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Wolfsburgo-Sevilla | Informe técnico
Quizás al Sevilla le dé igual el precio, porque es un club que presume de sus cuentas y encima le caen millones de euros por castigo en la Liga de Campeones, pero desplazarse con diésel, hoy, sale realmente caro. Así le sucedió a los de rojo, lentos, inmóviles y horizontales hasta decir basta ante un Wolsburgo que dista de su nivel técnico, que incluso pareció inferior en el plano físico durante la primera parte, pero que agradeció la tibieza y el persistente juego al pie, tan inocuo, de los de Lopetegui. Le salió caro al Sevilla su estilo nada dinámico, previsible, y no le salió carísimo por ese penalti postmoderno de los que, con el VAR, habrá que ir asimilando.
El Sevilla salió autoritario, con una eficaz presión tras pérdida en la que Fernando y Joan Jordán asumieron el mando. Ahormaron el partido atendiendo a los intereses de los de rojo, pues el balón era de los de Lopetegui casi siempre, incluidas las disputas y balones divididos.
Ese control del balón apenas concedió una internada por los pasillos interiores que acabó con un tiro desviado de Steffen (21’). Los laterales del Wolfsburgo, Mbabu y Rousillon, que suelen tirar para arriba, apenas lo hicieron en la primera parte.
No obstante, en la primera aproximación del equipo teutón en la segunda parte, Diego Carlos llegó tarde a tapar al receptor de un centro desde la derecha, la pelota se prolongó al segundo palo, allí Jesús Navas se vio emparejado con el gigante Weghorst, no pudo despejar y la pelota quedó suelta, a mercer de Steffen, que estaba libre ya que Koundé se quedó en tierra de nadie, al intentar echar una mano al lateral palaciego.
En la salida a campo abierto, ya con el equipo obligado a arriesgar, el Wolfsburgo trazó una gran contra en la que Bono volvió a ejercer de salvador ante Weghorst. Diego Carlos se quedó un poco descolgado y al achicar habilitó al gigantesco holandés.
La línea que integraron Suso –su nivel físico actual es un enorme lastre–, Papu por dentro y Ocampos naufragó ante el buen trabajo de Guilavogui y Arnold en el medio y la agresividad de los laterales, Mbabu y Rousillon. Rafa Mir se encontró en franca inferioridad ante los centrales, porque por detrás todo fue barullo, atasco. Una pena, porque en la primera parte, los alemanes no salían y el Sevilla recuperaba rápido el cuero. Pero ese desesperante juego al pie, horizontal, sin cambio de ritmo ni capacidad para batir líneas, le dio la vida al Wolfsburgo.
El 1-0 activó la entrada de Lamela y Rakitic por Suso (cantado) y Rafa Mir (inesperado). Lamela estuvo un rato de falso ariete, pero cuando hizo más daño fue al entrar ya Iván Romero más Munir y volver a la derecha. Fue quien jugó distinto, quien cambió de velocidad. No bastaba, pero provocó un penalti que fue como un cuadro abstracto: había que saber verlo e interpretarlo.
Por salvar algo, el fútbol distinto de Lamela y la insistencia del grupo.
Volvió el desesperante juego horizontal, sin cambio de ritmo yu fácil de defender. Y lo peor, sin soluciones desde el banquillo.
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