Banega coge la batuta y la pelota sonríe (2-0)

Sevilla FC-Girona | Crónica

El argentino exhibe su fútbol en la segunda parte y lleva al Sevilla hasta un nuevo triunfo

El 2-0 frente al Girona provocó un ¡oh! colectivo de admiración ante la excelente jugada coral de todos los sevillistas

Las imágenes del Sevilla FC-Girona
Sarabia celebra su tanto con Navas, Ben Yedder y Andre Silva. / Juan Carlos Vázquez

Sevilla/Nuevo triunfo del Sevilla de Machín para seguir instalado en la zona más noble de la tabla clasificatoria y un nombre propio principalísimo para que todos acabaran con una sonrisa de oreja a oreja. Éver Maximiliano Banega cogió la batuta tras el descanso y dirigió el concierto con maestría para que todos los solistas, léase Sarabia, Andre Silva, Ben Yedder y compañía, se encargaran de aportar su calidad para que el Girona tuviera que dar su brazo a torcer pese a sus buenas intenciones.

Anclado de nuevo en el eje de las operaciones, con Roque Mesa, como el día del Krasnodar, en la posición habitual de Franco Vázquez, la figura del rosarino fue creciendo tras el intermedio hasta protagonizar una verdadera exhibición de pases profundos, de balones interiores para superar las líneas de presión planteadas por Eusebio Sacristán. Ora meto el balón por dentro, ora abro a las bandas en busca de las internadas de Jesús Navas y Escudero, ora desahogo con un pase en corto para volverla a recibir ya oteando el horizonte de cara…

El repertorio de Banega fue extenso y amplio y siempre con la sensación de tenerlo todo controlado, de ser el dueño de aquello

El repertorio de Banega, tras el intermedio, fue extenso y amplio y siempre con la sensación de tenerlo todo controlado, de ser el verdadero dueño de la situación. Por ahí, por las salidas del argentino, hizo daño el Sevilla. Ya fue trascendental en la jugada que puso de cara el partido para los de Machín. Corta el balón, desahoga con Sergi Gómez y habilita con visión a Sarabia, que estaba solo en los tres cuartos, en la jugada en la que Andre Silva cae derribado al chocar rodilla con rodilla con Juanpe. Su salida con ventaja para que el lanzador Sarabia buscara al portugués y se produjera el penalti fue clave. Pero no se quedó ahí la cosa, también fue Banega el que conectó con Sarabia que para los blancos contabilizaran el segundo, aunque ese dos a cero merece un párrafo aparte.

Porque la acción que sentenció definitivamente la desapacible matinal en el Ramón Sánchez-Pizjuán tiene que ser descrita con detenimiento. Fue, concretamente, Machín, en el estado más puro, tocar para avanzar, avanzar y avanzar hasta poner a un futbolista de gol. Tocar la pelota, sí, pero nada de manosearla en busca de contabilizar una posesión estéril. Todos los pases iban dirigidos a superar a los rivales que iban quedándose atrás hasta que Sarabia se encargó de ponerle la rúbrica definitiva al golazo.

El 2-0 resume el ideario de Machín, tocar la pelota para avanzar siempre, nada de manosearla en busca de la posesión

Todo comenzaría con un robo de Escudero en el lateral izquierdo y el vallisoletano iba a hallar muy prontito el apoyo de Roque Mesa para salir de cara con el balón, éste se dirigía de inmediato hacia Banega, quien levanta la cabeza y ya tiene a Sarabia en el lugar que le corresponde para una contra, en ese sitio que se ensaya un día detrás de otro en el laboratorio de la carretera de Utrera. El madrileño, tras el control, tiene cerquita la ayuda de Andre Silva para una pared en corto y que vea todo de cara con ventaja. La pelota se dirige a Ben Yedder en la esquina del área gerundense por la banda izquierda del Sevilla y el parisino la vuelve a poner atrás para llegue Sarabia, abra su pie derecho, sí el derecho, y el balón entre con fuerza en la portería de Iraizoz.

Todos los toques se produjeron con la precisión con la que actúa un cirujano para provocar el oh colectivo de los buenos aficionados al fútbol. El Sevilla acababa de resolver definitivamente un encuentro cargado de contenido y lo hacía, además, con brillantez. A partir de ahí, Banega siguió con su exhibición del segundo periodo y todos llegaron al momento de la protesta final contra los dirigentes saciados de buen fútbol.

Pero no fue fácil para el Sevilla, ni muchísimo menos. Machín se enfrentaba a sus viejos amigos, a ese Girona hecho a su imagen y semejanza, y la solución que le dio a la ausencia del sancionado Franco Vázquez fue volver a colocar a Roque Mesa como interior para que fuera el escudero por delante de Banega. Además, entraban en la alineación Jesús Navas y Kjaer en el afán por refrescar algo a los suyos, pero son ya muchos esfuerzos desde el mes de julio como para que no se note la fatiga.

Banega regatea a Granell.
Banega regatea a Granell. / Juan Carlos Vázquez

A los anfitriones les costó imponer el mando en el primer periodo, entre otras cosas porque el Girona también apretaba con el esquema que Machín quiso imponer en su Sevilla al principio. Pero sería injusto obviar que las dos opciones más claras fueron para Sarabia, sobre todo ésta, y Roque Mesa, que se encontraron con los pies de Iraizoz cuando el gol parecía cantado. También Stuani pudo batir a Vaclik casi al final y en este recuento también deben figurar dos jugadas muy dudosas en el área forastera teniendo en cuenta que existe el VAR, ambas con Bernardo de protagonista, una en un derribo a Andre Silva y otra en una mano voluntaria.

Acciones del juego, sin más, pero que cuando las revisa una cámara pueden decidir. No hizo falta después esa ayuda externa. El Sevilla había partido tras el receso con toda la mecha dada y llegó el derribo de Juanpe a Andre Silva para que todo se pusiera ya cuesta abajo para los blancos, sobre todo porque el 2-0, con esa obra de arte de la salida del balón desde atrás, llegaría relativamente pronto.

Desde entonces todo sería control de la pelota, acciones de Banega hacia allí y hacia allá para sacarle la sonrisa a la pelota y decisiones erróneas en el último pase o en el remate. Pero qué más daba ya, el Sevilla había vuelto a ganar. ¿Otra vez? Sí, otra vez, para seguir casi en la cima de la tabla.

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