La plaga se eleva a consecuencia

Sevilla FC

El hecho de que seis lesionados consulten a un médico externo demuestra que la preocupación ha pasado de nivel y que el Sevilla esté buscando causas empíricas

Martial se retira lesionado antes de la media hora en el partido ante el Espanyol. / Enric Fontcuberta / Efe
Jesús Alba

06 de marzo 2022 - 06:14

Hasta hace nada el asunto tenía en el Sevilla rango de infortunio. Si acaso no se podía negar cierta preocupación y los últimos acontecimientos demuestran que la plaga de lesiones musculares se ha elevado a una consecuencia de algo, de alguna cuestión que el club quiere determinar y que convierte una situación habitual en el fútbol en algo fuera de lo normal.

Hace un par de semanas el propio Monchi tiraba por el camino de relacionar la proliferación de lesiones musculares con las secuelas del Covid-19, un primer paso para reconocer que es algo más que casuística, pero el desplazamiento de una y hasta dos expediciones de futbolistas en busca de médicos externos que den una segunda opinión abre muchas preguntas y pone en duda ciertas cuestiones del funcionamiento diario de una entidad deportiva de carácter profesional que compite a primer nivel con objetivos tan ambiciosos como que ha llegado a ver como real la posibilidad de pelear por el título de Liga. La prueba es la gran apuesta hecha con Martial, un jugador que llegó para cinco meses, cuyo sueldo es estratosférico comparado con la mayoría de la plantilla del Sevilla y que también ha caído en las garras de la inefable plaga que tiene desde hace tiempo de los nervios a Lopetegui.

Cartas en el asunto

Después de varios meses, la situación ha sobrepasado a Lopetegui, responsable de la plantilla y sus resultados

Segunda opinión

Diego Carlos, Rekik, Papu Gómez, Montiel y Fernando viajaron a Madrid y Oporto en busca de soluciones

Lo que pasa es que el entrenador sevillista –o del tono de sus últimas declaraciones se desprende– no se cree ya que toda esta situación se trate de una simple racha de infortunios. Como buen vasco, no debe creer ni en gafes ni en duendes de entresuelo, y siente que la gran oportunidad de su carrera se le va quién sabe si por una mala planificación o por una mala praxis de trabajo en una parcela que no es la suya pero que le atañe directamente.

No entiende el ex guardameta que se le lesionen tres o cuatro futbolistas por partido, que muchos de ellos caigan así porque así en los primeros minutos de cada encuentro (Montiel en el 2 en Pamplona, Martial en el 20 en Cornellà, Diego Carlos antes del descanso ante el Dinamo de Zagreb, Papu Gómez antes del 40 en el derbi...) y hasta que alguno, como Ocampos, caiga en el calentamiento: ante el Osasuna.

El viaje de cinco futbolistas este viernes a Madrid para visitar a un especialista que pueda ofrecer más luz a esta situación es la demostración de que la plaga, a ojos de los que mandan en el Sevilla, ha pasado de infortunio a consecuencia. ¿De qué? Ésa es la cuestión y si los médicos del club no son capaces de encontrar la respuesta, lo normal es que el entrenador se inquiete como máximo responsable de la plantilla (y de sus resultados) que es. Esto va mucho más allá de ocultar o no las lesiones y el estado de los futbolistas a la prensa, esto va de presentarse a cada partido, como el Sevilla por ejemplo el viernes en Mendizorroza, con 8 bajas (5 de ellas por problemas musculares) y de haber llegado a un derbi o a partidos en los que el equipo se jugaba mucho como en Mestalla con 10 u 11 ausencias.

El gesto de Diego Carlos, Rekik (que se supone que ya estaba saliendo de la suya), Martial, Montiel y Papu Gómez supone reconocer muchas cosas en el Sevilla. También el viaje de Fernando a Oporto en busca de una opinión que abra la puerta a un tratamiento conservador con su tobillo es una manera de dar la espalda a los servicios médicos oficiales del club, un espinoso asunto que no es nuevo en el mundo de la alta competición, en el que cualquier detalle se mide con lupa y con parámetros científicos cada vez más actualizados.

El Sevilla lleva demasiados meses en una situación que obliga a repetir esfuerzos en los mismos futbolistas a causa de la indisposición de otros, una pescadilla que se muerde la cola y que no es del gusto de nadie.

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