El sofoco fue nocturno (2-1)

LaLiga Santander | Sevilla - Leganés

El Sevilla se reencuentra con el triunfo en la Liga, aunque casi lleva a los suyos al ataque de nervios

El equipo de Berizzo superó a un Leganés al que trató como si fuera el Barça

Sarabia se dispone a golpear el balón en la jugada del 2-1.
Sarabia se dispone a golpear el balón en la jugada del 2-1. / Antonio Pizarro
Francisco José Ortega

28 de octubre 2017 - 21:36

Sevilla/Triunfo con angustia de un Sevilla que se reencontró con la victoria en la Liga después de las dos derrotas consecutivas contra el Athletic y el Valencia. Tres puntos que cayeron con justicia en el haber de la tropa de Eduardo Berizzo, pero con un matiz y éste tiene que ver con el sofoco que tuvieron que padecer todos los suyos hasta que el catalán Medié Jiménez dio los tres pitidos finales. Dicho con el máximo respecto hacia el rival y en tono de elogio, pareció que enfrente no estaba el Leganés sino poco menos que el Barcelona ante el respeto con que lo trataron tanto los profesionales como los aficionados de un Ramón Sánchez-Pizjuán que suspiraba por que aquello quedara finiquitado a pesar de que las ocasiones más claras eran de sus futbolistas.

Pero no, entre que Jesús Navas huye en estos momentos de las zonas más calientes y que casi se frenó en una carrera cuando parecía que iba a llegar con ventaja para quedarse solo delante de Cuéllar; entre que Nolito manda el balón al larguero cuando se queda completamente solo; entre que Ben Yedder le estrella el balón en el pecho al propio guardameta; entre que ni Jesús Navas ni Banega supieron poner destreza en un dos contra uno cuando lo más fácil era materializar el 3-1; y entre que el disparo de N’Zonzi, éste sí con mala uva y calidad de verdad, se topaba en última instancia con el pie del central, pues el sufrimiento de los sevillistas llegó a ser extremo por el estado de ansiedad que en estos momentos transmite su equipo. Y, afortunadamente para todos ellos, Tebas tuvo a bien retrasar el arranque a las 22:30. ¿Se imaginan lo que hubiera sido esa tensión en la franja horaria de las 16:30 a las 18:30 con el calor pegajoso que hacía en Sevilla?

Afortunadamente, de cualquier forma, todo tuvo un final feliz para los blancos, como no podía ser de otra forma a la vista de la diferencia de calidad individual entre unos futbolistas y otros. Pero Berizzo no las tenía todas consigo y transmitió desde el principio que el Leganés era mucho más equipo que el nombre que tiene. Tanto que el argentino planteó una partida de ajedrez en el centro del campo. Era fundamental el control del balón, sí, pero igual de trascendental lo era hallar a los tres mediapuntas en los movimientos por detrás de Rubén Pérez y Gabriel. Porque el Sevilla, tal vez por primera vez desde el arranque de un litigio balompédico, partía con un esquema de 1-4-2-3-1. También lo utilizó durante diferentes fases del choque en Moscú contra el Spartak, pero la diferencia estaba en la fortaleza de los dos medios centro, dado que N’Zonzi sustituía a Banega como pareja de Pizarro.

Y estaba claro como el agua que en ese entramado táctico era indispensable la valentía de los dos medios centro a la hora de buscar pases interiores por el carril central en busca de los posicionamientos más centrados de Sarabia y Correa, además de, por supuesto, Krohn-Dehli, que era la pieza fundamental por la libertad que tenía a las espaldas de los dos medios centro de Asier Garitano. Era un tablero clarísimo y ahí las piezas tenían vida propia, tanto que lo principal era su inteligencia a la hora de buscarse los espacios a pesar de que la circulación no podía ser más pausada y pastosa, entre otras cosas por la altura de un césped demasiado lento a pesar de la magnífica apariencia que tenía.

Guido Pizarro era la otra pieza clave en esa estrategia, era algo así como un quatterback del fútbol americano, aunque sin balones en largo por alto. Es decir, su juego era meter pases interiores para hallar esa conexión que fuera capaz de desordenar al Leganés. Ya había mandado tres avisos el argentino cuando cantó bingo para alegría de un Berizzo que le recordaba desde la banda que ésa era la clave y que la había ejecutado a la perfección. Balón raso hacia Sarabia, que, una vez más, había abandonado el extremo y éste se lo da a la primera a Ben Yedder. El desajuste de la pareja de centrales visitante no pudo ser más evidente y sólo quedaba que el delantero francés no se pusiera nervioso y ejecutase la suerte suprema. Tuvo todo el tiempo del mundo, además, y su toque picado fue sutil y certero.

El Sevilla había dado el primer jaque en la partida de ajedrez que se estaba litigando y a partir de ese momento las negras ya tenían que pensar en tomar la iniciativa también. Al Leganés ya no le bastaba con tener dos líneas de cuatro muy juntitas y dos hombres arriba para presionar la salida del balón. También debía proponer algo, cosa que trató de hacer hasta el intermedio, aunque con muchas dificultades debido a ese césped pastoso que había. El Sevilla, por el contrario, tenía que sacar provecho de ese paso adelante del Leganés, sobre todo en las salidas de sus dos laterales, que eran quienes debían ejercer de extremos y que no llegaron a hacerlo en ningún momento durante el primer periodo.

Todo iba a cambiar, sin embargo, muy prontito en el segundo acto. Una indecisión de David Soria y un penalti propio de infantiles, tanto por la inocencia de su autor, Corchia, como la celeridad con la que Medié Jiménez se creyó el gesto de Szymanowski al levantar los brazos. Lo cierto es que lo pitó y que el Sevilla, otra vez, debía remar contra la corriente. Pero ahí se pudo ver la diferencia de calidad entre unos y otros. Bastó con que Nolito, que había sustituido al lesionado Correa antes del intermedio, presionara de verdad, recuperara una pelota en una acción en la que también pudo haber falta, y ya se encargó del resto Sarabia. Un verdadero golazo para colocar las cosas en su sitio.

Claro que faltaba aún media hora y eso eran muchos minutos con la pelota en juego para un Sevilla con la autoestima tan baja y con tanta ansiedad. Ni siquiera el hecho de N’Zonzi mandara en el juego eliminó los nervios, tampoco Banega cuando salió fresquito con la misión de dormir la situación con la pelota. El Sevilla fue un sinvivir y, pese a las numerosas ocasiones relatadas con anterioridad, sufrió hasta el final. Pero ganó; con sofoco, pero vuelve a sumar tres puntos, algo que debería ayudarlo a relajarse.

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