Sueños esféricos
Juan Antonio Solís
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Ocho puntos de doce, cuando empezaba a empinarse de veras el calendario, es un balance más que satisfactorio en el actual contexto del Sevilla. La jornada vigésima quinta dejó al equipo de Quique Sánchez Flores con siete puntos sobre el puesto decimoctavo que marca el descenso y que ocupa el Cádiz. En ese sentido, el punto sumado en Mestalla no puede ser acogido de otra forma que con moderada satisfacción, al producirse además con la portería a cero, circunstancia que repitió por segunda vez el Sevilla tras el triunfo sobre el Atlético.
Hacía seis meses que no disfrutaba de dos porterías a cero, lo que los ingleses denominan clean sheets, lo cual ya es un indicativo de la paupérrima deriva en las dos últimas temporadas del equipo nervionense. Aun así, la imagen del equipo contra el Valencia fue pobre, hasta rácana, y no hay sino que acudir a la estadística para ilustrar esta afirmación: un solo remate, uno, en todo el partido.
El Valencia tampoco es que se estirara mucho en pos de la victoria, pero, impelido por jugar ante su público, al menos llegó a los 14 remates: 6 fuera, 4 a portería y 4 rechazados. Nyland contribuyó a esa solidez sobre la que está armando Quique la necesaria reacción que venía urgiendo al equipo ante el riesgo de batacazo histórico. Pero el sevillismo también se debate entre esa necesidad patente y la deplorable imagen de un bloque amarrado que se comportó en un estadio difícil como un equipo menor, de esos que luchan por no descender... Es el espejo ante el que debe mirarse el Sevilla por muy feo que sea el reflejo.
Ahora bien, en el Santiago Bernabéu es probable que ese plan de Mestalla sólo conduzca a la habitual frustración de cada temporada. El Real Madrid, distanciado líder de una Liga a la que dio un fortísimo golpe con su goleada sobre el Girona en su anterior comparecencia casera, tras sufrir en la polémica victoria con el Almería y el empate contra el Atlético, será mucho más exigente que el Valencia de Rubén Baraja.
Quique optó en Mestalla por guardar la ropa sin nadar apenas, sin alejarse de la orilla, necesitado como estaba de seguir fundamentando la confianza entre los suyos en la solidez, en la portería a cero y la defensa como principal baza. También en un Nyland que realizó cuatro paradas, dos de mérito, por apenas una cómoda que tuvo Mamardashvili en el único remate del Sevilla. Pero quizá sea hora de dar un giro después de cuatro partidos seguidos sin perder.
El Real Madrid está fortísimo y el Sevilla no ha podido hincarle el diente allí desde hace más de tres lustros: el último triunfo fue de la mano de Manolo Jiménez el 7 de diciembre de 2008 (3-4). Desde entonces, apenas arañó un empate sin público, en el Alfredo di Stéfano, la temporada 20-21. Terminó 2-2 y puso fin a la esperanza del Sevilla de Lopetegui de luchar por el título.
Los precedentes no son halagüeños, pues en la mejor etapa histórica del club de Nervión, con once títulos en este siglo XXI, apenas ganó allí dos veces. La anterior fue en diciembre, pero de 2004, con Joaquín Caparrós de entrenador y gol de Julio Baptista antes de ser traspasado al Madrid.
Si cuando el Sevilla ha estado bien ha salido de allí casi siempre escaldado, ¿cómo va a producirse el milagro ahora? Y también cabe la proposición de que tiene poco que perder en la peor visita liguera tras la del Camp Nou. La derrota se da casi por hecha y, sobre esa tesis, el plan de guardar la ropa no garantiza nada. Por ello, quizá Quique opte por un plan valiente, soltando amarras, para lo que sería idóneo que volviera un hombre como Ocampos. Desde luego, el plan de Mestalla no parece que valga en el Bernabéu... Porque allí la acción de Isaac con Foulquier, por ejemplo, sí es penalti. Sí o sí. Lo mismo que si hay alguna mano como la de los valencianistas pero en contra... Que le pregunten al Almería, que sí fue valiente en el Bernabéu...
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