Este Sevilla es un Twingo que se cree un Ferrari

Girona-Sevilla | Informe técnico

Sampaoli no quiere ver la premisa para que el Sevilla salga del lío: asumir que es pequeño y jugar como tal

Aparte de los errores de Bono o Nianzou, la dirección fue un puro despropósito

La crónica del Girona-Sevilla (2-1)

Los jugadores del Sevilla, uno por uno

Sampaoli: "Es el partido en el que con más claridad salimos con el balón"

Gudelj trata de despejar ante Riquelme.
Gudelj trata de despejar ante Riquelme. / David Borrat (Efe)

En el Sevilla corren malos tiempos, malísimos, para la lírica. Pero ni Bono, ni Nianzou, ni Gudelj, ni Joan Jordán ni muchos de quienes defienden su escudo sobre la hierba quieren darse cuenta. Se empecinan en jugar como un equipo puntero, sacándola desde atrás como en esos vídeos virales de golazos en los que un equipo la toca 33 veces durante un minuto y medio antes de marcar. Y el Sevilla hoy no es un equipo puntero. Es un equipo menor. Muy menor. Y el primero que debe asimilar el perfil prosaico de esta tropa es Jorge Sampaoli, cuya verborrea conceptual sobra absolutamente: se acerca el ecuador de la Liga y el equipo da unas señales pavorosas, incapaz de salir de las arenas movedizas. Estaba el Girona entregado, el Sevilla buscaba el 1-2 aun con mucha más intención que lógica, con Suso pisando más área que Rafa Mir. Pero flotaba que todo se podía ir por el sumidero en la enésima irresponsabilidad de Bono y Nianzou, como así fue.

Defensa

Jorge Sampaoli no dio una a derechas en Montilivi. Empezó con tres centrales, pero tuvo que corregir pronto y devolver a Fernando a la medular –su entorno natural y donde ha demostrado siempre, siempre, que es más útil al equipo– para retrasar a Gudelj.

Dos pérdidas seguidas de Fernando en el costado derecho inyectaron mucha inseguridad al sistema defensivo, donde ese sospechoso dúo que integran Jesús Navas y Nianzou jamás detectó los movimientos de Riquelme desde el extremo hasta el área. El central sevillista empezó su recital de pérdidas suicidas, pero al poco de la primera marcó el 0-1 elevándose con potencia por encima de Oriol Romeu y parecía que ese gol podía darle la serenidad y confianza que le faltaban. Pero nada más lejos de la realidad.

En el minuto 66, con la entrada de Montiel por Badé, Sampaoli cambió a defensa de cuatro con Jesús Navas por delante del lateral campeón del mundo. Quedó atrás un inquietante triángulo, más peligroso que el de las Bermudas, para recibir la pelota del suicida Bono: Nianzou-Gudelj-Jordán con éste como vértice más adelantado. Míchel vio en el tramo final que su equipo no estaba para alegrías, pero mantuvo su presión en la arriesgadísima salida en corto de Bono y compañía y le salió perfecto.

Ataque

No es responsabilidad de Sampaoli que Rafa Mir no lea hacia dónde puede ir un pase al área, que Óliver se enrosque sobre sí mismo. Pero sí hay que pedirle al argentino que el equipo aproveche los contragolpes ventajosos, y en Montilivi tuvo varios, o que se sumen efectivos con rapidez y verticalidad cuando hay un robo en zona adelantada, algo que hizo a menudo, sobre todo con Rakitic. Y por supuesto, que el estratega ponga las piezas donde pueden rendir más y refresque con más decisión: ¿a qué viene la entrada de En-Nesyri tan tarde y ya tras el 2-1?

Virtudes

Rakitic más liberado es útil aún.

Talón de Aquiles

Jugar sin conocer tus claros límites sólo te lleva al hoyo.

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