La resiliencia sevillista en los genes
Sevilla FC
El ejemplo de Turín, éxito que cimentó al Sevilla en la élite tras su última gran convulsión, acicate para afrontar nuevos retos ante la actual crisis global
Sin público en el estadio hasta no se sabe cuándo, el club debe explicar bien cada paso dado
Desde principios del siglo XXI, el Sevilla se sacudió la mohína que lo acompañó en casi toda la segunda mitad del siglo XX, prácticamente desde la final de la Copa que perdió en 1962 en el Santiago Bernabéu. El club se ha instalado por méritos propios y con mucho esfuerzo en la élite europea. Pero también ha sufrido tremendos zarandeos anímicos, trances extremos que otros clubes no han padecido. Y a pesar de éstos, el Sevilla demostró siempre tener una gran capacidad de resiliencia, de sopreponerse a esos golpes para rebrotar con fuerza. Ahora, el club de Nervión afronta, igual que los demás clubes europeos, nuevos retos: la crisis aparejada a la pandemia del coronavirus volverá a ponerlo a prueba. Las estructuras de las que presume el club afrontan un test de fuerza.
Para responder con esa genética especial cuenta el Sevilla con ejemplos claros de superación, con el título de Turín como paradigma de esa capacidad de resiliencia, ese concepto tan en boga. Porque la temporada 13-14 fue especialmente convulsa y la remató con un título que reabrió la senda de la gloria y cimentó su crecimiento actual. En diciembre de 2013, en medio de una temporada que se presentó como la primera de un proyecto a tres años tras dos sin jugar en Europa, José María del Nido, el presidente de los seis títulos y el que devolvió el orgullo y la plata a Nervión, dimitió por su condena a prisión. Lo relevó José Castro, de forma interina primero y de forma definitiva después. Y, pese a las dudas que ofrecía en mitad de la temporada Unai Emery, el Sevilla se coronó en Turín como campeón de la UEFA Europa League.
Castro se refirió a ello en sus intervenciones radiofónicas conmemorando tal título, que abrió la nueva era tras la que cerró, de forma tan trágica, la muerte de Antonio Puerta en agosto de 2007. Al inolvidable héroe el Sevilla le pudo dedicar la Copa del Rey de 2010, pero luego llegó otra crisis tras un periodo en el que el club pareció desandar lo andado, desde la gestión de su cúpula, como reconocerían Monchi y Del Nido en junio de 2013... Y llegó Turín como catarsis.
"Aquí lo realmente importante es la entidad, el Sevilla. Es verdad que era un momento complicado en lo institucional, porque hubo un cambio en la presidencia. Pero se demostró que las estructuras del club eran fuertes. Y yo creo que hicimos lo que teníamos que hacer", argumentó Castro. "Creo que las cosas se hicieron bien en la entidad, ese año y los demás. Todo lo que se ha conseguido está ahí, títulos, finales, el estadio, que ahí está, la entidad en general, nuestra ciudad deportiva... Son muchas cosas las que se han conseguido desde entonces", añadió. "Haber conquistado la UEFA ese año fue un espaldarazo a este proyecto mío, que luego ha seguido y que seguiremos disfrutando los sevillistas porque seguro que quedan muchas cosas muy buenas por conseguir", remachó.
Sucede que la crisis del coronavirus ha pillado al Sevilla en otro momento trascendente: la paz social tras la guerra de las grandes familias de accionistas, la profesionalización del club, con la remuneración del consejo, el reparto de dividendos... y un presupuesto muy ambicioso y ajustado por la revolución necesaria de la plantilla llevada a cabo por Monchi.
Este nuevo proyecto, presentado para cinco años, sobre el mayor presupuesto de la historia del club, de 215 millones de euros según los números presentados por José María Cruz en la última Junta de Accionistas, se fundamentó en esa paz social que aseguraba que el club iba a estar en manos de accionistas "con ADN sevillista". Pero aquella Junta también fue convulsa, por la disparidad de opiniones sobre la profesionalización del consejo y la subida de cada dividendo de 15 a 44 euros la acción (impuestos incluidos) hasta que Monchi abrió su paraguas con un discurso en el que pidió unión y confianza absoluta en los rectores del club de Nervión.
Ese paraguas de Monchi es el mejor aval del club actualmente. Su regreso inspira más confianza en una afición algo fría con el equipo esta temporada que todas las promesas de ADN sevillista. Porque a nadie escapa que esa profesionalización del club y esa paz social han tenido un coste de imagen, al igual que la aplicación del ERTE.
La cúpula ejecutiva del club anda haciendo cábalas y números para reajustar el ambicioso presupuesto a la nueva realidad del coronavirus. Que el Sevilla se haya postulado claramente para la vuelta del fútbol pese a tener amarrada la tercera plaza responde a ello. Castro, Monchi, el propio Del Nido, que vuelve a hablar como miembro de la familia sevillista, han incidido en la necesidad de que se retome la Liga, asumiendo el riesgo de perder en las once jornadas que quedan la plaza de Champions. Porque todos saben que el paso adelante fue muy arriesgado y la merma de ingresos será muy importante aun con competición: cero ingresos por taquillaje, reducción importante en los patrocinios y la duda sobre el reajuste de los derechos televisivos de un fútbol sin público y tan condicionado por la realidad sanitaria y socioeconómica actual. Sin obviar los abonos, pues es improbable que la Liga 2020-2021 pueda empezar con público.
Castro, en un gesto que lo honra, antepuso Eindhoven a Turín. "El de Turín era mi primer título como presidente, pero antes ya era sevillista, por lo que el más importante fue el de Eindhoven, que abrió el camino y dio fuerzas para conseguir todos los demás". Pero también hizo copartícipe a la afición de todos los éxitos. "La afición del Sevilla ha sido extraordinaria en todas esas finales y en esa consecución de finales, estando desde el principio en los desplazamientos y en el Ramón Sánchez-Pizjuán ante partidos difíciles". Ahora no estará en el estadio y asuntos como los reajustes del proyecto y los abonos pueden impedir esa solicitud de remar todos juntos. Ahí es donde las susodichas estructuras tendrán su test de fuerza. La vuelta del público al estadio no tiene fecha, en la calle hay debate y no hay resiliencia colectiva sin una adecuada sinergia.
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