Sueños esféricos
Juan Antonio Solís
Nadie en el mundo más afortunado que Víctor Orta
Sevilla-At.Madrid | La crónica
Nervión volvió a disfrutar como no recordaba. Volvieron a crujir de gozo sus vetustos cimientos gracias a una victoria memorable, plena de corazón y fútbol, con la casta y el coraje que exigen su escudo y su gente. Después de 98 minutos de un hermosísimo partido de fútbol, el Atlético de Simeone doblaba sus rodillas sobre la hierba y se rendía al triunfal Sevilla, que gracias a un gol de Isaac Romero, otro más, amplía ya a seis puntos la ventaja sobre el descenso, que marca el Cádiz.
Cayó derrotado el Atlético con un intimidatorio arsenal sobre el césped: Correa, Marcos Llorente, Riquelme, Griezmann y Depay. Y antes, Morata y Lino. Un equipazo mucho mejor que los Alavés, Osasuna, Rayo, Valencia o tantos otros que se fueron del Ramón Sánchez-Pizjuán con uno o los tres puntos. Pero la vida ha cambiado para bien por Nervión. Allí ya reside un equipo que gana la mayoría de los duelos (57% por 43% del Atlético), que sabe defender el balón parado, que ataca con verticalidad y que no regatea una carrera, un último golpe de riñón. Justo como juega Isaac Romero.
El delantero lebrijano ha sido una inyección de adrenalina pura para el corazón del Sevilla. Y qué bien juega el chico, además. Él arriba, Nyland detrás y entre uno y otro, por fin un equipo que se siente firme para sostenerle el pulso a un rival de un empuje mayúsculo.
No le hizo falta a los sevillistas ni que ese mediocre árbitro que es el gallego Iglesias Villanueva pitara el clarísimo penalti de Nahuel Molina a Isaac, a quién si no, en el minuto 69. Se cruzó ante el lateral en el área y cuando iba a encarar a Oblak, el argentino lo derribó con un violento empujón. De carga, nada. Carga, la que va a suponer la victoria para la moral del Sevilla. Carga...
Quique Flores va ajustando su mecano. Para qué cambiar si el inventó sonó afinado en Vallecas la jornada anterior, y de nuevo dispuso el técnico un sistema híbrido según atacara uno u otro equipo. Si lo hacía el Sevilla, Lucas Ocampos se adelantaba, Marcos Acuña se abría y el equipo ganaba un atacante. Si era el Atlético de Madrid quien ensayaba una jugada y los sevillistas se replegaban y defendían de forma posicional, Acuña se cerraba e invitaba a Ocampos a esperar a Marcos Llorente, que era el rojblanco que trataba de ganar la línea de fondo por ese costado.
Y fue precisamente Acuña el que empezó a desbrozar el camino con su aplomo, visión y calidad en el pase. Fue como si viera las vías y además, los demás de blanco las descubrieran al mismo tiempo para darle continuidad. Soumaré, Sow y Óliver tuvieron esta vez zancada y conducción, y como eran dos las líneas de pase a los delanteros, fluyó el juego hacia Oblak como nunca ha hecho este Sevilla en tan aciaga temporada.
A los cinco minutos, ya avisó Jesús Navas acomodando el cuerpo con calidad para chutar cruzado y obligar a Oblak a blocar el balón, ya que En-Nesyri acudió al posible regalo.
A los catorce minutos, fue Acuña quien probó al excelente portero esloveno desde fuera del área y de nuevo el portero mostró su nivel desviando a córner una pelota que una bota rojiblanca cargó de veneno al desviarla cuando viajaba a la portería. Pero en el saque de esquina posterior, Oblak ya no pudo hacer nada por evitar el gol. Acuña dibuja una comba al primer palo, Ocampos prolonga de cabeza al segundo con toda la mala uva e Isaac, el astuvo y vivo Isaac, le gana la partida a Koke junto al poste para cabecear a la red.
Ese tanto terminó de asentar al Sevilla sobre el mojado y rápido prado nervionense. Fue un equipo cada vez más competitivo, que ganaba cada vez balones divididos y que se proyectaba con mucho peligro gracias a los golpeos desde atrás de Acuña y las arrancadas de los medios: Isaac perdonó el segundo de cabeza ante Oblak a centro de Óliver (22’) y envió un balón a la cruceta en el 28. Luego, Óliver chutó blando y detuvo Oblak (36’).
El Atlético apretó, claro. Y tuvo sus ocasiones. Morata cabeceó al palo en una jugada anulada por fuera de juego pero que el VAR pudo validar si es gol (20’). Y el mismo Morata perdonó ante Nyland, que salió rápido a tapar, tras fallar Badé, el más flojo atrás de los sevillistas (42’). Morata, por cierto, se tuvo que retirar al filo del descanso, roto por el dolor, tras un feo giro de su rodilla en el aire.
Simeone afiló a su equipo con la entrada de Nahuel y Depay, que pudo empatar tras salvar Jesús Navas bajo palos un tiro de Griezmann, pero el balón le rebotó al neerlandés y se marchó fuera como se pudo ir para dentro. la suerte suele sonreír a los que juegan bien. A los ganadores. Y el Sevilla lo vuelve a ser con el impulso de un chaval de Lebrija al que el fútbol le sale a borbotones de los pies, Isaac Romero.
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