De repente, un engendro (0-2)

Sevilla FC-Getafe | Crónica

El Sevilla sufre una inapelable derrota ante un Getafe que aprovechó los errores propios de unas carencias agravadas por el planteamiento de Machín.

Ángel y Jorge Molina, letales.

El Sevilla FC-Getafe, en imágenes
Banega trata de robar un balón. / Antonio Pizarro
Juan Antonio Solís

16 de septiembre 2018 - 22:57

Sevilla/Un engendro. Esto es, un plan mal concebido. Y de cabo a rabo. Es lo que fue ante el Getafe el Sevilla de Pablo Machín, también de José Castro y Joaquín Caparrós. Parece que fue hace un lustro la vigorosa puesta en escena de los sevillistas en Vallecas, que hoy parece un macabro espejismo. Algo sonó desafinado en la segunda jornada ante el Villarreal, en el derbi esa controvertida y cacareada expulsión de Roque Mesa opacó el medroso y romo juego de los de rojo y esas malas sensaciones estallaron con toda su crudeza ante un bloque coriáceo que se limitó a aprovechar las groseras concesiones defensivas de los blancos gracias a la inspiradísima actuación de Ángel, que firmó los dos goles, y de Jorge Molina, cuyo partidazo ya lo hubiera deseado hacer rayado en verde y blanco. Inmenso estuvo.

Andaba el sevillismo proclamando su ilusión porque esta temporada por fin había portero con Vaclik, delantero centro con Andre Silva y entrenador con Pablo Machín, y de repente el portugués se ha varado y el preparador soriano monta un equipo que no hay por dónde cogerlo.

La concatenación de las lesiones de Escudero, Mercado y Gonalons ponían a prueba la planificación deportiva desde los despachos y la capacidad desde el área técnica para reaccionar y paliar esos problemas, por otra parte inherentes a cada temporada en cualquier equipo. Y de repente, la ilusión del sevillista se ha volatilizado con las primeras evaluaciones a Caparrós y Machín.

Por partes. La lesión de Mercado en Heliópolis la trató de solventar con Gnagnon en ese costado derecho por primera vez –en Europa jugó en la izquierda– para mantener a Sergi Gómez en la siniestra, que es donde mejor ha rendido. El trío, indeciso y contemplativo –¿es innegociable mantenerlo hasta el minuto 99, aun con el Getafe replegado y Jorge Molina solo arriba?– fue parte del problema, pero unos metros más adelante hubo más tachones con el rotulador rojo.

El conato de ruptura en la medular de la noche del Villarreal degeneró ante el Getafe en un funesto incendio desde el primer minuto. Si en la primera comparecencia de Liga en Nervión el equipo de amarillo no supo explotar el evidente déficit físico que implica la pareja Roque Mesa-Banega, el Getafe de Bordalás sí que se tiró de cabeza por ese agujero interior hasta abrir en canal al Sevilla. Pepe Bordalás lo debió ver ante el vídeo. Tampoco hacía falta ser una mezcla entre Helenio Herrera y Johan Cruyff para detectarlo. Ahí faltan kilos de músculo. Y mucha fibra explosiva para llegar a los cruces. Y aplomo para no perder la posición.

Porque Roque, que se distinguió como un pivote de guardar la posición en los últimos partidos de la pasada campaña con Joaquín Caparrós y también en el arranque de ésta en Vallecas –cierto es que ese Rayo salió sin medios defensivos específicos–, corre ahora como pollo descabezado. Lo hizo en el derbi y reincidió ante el Getafe.

Y al lado del menudo centrocampista canario, una versión muy menor de Banega. El organizador argentino jugó acaso su peor primera parte como sevillista. Bordalás solucionó la ausencia de Arambarri –tampoco pudo contar aún con Markel Bergara– sacando a Djené de la zaga y ubicando a Cabrera en el eje de la misma junto a Bruno. Fue un agudo movimiento de estratega. Ni Kasparov. Djené no será un exquisito del balón, pero acelera como una pantera cuando el enemigo tiene la pelota. Y allá que fue hacia Banega. O hacia Roque Mesa. Daba lo mismo. El éxito estaba asegurado.

La pareja de pivotes sevillistas era lo más parecido a clavar dos espantapájaros en la zona ancha. Y como Kjaer, Gnagnon y Sergi Gómez prefirieron acularse a salir a buscar a Jorge Molina o Ángel cuando éstos se ofrecían entre líneas, el Getafe tardó sólo tres minutos en hacer sangre. Gnagnon no siguió a Jorge Molina hasta los tres cuartos de campo y el alcoyano tuvo tiempo para recibir, alzar la cabeza y soltar un preciso pase al desmarque de Ángel, habilitado por Sergi Gómez. El punta cruzó con astucia y precisión antes de que Vaclik terminara de sacar la pierna y tapara.

Promes intenta zafarse de un rival en su debut con el Sevilla.
Promes intenta zafarse de un rival en su debut con el Sevilla. / Antonio Pizarro

Quedaba todo el partido por delante para que remontara un equipo organizado, seguro de su plan y con las piezas en su sitio: justo lo que no fue el Sevilla.

¿Y arriba? Pues Sarabia evidenció que, si enfrente no están equipos de la previa de la Liga Europa, no es ese jugador top que defiende en la negociación de su renovación. Lo dejó claro en el minuto 17, cuando envió fuera con su pierna buena un tiro con todo a favor. Nolito, para no ser menos, también falló un gol clarísimo al filo del descanso que quizás hubiera cambiado el guión en la segunda parte. Porque unos minutos antes de ese fallo, Banega volvió a arriesgar un pase en zona caliente, el Getafe robó y Sergi Gómez sirvió en bandeja el 0-2 a Ángel en un torpe golpeo hacia el corazón del área de su portero (38’).

La única nota afinada que sopló Machín llegó en el intermedio, con las entradas del Mudo Vázquez y Ben Yedder por Roque Mesa y Nolito. El argentino maniobró entre líneas y dibujó pases a un lado y otro, y el francés pisó área, recibió y se buscó el remate. En el minuto 50, de hecho, marcó un gol que el asistente anuló por un fuera de juego justísimo, que ni el VAR aclaró por televisión. Siguieron minutos de cierta efervescencia, pero ni Banega ni Jesús Navas ni Aleix Vidal –otra pieza chirriante en la izquierda– se subieron a la ola que provocaron el Mudo y Ben Yedder y Bordalás cercenó cualquier conato de épica reacción sevillista prescindiendo de Ángel y metiendo un quinto medio, Gaku.

La última media hora convenció a la hinchada sevillista de que la remontada era un imposible con el engendro que defendía su escudo. Nervión enmudeció mucho antes de los 9 minutos de alargue. Sólo volvió a rugir al final, enfocando al palco. Qué lejano parece lo de Vallecas.

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