Hacer de la necesidad virtud: ¡liderato!

El Sevilla, líder de la Liga

El Sevilla se encarama a la cima de la Liga gracias a la alegría de su ataque en contraste con la merma de una medular que pide oxígeno

Ben Yedder mete la punta de la bota izquierda para hacer el 2-0 al Celta. / Antonio Pizarro

Una semana después de la sima ante el Getafe, con el paréntesis triunfador ante el Standard de Lieja, Pablo Machín se saltó sus corsés y apostó por el cuerpo a cuerpo. Algo debió ver en la goleada ante los belgas que no le gustó. Aquel jueves metió a Amadou para intentar acorazar mejor un centro del campo que, con el dúo Roque Mesa-Banega, seguía haciendo aguas, más o menos controladas. Este dúo, por la lesión del medio francés, fue el que encauzó el 5-1 sobre el equipo valón, pero siguió dejando bastantes dudas. Hasta que en Orriols, en la visita al Levante, se puso su sistema por montera: dejó en el pivote a Banega solo como la una, retrasó como interiores a Sarabia y Franco Vázquez y ubicó arriba a Ben Yedder junto a Andre Silva.

Desde entonces, el Sevilla se ha ido encaramando a la cima de la Liga, convirtiéndose en el segundo máximo goleador de Primera División, gracias los 18 tantos acumulados, por 8 encajados, por detrás del Barcelona, al que visitará tras el parón. Quince días para disfrutar del liderato y recomponer fuerzas. De la sima a la cima por el camino del gol. Claro que esa apuesta por el gol implica la emoción de la incertidumbre por esa merma endémica en una medular que pide a gritos oxígeno.

Mirar desde arriba la clasificación durante el largo parón debe darle aire, tranquilidad y también momentos de reflexión a un cuerpo técnico que desea la vuelta de los lesionados como el sediento el agua en el desierto.

El Sevilla se impuso al Celta con esa emoción del gol, con la misma incertidumbre que dejó el lapso de tiempo entre el momento en que Ben Yedder metió la puntita de su bota para hacer el 2-0 y el VAR dictaminó que no había fuera de juego de Sarabia. Fue un gol a tres bandas: la orfebrería de Franco Vázquez, la generosidad de Sarabia y el oportunismo de Ben Yedder, que ayer parecía no querer marcar si no era con emoción.

Pablo Machín habló de vértigo en los últimos metros. Ese empuje visceral hacia la portería contraria de un equipo de marcadísimo corte ofensivo (Jesús Navas, Banega, Arana, Sarabia, Franco Vázquez, Ben Yedder y Andre Silva, el 70% de los jugadores de campo) dio por momentos imprecisión, precipitación, desacierto... Vértigo.

También habrá quien piense que lo que tuvo el Sevilla, ganando 2-0 con uno más desde la expulsión de Araujo por la oportuna presión anímica y física de Andre Silva, fue vértigo por la altura clasificatoria. Más bien parece que lo que el Sevilla padeció ante el Celta fue un desequilibrio parido a medias por la merma de efectivos en la medular y su propia apuesta ofensiva.

Pero es que ésta, esa alegría de mirar hacia delante sin mirar atrás, tiene más que ver con la falta de banquillo para cerrar los partidos. Machín, pese al cansancio de Banega y al riesgo de su segunda amarilla, no sacó a Roque Mesa hasta el minuto... 91. Sin Amadou, sin Gonalons, sin nada más de lo que tirar, Machín está exprimiendo a Banega. El 2-1 tiene mucho que ver con esto. Y el liderato, agarrado con incertidumbre, tiene el sostén de la obligada apuesta ofensiva. Aquello de hacer de la necesidad virtud..

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