó solidez e intensidad.
Y eso que el reparto de posesión estuvo más reñido de lo que pudo parecer: 59% del Villarreal frente al 41% del Sevilla. En cambio, el Villarreal remató muchísimas más veces que el Sevilla: 25 a 8.
De los 25 remates amarillos, 7 fueron a portería; 11 salieron fuera y otros 7 fueron rechazados. Nyland realizó 4 paradas por 2 de Jorgensen. El Sevilla llegó menos pero porcentualmente con más efectividad: de los 8 remates, 4 fueron a puerta por 2 rechazados y otros 2 fuera. Uno de ellos al poste, el referido cabezazo de En-Nesyri en el minuto 85 que puso suponer el 2-3.
El número de córneres sí fue llamativamente alto contra el Sevilla: 10 botaron los de amarillo por uno solo los de rojo. En cambio, el Sevilla sacó más tiros libres que el Villarreal: 19 a 15. Claro que el peligro de éstos depende de la zona del campo y se jugó más en el campo del Sevilla.
En definitiva, un borrón en la buena trayectoria última de Quique pese a que la derrota llegara en el último instante y con una clara falta de por medio que debió invalidar el gol.
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