Jesús Alba
Cuando el reloj se pare
La Previa
Siempre me ha sorprendido la facilidad con la que el sevillismo es capaz de mutar. Como el camaleón, se mimetiza con el escenario y es el primero que entendió que ésta era una temporada de paleta de cebo y no de jamón ibérico de bellota y caña fina. Pero también es una afición difícil de lidiar en el momento en el que recibe el chispazo y se pone a cavilar más de la cuenta al mínimo dulce que se lleva a la boca.
Esta semana ha sido la demostración y al mismo tiempo la del golpe de realidad. Siempre fue así. La manzanilla dispara las lenguas más timoratas y el golpetazo de eliminar al Manchester United hizo el efecto multiplicador en una Feria con tres triunfos casi en días de farolillos. Pero el Sevilla sigue siendo el mismo. Tiene un mérito enorme lo que ha conseguido Mendilibar, aprovechar el tonteo de Barça y Madrid en una Liga finiquitada para ser el mejor equipo del mes de abril. Pero ya está.
Una cosa es que el fútbol no tenga memoria y otra distinta olvidar lo que ha pasado en una temporada propia del castillo del terror, con una gestión difícil de entender con la venta de la pareja de centrales que sostenía el proyecto y, pese a ello, una cuenta de pérdidas que aumenta a ritmo vertiginoso. Se olvida que el Sevilla sigue judicializado, que la Junta de Accionistas no aprobó las cuentas y que la inestabilidad institucional, no por falta de noticias de los juzgados que las partes filtran interesadamente, deja de estar presente.
El futuro es una incógnita, los rumores rulan sobre la continuidad de Monchi y, técnicamente, el Sevilla no tendrá entrenador el próximo 5 de junio, un día después de que concluya el presente campeonato. Todo eso es la realidad. Así que más vale que Mendilibar certifique la permanencia matemática más pronto que tarde, no nos vayamos a pillar los dedos antes de tiempo.
El sevillismo tan pronto asimiló que era una temporada de sufrir como hizo cuentas de la lechera y se frustró con el traspié con el Girona
Mendilibar ha sido franco desde el minuto uno y no entiende que haya exigencias mayores cuando hace un mes el drama era real
Mientras tanto, queda la ilusión de esas semifinales europeas ante la Juventus, por supuesto que sí. Pero lo mejor será dejar hechos los deberes en la Liga y para eso un triunfo ante el Espanyol sería un paso prácticamente definitivo, un respiro virtual que permitirá pensar en planificar la próxima temporada, para la que se abren muchas y trascendentales incógnitas.
El paso del huracán del Girona por Nervión ha dejado un poso de reflexión que hasta se antoja necesario y del que hay que extraer los aspectos positivos. Tendrá que gestionar Mendilibar la relación oportuna entre jugadores descansados y con más minutos recientes en las piernas, pero lo que se pudo comprobar el lunes es que hay cosas muy claras en este Sevilla. Una es que Gudelj, elegido entre los 47 nominados para el mejor once de la Liga, es insustituible, que En-Nesyri no es nadie sin los centros de Jesús Navas en juego y de Rakitic a balón parado y que Suso es de los pocos que puede salirse del guión. Pare usted de contar. Ocampos ha hecho lo que ha podido y Badé ha ordenado algo el galimatías atrás. Ahora ya, que el entrenador decida entre Bono y Dmitrovic. Todo lo demás es olvidar las fatiguitas pasadas demasiado pronto. Y el fútbol tiene muy poca memoria. Ninguna.
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