El Sevilla es puro desatino en ataque
Sevilla FC | El reportaje
La mala calidad de los remates, más que la cantidad, se acentúa en el equipo de Lopetegui esta temporada y desvía el foco a Monchi en demanda de algún delantero
Los sevillistas remataron hasta 18 veces el sábado, pero sólo en dos de ellas la pelota fue hacia la portería
En el global de las dos primeras jornadas, los remates ascienden a 28, pero sólo 5 entre los palos
Al poco de acabar el Sevilla-Valladolid del sábado, aún con las pulsaciones algo aceleradas, Erik Lamela se lamentaba de que el buen juego de su equipo durante la primera parte no se hubiera plasmado en goles. “Nos faltó concretar para manejar el partido luego con un marcador diferente”. Si pasa el tiempo y el gol no llega bajo el buen juego y la insistencia, la confianza se va minando y saltan los nervios, primero. Luego, la ansiedad. Fue lo que sucedió en una noche que acabó desquiciada en la parroquia sevillista. Fue el mayor pecado, que no el único, del cuadro de Julen Lopetegui, que ha empezado la temporada preso de esa mayúscula ansiedad por su bloqueo ante la portería contraria.
El Sevilla ya adoleció de una clara falta de efectividad en el remate la pasada temporada, que su sobresaliente balance defensivo compensó. Acabó con 53 goles a favor, una cifra discreta para todo un equipo de Liga de Campeones. Pero desde la dirección deportiva que comanda Monchi, la respuesta a esa carestía este verano es, por el momento, nula: no ha llegado un delantero, aunque la previsión es que lo haga, y los refuerzos se limitan a dos centrales, Marcao y Nianzou, un mediapunta como Isco y un lateral como Alex Telles.
Carestía
No ha llegado un punta, En-Nesyri u Ocampos siguen bloqueados y no secundan al irregular Mir
Los números no siempre revelan la realidad con plenitud en el fútbol. Pero la cifra de remates (cantidad), y dentro de la misma los que van a portería (calidad) arroja mucha luz: 18 veces remataron los sevillistas ante el Valladolid y sólo en dos de esos intentos la pelota iba dirigida entre los tres palos que defendía Sergio Asenjo. La primera fue en el tiro a placer de Rafa Mir, que no ajustó lo suficiente su lanzamiento cruzado y estrelló el balón en el cuerpo del guardameta, y la segunda ya fue en el minuto 86 y supuso el gol del empate de Karim Rekik tras la indecisión entre Asenjo y el central Joaquín en un blando balón llovido del cielo.
El Sevilla remató mucho. Sobre todo en la primera parte, con un ritmo de juego muy alto. El propio entrenador del Valladolid, Pacheta, reconoció tras el partido que su rival jugó por momentos “muy bien” y con mucha intensidad. El gran problema fue que la calidad en la resolución de esas llegadas estuvo muy por debajo de la cantidad.
Rafa Mir remató cuatro veces, las mismas que ya ensayó en Pamplona una semana antes. Y sólo en la referida ocasión de la primera parte, tras pase de Lamela, exigió a Asenjo.
Curiosamente, hasta nueve lanzamientos tuvieron la firma de jugadores defensivos. Tal fue la insistencia del Sevilla en el balón parado, primero, y por esa banda derecha del ataque hasta el descanso: Nienzou demostró su presencia a pelota parada y cabeceó fuera, aunque con cierto peligro, en dos ocasiones; Rekik malogró otros dos por arriba en jugadas de estrategia, especialmente el primero de ellos con un remate en una posición ciertamente ventajosa. Esa ocasión llevó a pensar inevitablemente en el potencial que el equipo atesoraba los tres años precedentes con Koundé y Diego Carlos.
Segunda línea
En el Sevilla hay poco juego ni remate en la corona del área y encima Papu o Rakitic no afinan
Desde los flancos, Gonzalo Montiel y Marcos Acuña también chutaron dos veces fuera cada uno. El lateral izquierdo, además, centró nada menos que ocho veces desde su costado al área, en lo que es otra constante del juego sevillista que apenas le reporta beneficios. Los ataques se canalizan con insistencia hacia las esquinas para acabar en centros colgados al área donde los de blanco son franca minoría ante las piezas defensivas.
¿Y por dentro? Tampoco ahí llegó calidad rematadora. Ni el Papu Gómez, uno de los pocos que lo intenta en el Sevilla desde el borde del área, ni Rakitic, otra de las excepciones, han empezado con el punto de mira ajustado y los tiros de uno y otro fueron desviados y, en ambos casos, tuvieron otro defecto común en el equipo de Lopetegui: llegaron tras en una mala elección. Había receptores de pase en situación de peligro y su posición para el disparo no era tan ventajosa.
Son errores propios de la ansiedad. Lopetegui se quejó tras el partido de esa constante deficiencia en la resolución de los ataques, que rompió definitivamente en un disparatado alargue de diez minutos en el que el Sevilla renunció a la pausa y al juego combinativo y facilitó la destrucción pucelana. Jugadores como Ocampos y En-Nesyri, claves ante el gol en la primera y segunda campaña con Lopetegui, respectivamente, no secundan hoy a un irregular Mir.
El Sevilla es hoy un equipo que no ataca poco, pero que lo hace mal. Muy mal. Sumando los partidos ante Osasuna y Valladolid, han sido 28 remates. Y de ellos, sólo 5 entre los tres palos. Y la cuenta atrás para que se baje la persiana del mercado corre. Monchi tiene la palabra.
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