De Caparrós a Monchi: abrupto final de un efímero ciclo
Sevilla-Leganés | El otro partido
El sevillismo ya mira al futuro, que pasa por Monchi, tras la decepción de la apuesta en Caparrós tanto en su faceta de gestor como de salvavidas
El Leganés certificó su objetivo dándole un baño de realidad al Sevilla. Parecía, desde el mismo inicio del partido, desde que Braithwaite penetró por el pasillo de la izquierda hasta la cocina en el minuto 2, que el equipo que buscaba la Liga de Campeones era el Leganés. Pocas veces se ha visto un paseo militar en el Ramón Sánchez-Pizjuán como el que protagonizó el bloque de Mauricio Pellegrino, que arribó a Nervión con 42 puntos y se va con 45, diez menos que un mal pergeñado equipo que evidenció todas sus carencias, desde la dirección del banquillo hasta la configuración de la plantilla. La Champions más barata en años se ha puesto imposible.
El paseo del Leganés escenificó el abrupto final de un ciclo, la efímera etapa de Joaquín Caparrós como gestor técnico del Sevilla, primero como director deportivo –lo de director de fútbol era una señal rara– y luego como salvavidas. El testigo cae con todo su peso en las manos de Monchi, que debe realizar un reestructuración total , desde el staff técnico hasta la plantilla del futuro. Porque el Sevilla apenas puede hablar ya de presente... Aunque el presente se puede complicar si este equipo desbaratado, no sólo por la ausencia de Banega, no es capaz de amarrar al menos la sexta plaza. De epílogo hay un Sevilla-Athletic que puede ser una final de verdad.
Que futbolistas sanos que han supuesto importantes apuestas como Kjaer, Amadou o Andre Silva ni siquiera estuviesen convocados con las bajas que había ya es un indicativo de que la planificación en las dos últimas temporadas ha fracasado. En el haber de Caparrós hay que anotar los fichajes de Vaclik y Munir como grandes éxitos... y poco más. Ni la corrección invernal al apostar por Marko Rog ha servido para algo.
Y si Caparrós falló, como él mismo ha reconocido, en su faceta de gestor deportivo, también lo ha hecho en la de entrenador. Once partidos de Liga, los que quedaban cuando relevó a Pablo Machín, por delante eran demasiados para un técnico que llevaba demasiado tiempo alejado de la élite. La estimulación anímica que sirvió al final del curso pasado ha sido insuficiente esta vez con casi el triple de encuentros. Como si de un efecto gaseosa se tratase, el Sevilla de Caparrós se ha roto en un perfecto reflejo de la mala planificación.
La elección del centro del campo ayer, con Sarabia, Roque Mesa, Marko Rog y Promes, jugándose la Champions, ya fue un fallo de partida muy previsible ante la potencia física y táctica del Leganés. Y las correcciones no sirvieron. El Sevilla necesita volverse como un calcetín. Y Monchi tuvo ayer un perfecto catálogo de las necesidades de una plantilla agotada, sin físico, que demostró su impotencia total en el partido quincuagésimo noveno de la temporada. Cuidado, aún quedan dos...
Bronca final y gritos de “Pepe Castro, dimisión”
Hace ya tiempo que la afición del Sevilla está descorazonada. La enorme ilusión que despertó Pablo Machín, con su clímax de dos lideratos en otoño, tuvo el duro anticlímax de la frustrante eliminación europea en Praga, posterior a la humillante derrota copera en Barcelona. Y a raíz de ahí ha tratado de sobrevivir. Los fallos de los postulantes para la Champions le dieron vida al Sevilla de Caparrós. Pero todo fue ficticio. La afición, tras el repaso del Leganés, estalló en pitos y bronca final. Se escucharon gritos, no mayoritarios, de “Pepe Castro, dimisión” y “el año que viene súbeme el carné”. Esta temporada, curiosamente, el club los rebajó.
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