El silente legado de Diego

Sevilla FC

El Sevilla recuerda a Maradona en el césped que pisó a diario entre octubre de 1992 y junio de 1993 y Monchi explicó a la plantilla su cercanía: "Era un buen tipo"

José Castro: "Maradona llenó el corazón de alegría a los que estamos enamorados del fútbol"

Monchi y el lado más cercano y humano de Maradona

Idrissi, De Jong, Rekik, Gnagnon y, de espaldas, Óliver Torres y Joan Jordán, aplauden en memoria de Maradona.
Idrissi, De Jong, Rekik, Gnagnon y, de espaldas, Óliver Torres y Joan Jordán, aplauden en memoria de Maradona. / Imagen Sfc

El día de San Antonio está señalado en la historia de dos figuras de la historia del Sevilla, salvando las distancias de años y trascendencia. Fue un 13 de junio, de 1993, cuando Diego Armando Maradona jugó su último partido con el Sevilla. Y fue también un 13 de junio, de 2018, cuando Julen Lopetegui fue destituido como seleccionador, en la misma Krasnodar donde el martes saboreó la gloria del triunfo. Ambos fueron días broncos, sofocantes como corresponde a un día en el que el calor primaveral ya es estival. Maradona se peleó con Bilardo porque lo sustituyó estando el Sevilla jugándose un puesto europeo.

El partido con el Burgos quedó 1-1, ya sin Diego en el campo. Había marcado Monchu en la primera parte, pero un gol de Edu, en el 89, lo frustró todo. Empatado a puntos con el Atlético, terminó séptimo. Luis Cuervas y José María del Nido tuvieron un agrio enfrentamiento para no pagarle a Diarma, la empresa que gestionaba sus derechos, los 150 millones de pesetas pendientes del contrato. Pero el legado de Diego pervive en Nervión. Y es un legado alejado del ruido mediático.

En la intimidad de la ciudad deportiva, sobre el mismo terreno que Maradona holló entre octubre de 1992 y junio de 1993, el Sevilla guardó un respetuoso y sentido minuto de silencio en memoria del que fue su capitán en aquel año de altísimas expectativas y final decepcionante. Diego jugó una treintena de partidos como sevillista, siempre con el brazalete azul en el brazo. Y vio más tarjetas amarillas en los 26 partidos de Liga que jugó, seis, que goles marcó, cinco, dos de ellos de penalti. También hizo otros dos en la Copa, en la que jugó cuatro partidos más. Sin embargo, sólo había que escuchar a Monchi dirigirse ayer a la plantilla sobre el círculo central para comprender lo qué significó.

Las palabras de Monchi a la plantilla sobre Maradona. / SFC

"En primer lugar, quiero dar el pésame a Lucas, a Marcos y a Franco, los argentinos", comenzó el director deportivo, el portero suplente de Unzué en aquel equipo de Bilardo. Junto al Narigón, en aquel banquillo bajo que se encastraba en el césped del Ramón Sánchez-Pizjuán, Monchi aprendió a ver fútbol. También a mirar de otra forma a los futbolistas: convivir con Maradona lo marcó, al igual que hacerlo con Bilardo.

"Yo tuve la fortuna de ser compañero de Diego durante un año aquí en el Sevilla. Tuve la fortuna de convivir con él, un buen tipo, que de la noche a la mañana se convirtió de ídolo en amigo. No habrá ningún compañero que hable mal de él. Él tuvo la capacidad de colocar al Sevilla, un Sevilla distinto, en el mapa del mundo. Yo quiero que me creáis. Vais a escuchar muchas cosas, vais a leer muchas cosas de Maradona. Quedaros con que era un buen tipo, una buena persona, una persona que merecía la pena", dijo Monchi antes de pedir un aplauso y el emotivo minuto de silencio por Diego.

Maradona salió por la puerta de atrás del Sevilla, ya es sabido. Aquel desencuentro con Bilardo, sumado a aquel gol del Burgos en el minuto 89, el mismo minuto en el que el Athletic selló la remontado en su debut en San Mamés, fue un final desabrido para una historia que contuvo tantos sueños y que dejó retazos de ilusión y orgullo. El 19 de diciembre de 1992, justo después del día de la Esperanza, Maradona dejó su mejor recuerdo: aquel Sevilla-Real Madrid en el que el conjunto de Bilardo venció por 2-0 bajo la batuta de su zurda única.

El poso que dejó aún pervive y el testimonio de Monchi es el mejor ejemplo. O el de Martagón, ahora delegado del equipo y que fue otro de los privilegiados que compartió vestuario y escuchó las historias que contaba Maradona en las largas noches de las concentraciones, como relató Monchi. Lo miraban como a un astro y era un hombre "cercano, afable, cariñoso... generoso", un crack que les daba su sitio, de igual a igual, a los jóvenes canteranos de aquel equipo, como el mismo Monchi.

Aquel malhadado día de San Antonio que Maradona fue sevillista por última vez queda lejísimos. Pero su memoria aún pervive en un Sevilla de Champions que mañana lo recordará con luto en las mangas. En El Alcoraz, a Martagón y Monchi se les hará un nudo en la garganta mientras reparten los brazaletes negros por Diego. Su legado es íntimo y silente, sólo comprensible para los que tuvieron la suerte de convivir con él.

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