Jesús Alba
Cuando el reloj se pare
Sevilla - Getafe
El Sevilla recibe al Getafe como en una nueva prueba geológica. Granítico como ninguno en la Liga española, el equipo que menos goles recibe junto al Manchester City de Pep Guardiola en la Europa de élite, tiene otro test de dureza, como si un geólogo quisiera probar la dificultad con el que el granito se erosiona, precisamente por haber nacido de las enormes presiones de la corteza terrestre. Este Sevilla telúrico y rocoso, por mucho que aburra con su juego de fútbol control, tiene el mérito de sobrevivir a sus propios escollos, en forma de continuas bajas. Y encima hoy tendrá enfrente otra roca. Se barrunta terremoto por el roce de dos placas tectónicas en el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán.
Con Quique Sánchez Flores, el Getafe ha recuperado la pétrea disciplina que perdió cuando Pepe Bordalás se fue al Valencia y llegó Míchel al Coliseum Alfonso Pérez. Quique, a diferencia de su antecesor en el banquillo, sí ha sabido leer cuáles son los materiales con los que cuenta y los ha combinado, investido de alquimista medieval, para recuperar la proverbial dureza del conjunto azulón.
El Getafe llega espoleado por la victoria que logró frente al líder de Primera División, el Real Madrid, por 1-0. Fue la guinda con la que el conjunto de Quique remató una racha magnífica en la que, como recordó ayer Lopetegui, sólo ha encajado un gol en las últimas seis jornadas, en su visita al Alavés (1-1), previa a los dos triunfos consecutivos en casa frente a Osasuna y Madrid. Antes empató en casa ante el Athletic (0-0) y en su visita al Mallorca, también sin goles, después de golear al Cádiz (4-0). Su última derrota fue hace ya dos meses, el 7 de noviembre, en su visita al Villarreal y por la mínima (1-0). Los temores de Lopetegui, siempre cauto y muy respetuoso con los rivales, parecen fundamentados en esta ocasión.
No hay peor cuña que la de la propia madera y el encaje entre el rocoso Sevilla y el nuevamente pétreo Getafe puede producir chispas. Porque además los hombres de Lopetegui siguen sufriendo esa merma continua de efectivos que está concentrando los esfuerzos en un número limitado de futbolistas que deben repetir un partido y otro, sea en Liga o en Copa. Desde luego, no es momento de reservar fuerzas ni de pensar en el derbi copero. Simple y llanamente porque es que no hay fuerzas que reservar. El Sevilla sacará al tapete todas las cartas que tiene.
Ahí debe jugársela el segundo clasificado de la Liga después de realizar otro ejercicio de solvencia eliminando al Zaragoza de la Copa. Un triunfo en el que volvió a lucir sus virtudes: fútbol anodino, aparentemente insustancial, hasta que da un zarpazo y se agarra a su ventaja como a un clavo ardiendo que lo separa de la caída al infierno. Ahí luce mejor que nunca el granito sevillista, que puede que no cuente con uno de sus elementos formativos que lo hacen tan duro, cuarzo, feldespato y mica.
Fernando es duda y puede que no comparezca como vértice superior de este triángulo casi geológico que forma con Koundé y Diego Carlos, quien no pudo descansar en Zaragoza, como estaba previsto, porque Rekik se lastimó en el calentamiento. Y por delante, tendrán que repetir Rakitic, Papu, Ocampos, Joan Jordán... y volverá a la punta del ataque Rafa Mir, fresco tras su cuarentena por el positivo en Covid y recuperado anímicamente por su gran gol en La Romareda. Oportuna recuperación en medio de la erosión continua ante otra prueba geológica.
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