El Sevilla escribe su gloria con renglones torcidos
Sevilla FC
Ya confirmado como un gigante europeo, el club de Nervión vuelve a hacer disfrutar a lo grande a los suyos, de nuevo con los protagonistas más insospechados
"Va por Reyes, va por Puerta, va por toda la gente que nos quiere". Eran palabras de Julen Lopetegui desde la zona mixta del Estadio de Colonia, en la que lució una camiseta con los héroes caídos del Sevilla. Va por toda esa gente que atravesó el desierto de frustración entre 1948 y 2006, aquellos años de mohína, puede añadirse. En esa etapa se fraguó a fuego lento, sobre la ardiente arena de la decepción, la leyenda incomensurable de un club nacido para la épica que vuelve a tocar la gloria. A lo grande.
El Sevilla es un gigante de Europa, hexacampeón de la UEFA Europa League después de haber dejado en la cuneta a dos titanes como el Manchester United y el Inter, dos de aquellos equipos que en los años de la triste travesía miraban y escuchaban los chavales sevillistas con la resignación del que ve estrellas inalcanzables. En Colonia reescribió su romance de amor con el torneo europeo con renglones torcidos, parafraseando a Santa Teresa. Como en la semifinal ante el United, los héroes fueron los más insospechados.
Antes que ninguno, De Jong, el delantero más denostado por los aficionados durante gran parte de la temporada, un ariete al que incluso se comparó con Cantudo, uno de aquellos futbolistas que se toparon con el infortunio en los años tristes. Los dos golazos del holandés refrendaron a Lopetegui en su apuesta constante y continúa en su 9. Vaya dos golazos de Luuk. Vaya dos testarazos: el primero pleno de potencia y anticipación; el segundo, imperial, con clase y pericia. Un cabezazo en plancha a pase de Jesús Navas, otro cabezazo combado, imposible para Handanovic, tras una falta de Banega. Así honró De Jong a los dos hombres del abrazo en lágrimas, el símbolo que se va y el símbolo eterno que jamás había levantado como capitán el famoso paragüero... hasta Colonia. Así agradeció la confianza permanente que en él pusieron Monchi y Lopetegui.
Otro renglón torcido con el que el Sevilla ha reescrito su bellísima historia de cariño hacia su propia identidad lo recitó Bono. Aunque en un papel no tan protagonista como ante el United, fue clave el pie que sacó ante Lukaku, en un demarraje impresionante del tremendo delantero belga, y evitó el 2-3 del Inter. Era el mismo portero que hizo temblar al sevillismo ante el Cluj... Qué lejos ya aquello.
Y el tercer renglón torcido en ese camino hacia la gloria lo escribió Diego Carlos. Cometió el tercer penalti consecutivo, algunos dicen que por pura superstición, tras los de Wolverhampton y United; hizo la falta del 2-2 de Godín, que le ganó la partida en el salto; e incluso falló en un despeje corto en el origen de la jugada que dio lugar a la parada de Bono ante Lukaku. Así se tapan unos a otros en esta familia de guerreros.
Diego Carlos, sobreexcitado, sería el héroe definitivo, con esa chilena a la que acompañó la fortuna. El central que tanto sorprendió durante gran parte de la temporada merecía un final así. No era día para echar borrones y corrigió su plana para que la historia de este equipo, el de Lopetegui, ya forme con letras de oro en la biblioteca de épica que el Sevilla adjunta a sus vitrinas de gloria.
Así ganó el Sevilla, volviendo a callar bocas ajenas y propias. Superándose a sí mismo y curando otra vez las antiguas heridas de aquella larga travesía del desierto. Con la fe del que cree sin ver. Cómo curte saber sufrir y resistir... Así escribe derecho el Sevilla, con renglones torcidos.
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