La cabeza está perfecta

LaLiga Santander

El Sevilla remonta el gol inicial del Celta gracias a sendos testarazos de Muriel y de Nolito en un partido que controló con inteligencia

Sólo algún error individual pudo variar el signo

Muriel festeja el tanto del empate.
Muriel festeja el tanto del empate. / Antonio Pizarro
Francisco José Ortega

18 de noviembre 2017 - 17:30

Sevilla/Tres puntos importantísimos para el Sevilla en una de esas citas propicias para las distracciones. No hubiera sido la primera vez, ni ojalá que sea la última, pensarán los seguidores de la fe balompédica nervionense por darle continuidad a esta época de vacas gordas, en la que este tipo de partidos, previos a una cita trascendental de la Liga de Campeones, se le indigestan a los blanquirrojos y acaban con un disgusto. Pues no, en esta ocasión la cabeza funcionó de manera perfecta en los dos sentidos del término. Primero, porque los hombres de Eduardo Berizzo supieron controlar la situación para remontar al Celta, y, segundo, por los dos tantos anotados llegaron a través de sendos testarazos de Muriel y de Nolito, tal vez dos de los fichajes a los que más añoran los suyos en la faceta goleadora.

Así que no hay ningún motivo para andar malhumorados en espera de que el Liverpool arribe al Ramón Sánchez-Pizjuán por primera vez en un partido oficial. Eso sí, después de haber perdido un título europeo con quienes ejercerán de anfitriones, un recuerdo que es para disfrutarlo eternamente por parte de quien ha tenido el gusto de haberlo inscrito en su palmarés. Pero eso pertenece al futuro, a lo que acontecerá la semana que viene y ahora lo que toca es desmenuzar lo que sucedió sobre la hierba en este Sevilla-Celta.

Para un resultadista empedernido, la principal conclusión llega a través de la tabla clasificatoria y ésta indica que los sevillistas adicionaron todo el botín en juego a su casillero y, además, lo hicieron con total justicia por mucho que algunos errores individuales atrás pudieron conducirlos a un buen cabreo, dada la distancia futbolística entre unos y otros. En este sentido, llamó la atención, por supuesto, la inseguridad de David Soria en muchos de los balones que surgían de la estrategia de Juan Carlos Unzué. No sólo fueron sus dudas en el tempranero 0-1, en el que se quedó a media salida y permitió que un remate discreto se convirtiera en un cabezazo propio de Santillana o Zamorano; también en la postrera falta lanzada por Wass pudo originar el incendio con un despeje hacia el centro muy alejado del manual de los buenos cancerberos.

Pero es Berizzo quien toma la decisión de alternar al casi internacional Sergio Rico con David Soria y el argentino tendrá los datos pertinentes a través de los entrenamientos a puerta cerrada para ser consecuente con sus decisiones. Eso sí, en el rendimiento de los partidos estará el juicio sumarísimo hacia este entrenador, y hacia todos lógicamente. En este encuentro, todo se le puso cuesta arriba a los blancos después de que Franco Vázquez hubiera podido ponerlos por delante en un arranque de lo más prometedor. Los locales salieron con una fuerte presión para incomodar al deseo del Celta de salir siempre jugando, como si fuera el Barcelona de Guardiola. Balones que rasea el guardameta con los centrales muy abiertos y el resto de las piezas dispuestas tácticamente con orden.

La confusión de los entrenadores que han mamado de esta filosofía futbolística que tiene su origen en Johan Cruyff, o en Rinus Michels si nos retrotraemos a más atrás, es pensar que todas las plantillas cuenta con un Piqué para jugar desde atrás, o con un Ter Stegen, o con un Iniesta, o con un Busquets, o con un Daniel... Y así hasta finalizar en con un Messi. Lógicamente, el número de pérdidas en zonas extremadamente peligrosas es mucho mayor y eso fue lo que persiguió el Sevilla desde el principio, que se produjeran muy cerca de Rubén Blanco.

Sin embargo, Mudo Vázquez desaprovechó la primera del póquer de ocasiones del que dispuso en el primer periodo en el minuto 3 y por ahí se le fue al Sevilla la oportunidad de hacerle sangre al adversario. Y fue todo lo contrario, ya que poco tiempo después una falta lejana fue sacada por Pione Sisto, Geis notó que no es defensa central y permitió un remate de Maxi Gómez que cogió a David Soria pésimamente colocado.

El Sevilla, que había tenido la opción de poner todo a favor, debía remar contra la corriente desde muy temprano. Ahí, en cambio, llega uno de los momentos para elogiar el buen funcionamiento de la cabeza de N’Zonzi y compañía, quienes no se volvieron locos en ningún momento y siguieron con el juego planteado en las pizarras. Franco Vázquez iba con el medio centro, Lobotka, y todos sus compañeros los seguían una presión adelantada y valiente, con los cuatro zagueros siguiendo a sus pares, arriesgando, para robar el balón en la medular. Es verdad que surgían espacios si no tenían éxito en la recuperación, pero ahí está la valentía... Y el resultado se encargaría de premiarla.

Porque el Sevilla comenzó a acumular ocasiones de gol, sobre todo por parte de Franco Vázquez, a quienes se le iban sus disparos unas veces por centímetros, otras por una pierna que aparecía última hora, otras por lo que fuese. Fue una fase de un juego que no se correspondía con la crispación que bajaba desde el graderío. Por mucho que Maxi Gómez desaprovechara la opción del 0-2 de forma increíble, el juego de los blancos no era nada malo, sino todo lo contrario, siempre desde la valentía en la determinación para robar la pelota.

Hasta que llegó el premio a través de una falta lateral, como el Celta, con un lanzamiento perfecto de Geis y un cabezazo no menos brillante de Muriel. Tablas antes del intermedio y hasta debió Nolito hacer el 2-1 antes de reanudar el juego, que fue cuando lo consiguió en una jugada positiva tanto de Sarabia como del propio sanluqueño. Otra vez la cabeza funcionando como debe y el Sevilla, ahora sí, veía el segundo periodo cuesta abajo.

Paradójicamente, en la segunda mitad tuvo menos control el cuadro nervionense, incapaz de montar una contra con ventaja ni siquiera cuando Banega le dio más pausa al fútbol y propició un mayor control del balón. Es verdad que el riesgo del empate siempre estuvo latente, pero otra vez la cabeza, el pensamiento en esta ocasión, sirvió para controlar el juego y para que el Sevilla festejara otro triunfo como local. Ahora a esperar al Liverpool y con la cabeza muy alta, tanto la de pensar, en el pasado y en el rabioso presente, como la de los testarazos, claro que sí.

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